La maldición del Bostezo

Rastreamos la identidad del paciente cero hasta un sujeto llamado Ernesto Madrigal en Sacramento, California. Las fuentes no son precisas, pero todo parece indicar que El Evento inició entre las 08:10 y 08:30 a.m. del 31 de marzo de 2021. Madrigal no contaba con historial médico alguno, y para cualquier efecto era una persona completamente normal. Pero fue el primero en atascarse.

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Esa mañana, Madrigal bostezó y jamás se detuvo. Su esposa, Valeria, lo encontró en el baño arañándose el rostro. Tan pronto como vio el reflejo del Bostezo en el espejo del baño, sintió que su propia mandíbula empezaba a abrirse. Y ella también quedó atascada. Conocemos los pormenores de la situación porque Valeria decidió anotarlos en su nota de suicidio.

Incapaces de expresar una sola palabra, los Madrigal ni siquiera pudieron llamar a emergencias. En su lugar, condujeron a toda prisa hasta el hospital donde infectaron a la recepcionista, tres enfermeras, el médico de guardia y treinta pacientes en la sala de espera. La policía local quedó relevada por la Guardia Nacional en cuestión de horas.

Sacramento quedó a oscuras, se bloquearon todas las tecnologías y pusieron barricadas con puestos de control en cada una de las salidas. El gobierno discutió la solución nuclear, y considero que hasta ese punto El Evento se hubiera limitado a una sola ciudad. Pero el video de Aguilar echó todo por la borda.

Tampoco es que podamos culpar a Daniel Aguilar, que no era más que un paciente de 13 años en la sala de espera. Cuando no quedó duda de que los bostezos eran agresivos, contagiosos y permanentes, Daniel inició una transmisión en vivo mientras el contagio se esparcía como reguero de pólvora por todo el hospital.

La transmisión se detuvo tras el apagón militar, pero era demasiado tarde. En apenas 60 minutos más de 10 mil personas vieron el vídeo. Y decenas de miles más lo difundieron en redes sociales desatando el contagio masivo en las próximas 24 horas. Apenas observaban el video, las personas sentían que sus mandíbulas se abrían y sus cuellos se contraían.

Era imposible revertir la condición. El mundo empezó a bostezar y nadie pudo parar. Muchos de los que escuchamos los reportes, pero no nos encontramos con el Bostezo de frente, tomamos medidas. Algunos tomaron la brutal decisión de cegarse a sí mismos.

Erróneamente supusieron que, si no podían ver el Bostezo, no los afectaría. Un bostezo también puede escucharse, y pocos estaban dispuestos a infligirse el daño necesario a sí mismos y a sus seres queridos para protegerse completamente. Esos sufrieron mucho más, pues mientras agonizaban con las mandíbulas atascadas el mundo que conocieron no era más que penumbras.

Mi familia estaba preparada. Hace meses que nos aislamos en este bunker. Las primeras semanas nos mantuvimos en contacto con el mundo exterior mediante la radio y los informes de los noticieros. Sin embargo, el riesgo de escuchar accidentalmente el sonido del Bostezo era muy alto, por lo que cortamos toda comunicación. Ahora, lo único que nos queda por hacer es esperar a que El Evento se desvanezca con el tiempo.

Esperar a que todos aquellos que bostezan mueran y la maldición se vaya con ellos. Pero, en los últimos días es más común que me descubra luchando contra el impulso de bostezar. Dicen que el solo hecho de pensar en bostezar, a veces es suficiente para…

Grand_Theft_Motto.

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