Mi nueva roomie

Acabo de conocer a mi nueva roomie, Cecilia, que llegó el lunes pasado. Me recordó mucho a mí misma, a como lucía en mis días de universidad. Reservada, tímida y con la vista clavada en un libro. Creo que le agrada mi compañía. Le fascinó el jarrón con rosas rojas que dejé en su mesita de noche como muestra de mi buena voluntad.

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Varios días después, cuando Cecilia empezaba a acostumbrarse a su nueva vida, tocaron la puerta. La inocente joven abrió y encontró a un hombre joven parado justo en la entrada. Su rostro parecía cincelado por un escultor del Renacimiento, la piel suave y tersa y unos enormes ojos negros. Vestía un atuendo informal, una sudadera con capucha negra y vaqueros simples.

“¡Hola!”, dijo con alegría y gentileza. “Soy tu nuevo vecino, Ulises. ¡Es un placer conocerte!”.

La sangre se acumuló en las mejillas de Cecilia, que no pudo evitar sonrojarse. Algo en aquel hombre le produjo una extraña fascinación. “Amor a primera vista”, pensó Cecilia en el instante que lo vio. Lo invitó a pasar y charlaron un rato acompañados por unas tazas de café. Además de disfrutar de la lectura, resultó que tenían muchos otros intereses en común.

Yo odiaba a Ulises. Es el típico príncipe azul que siempre sale sobrando. Hice hasta lo imposible para que no se sintiera bienvenido en esta casa. A menudo le ocultaba sus pertenencias. Otras veces arruiné sus planes de pasar tiempo con Cecilia alterando su agenda. Incluso le envié mensajes de texto haciéndome pasar por sus padres.

A pesar de todo, poco a poco Cecilia cayó en sus redes. Recuerdo que pasaba las noches suspirando mientras miraba fotografías de él o de ambos pasándola bien. Salían a cenar casi todos los días y, ocasionalmente, dormían juntos, abrazados como si fueran uno solo. Peor aún, con el tiempo Ulises terminó percatándose de mi presencia. Y tampoco me quería.

Empezó por quemar incienso y salvia en cada rincón de la casa. Oraba en voz alta para que me fuera. Contrató varios médiums y organizó sesiones de espiritismo. El malnacido animó a Cecilia a participar en estos actos, y juntos rociaban sal por toda la casa.

Las continuas embestidas me debilitaron cada vez más. Ya ni siquiera podía vigilar a Cecilia. Con mucha impotencia, me limité a ver cómo Ulises finalmente la apuñaló con un cuchillo enorme mientras como un demente. Un torrente de sangre caliente escurrió desde su pecho hasta el suelo.

Tal y como me lo hizo a mí diez meses antes.

SimbaTheSavage8

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