El primer ciberataque de la historia sucedió en el siglo XIX

En plena Revolución francesa, en la década de 1790, apareció la primera red nacional de datos del mundo. Se trataba de un sistema telegráfico muy ingenioso que funcionaba gracias a la interconexión de varias torres, estructuras de roca como la que aparece en la siguiente imagen. Cada una de estas torres estaba coronada por una serie de brazos móviles de madera cuya posición correspondía a una combinación de letras y números.

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Telégrafo aéreo. La ilustración corresponde a la obra “Les merveilles de la science”, de Louis Figuier publicada en 1868.

A la distancia, los mensajeros encargados de descifrar estos mensajes observaban con un telescopio la posición de los brazos y daban seguimiento al circuito de transmisión de información. De una torre a otra, la información podía transmitirse por toda Francia en cuestión de minutos.

Evidentemente, en aquella época la red estaba monopolizada por el gobierno francés. Sin embargo, un par de hermanos banqueros decidió burlar este control estatal. Era el año de 1834 cuando François y Joseph Blanc se ganaban la vida negociando títulos en la Bolsa de Bordeaux, en una importante ciudad portuaria al sudoeste de Francia. El principal problema de Bordeaux era su ubicación: estaba a casi 600 km de París algo que, en términos franceses, significaba cruzar todo el territorio, de norte a sur.

Cualquier información emitida desde la capital llevaba días para llegar a través del servicio postal. Y como en aquellos tiempos la información también podía convertirse en dinero, algunos hombres de negocios intentaban reducir esta distancia utilizando mensajeros particulares o palomas, aunque con resultados muy decepcionantes y al final nadie logró obtener un dato privilegiado para utilizar en la Bolsa.

 

Un golpe maestro.

Fue entonces que a los hermanos Blanc se les prendió el foco. Pero estos sujetos no tenían una invención increíble, mucho menos una innovación revolucionaria. Nada parecido. Se trataba de un golpe simple, tramposo y muy creativo al más puro estilo de Jimmy McGill.

El golpe consistía en que un enviado de los Blanc en la Bolsa de París se dedicaba a observar diariamente el movimiento de títulos en el gobierno. Cuando se presentaba una oscilación importante de los valores, este hombre enviaba un paquete para la esposa del director del telégrafo en Tours, una ciudad ubicada a mitad de camino entre París y Bordeaux. Cuando el precio de los títulos caía, el paquete contenía medias. Si el precio subía, enviaba guantes. Dado que la mujer era propietaria de una mercería, estos artículos no levantaban ninguna sospecha y pasaban por un envío de un proveedor como cualquier otro.

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Codificación de los brazos mecánicos.

Apenas recibía el paquete, el director del telégrafo preparaba el código correspondiente y un empleado, que también participaba en el esquema, transmitía el mensaje cifrado, que navegaba con toda seguridad hasta Bordeaux. La criptografía del mensaje era muy simple, y el código incluía una tecla “backspace” que significaba que el receptor debía ignorar el carácter inmediatamente anterior al espaciado.

En otras palabras, cuando el empleado transmitía la información privilegiada de la Bolsa seguida del espaciado, el mensaje debería continuar directo, sin ser interceptado, hasta el fin de la línea.

Sin embargo, en Bordeaux se encontraba Pierre Renaud, antiguo director del telégrafo de Lyon que, gracias a un telescopio, captaba la información desde una habitación con vista a la torre de la ciudad y se la entregaba a los banqueros. Así, los hermanos Blanc sabían las novedades de la bolsa con dos días de antelación gracias a este hacker del siglo XIX.

 

Manipulación en la transmisión de la información.

El fraudulento esquema se mantuvo en pie durante 2 años. Sin embargo, el empleado de Tours enfermó y, antes de pasar a mejor vida, reveló la trama a un amigo con la intención de que lo sustituyera en el cargo. El amigo le comunicó esta propuesta al director del telégrafo de la ciudad que, al negarse, echó toda la organización por el caño. El hombre se puso furioso por no poder ingresar a la trama y terminó revelando todo a la policía.

En aquella época los hermanos Blanc no recibieron ningún tipo de castigo o sentencia, y es que todavía no existía legislación o castigo alguno para los responsables por la manipulación en la transmisión de la información. Sin embargo, este caso terminaría influenciando las leyes francesas durante más de un siglo.

Tras el escándalo, el gobierno de Francia elaboró una ley donde estipulaba que los medios de comunicación no debían ser utilizados para fines privados sin el consentimiento del Estado. La transmisión de información siguió siendo un monopolio del gobierno francés hasta 1998, cuando las leyes de la Comunidad Europea los obligaron a cambiar.

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