Dust Bowl: las tormentas que azotaron EUA en 1930

A inicios de la década de 1930 las grandes praderas de los Estados Unidos se vieron afectadas por un fenómeno climático de proporciones catastróficas. Popularmente conocidas como ventiscas negras (Black Blizzards), se trataba de tormentas de arena enormes que sembraban caos y desesperación por los lugares donde pasaban.

Tormenta de arena portada dust bowl

La región oeste de los Estados Unidos fue la más afectada por estas ventiscas, pero sus efectos se sufrieron también en la Costa Este. La región más afectada por estas ventiscas empezó a ser conocida como Dust Bowl (tazón de polvo), era un territorio que comprendía varios estados entre los que se pueden mencionar el norte de Texas, Nuevo México, Colorado, Kansas y Oklahoma. Posteriormente, el término se empleó para referirse a la época.

 

Las consecuencias de la agricultura desmedida.

Este fenómeno fue impulsado directamente por la acción del hombre en el ambiente. Desde mediados del siglo XIX, en las praderas del oeste estadounidense empezaron a asentarse numerosas familias que recurrían a la agricultura como forma de sustento. Aquella área que originalmente estaba conformada por un desierto semiárido empezó a ser cultivada y, en cuestión de pocas décadas, grandes plantaciones se apoderaron del paisaje.

Durante algún tiempo estas granjas prosperaron. Las Llanuras del Sur eran un verdadero paraíso de paisajes verdes, llenas de sembradíos hasta donde alcanzaba la vista. La abundancia atrajo prosperidad y un flujo cada vez más grande de inmigrantes interesados en establecerse y disfrutar de la tierra prometida. Para cuando llegó el siglo XX, había granjas por todos lados.

Pero ese periodo de prosperidad no se extendería por siempre. De hecho, los granjeros estaban en medio de un ciclo de lluvias abundantes que estaba a punto de finalizar. Aquel verano de 1930, una sequía terrible devastó la región. Los campos que habían sido preparados para la siembra se mantuvieron secos y las plantaciones existentes se marchitaron. Mucho peor que esto fue la erosión gradual del suelo a causa del viento y las consecuencias de estar expuesto a un Sol abrasador.

Cimarron casa sepultada

 

Las grandes tormentas.

Aquella sequía transformó el otrora suelo fértil en una fina capa de polvo negro con la misma consistencia que la harina o el polvo de tiza. Hectáreas y más hectáreas de campos se cubrían con este polvo. Cuando el viento sopló sobre estos campos, el polvo acumulado se levantó formando gigantescas nubes negras que se desplazaban a gran velocidad por las praderas engullendo todo lo que encontraban en el camino.

“Era horrible”, señaló Will Bryce, un sobreviviente de las Black Blizzards que tenía su residencia en el estado de Kansas en 1934. “Las nubes de polvo se desplazaban a gran velocidad y en ocasiones no daba tiempo ni de resguardarnos. Todo lo que podías hacer cuando una nube aparecía era correr al interior de un albergue y rezar para que pasara”.

Bryce tuvo suerte, en el año de 1934 tenía 12 años y recuerda perfectamente la furia de la ventisca negra que damnificó Kansas City. Su hermano Arnie no corrió el mismo destino, murió a consecuencia de los problemas pulmonares que les causó el polvo. Las tormentas soplaban continuamente, transportando toneladas de polvo hacia la atmósfera del planeta. Las nubes llegaban a alcanzar velocidades de hasta 200 km/h, haciéndose más grandes y poderosas a medida que se tragaban plantaciones y granjas. Las Llanuras del Sur fueron completamente barridas, el trabajo que les había costado décadas se arruinaba en cuestión de horas.

Dust bowl black sunday

Muchas de estas nubes alcanzaban tamaños de varios kilómetros de extensión y cientos de metros de altura. Las ventiscas compuestas de polvo fino lo cubrían todo, reduciendo la visibilidad a poco más de un metro. Las ciudades afectadas por la ventisca eran cubiertas con arena y polvo que se abría camino por las grietas y se depositaba en cada rincón: en las habitaciones, sobre los utensilios, en la comida, en el agua. “Había que usar una pala para poder salir de casa”. Aquellos campos verdes que llegaban hasta donde alcanzaba la vista se habían vuelto grises y estériles.

 

El gran éxodo.

Los animales fueron los primeros en sufrir los efectos de las ventiscas, las haciendas ganaderas fueron condenadas. El ganado moría sofocado por el polvo. Pero nadie sufrió más las afectaciones que los pequeños productores que se encontraban en el centro del Dust Bowl. La damnificación fue increíble, granjas completas sepultadas bajo el polvo y plantaciones magras completamente arruinadas. Bajo los efectos de la Gran Depresión que se instaló desde 1929, el impacto de este fenómeno se multiplicó y llevó a muchas familias a la bancarrota.

Gran depresion en el dust bowl

“Lo perdimos todo. Tuvimos que cambiar de vida y abandonar nuestra tierra”, recuerda Clela Schmidt que enfrentó las ventiscas en la hacienda de sus padres en Spearman, Texas. Su familia no fue la única que salió del Dust Bowl, más de medio millón de personas se quedaron sin un techo a causa del fenómeno. También fue responsable por el éxodo más numeroso en la historia de los Estados Unidos, más de 2.5 millones de personas huyeron de la zona afectada entre 1931 y 1935.

En un inicio las personas creyeron que sería un fenómeno pasajero, pero las ventiscas continuaron sin parar durante la primera mitad de la década de 1930. Sus efectos siguieron sintiéndose hasta bien entrada la década de 1940.

 

Las enfermedades.

Muchas familias jamás llegaron a recuperarse: el polvo de las ventiscas provocó la aparición de varias enfermedades. Las alergias e irritaciones en la piel estaban a la orden del día. Las personas con ceguera temporal y permanente podían contarse por miles.

Pero nada era más peligroso que la neumonía del Dust Bowl. El polvo aspirado iba directamente a los pulmones donde muchas veces terminaba solidificándose y transformándose en piedras, a la larga esto culminaba con una insuficiencia respiratoria crónica. Era una muerte lenta y dolorosa que sofocaba a la víctima haciéndola toser sin parar.

Dust bowl vestisca negra

Para protegerse de las ventiscas las personas recurrieron a recetas caseras, como cubrir las ventanas con una tela húmeda mezclada con cemento. En la región del Dust Bowl las personas solían usar pañuelos en el rostro o “máscaras de polvo” para escapar de la sustancia irritante que se alojaba en los ojos, nariz y boca. El gobierno estadounidense aprovechó los sobrantes de máscaras usadas en la Gran Guerra y entregó miles de kits a los residentes.

“En mi décimo cumpleaños recibí de regalo una máscara similar a las que usaban los soldados en la guerra”, recordó Will Bryce. “Era una cosa aterradora hecha de caucho, pero al menos ayudaba a respirar”. Muchas personas usaban máscaras durante todo el día, desde que se despertaban hasta el momento en que iban a dormir, retirándolas solamente para alimentarse.

 

La vida en las ventiscas negras.

Las personas que quedaban atrapadas en medio de una enfermedad corrían un riesgo enorme. Recorrer los caminos del Dust Bowl era toda una aventura, pues nadie sabía en qué momento aparecería una ventisca negra. Las grandes nubes podían levantarse con una rapidez abrumadora y tomar a las personas completamente desprevenidas. Las ciudades más pequeñas en el Dust Bowl tenían estaciones de observación rudimentarias que notificaban cuando se divisaba una nube. Con un poco de suerte, el observador hacía sonar una alarma y las personas corrían a sus casas a resguardarse.

Vestica negra

“Recuerdo un hombre que desapareció en una ventisca negra, era un comerciante local. Lo encontraron arrastrado y vapuleado por la tempestad”. Comentó la Sra. Schmidt. “Cuando encontraron su carreta, estaba casi completamente cubierta de tierra”.

No hay estimaciones del número de individuos que perecieron a causa de las ventiscas negras, pero tomando en cuenta que varias ciudades fueron literalmente sepultadas, el número debe ser muy elevado. Ciudades enteras eran diezmadas por las tormentas y sus habitantes no podían hacer otra cosa que no fuera ocultarse y esperar. Algunas de estas tormentas terminaban rápidamente, pero otras se extendían durante horas e incluso días.

En marzo de 1932, los residentes de Kansas atravesaron un periodo de 20 días consecutivos de tormenta y oscuridad. En el año de 1933, se contabilizaron 193 días con tormentas. Las tormentas eran capaces de bloquear la luz del Sol y hacer que la temperatura descendiera hasta los 5 °C en cuestión de una hora.

 

Black Sunday.

El 14 de abril de 1935, la comunidad del Dust Bowl pasó por la prueba más grande. Aquel día que sería conocido como el Black Sunday (domingo negro) inició normal y con un Sol muy agradable que motivó a que las personas salieran de sus hogares. Muchos decidieron ir de día de campo o visitar a sus familiares y amigos. Ignoraban completamente que más de una veintena de tempestades estaban listas para formarse de forma simultánea y convertirse en la ventisca más fuerte de la época.

Auto sepultado dust bowl

Las primeras nubes se observaron al medio día y rápidamente los vientos empezaron a barrer la zona levantando una cantidad de polvo capaz de llenar el equivalente a 50 estadios de los Yankees de Nueva York. Las personas se apresuraban a refugiarse en los graneros y sótanos. Aquellos que quedaron en medio de la tormenta experimentaron un verdadero infierno. Muchos jamás se volvieron a ver.

La violencia desatada por esta tormenta fue tan grande que dos días después las nubes alcanzaban la costa este del país y a las ciudades de Chicago, Nueva York e incluso a la capital del país Washington D.C. En Nueva Inglaterra la arena roja de Oklahoma caía del cielo como si fueran palomitas de maíz. Irónicamente, no fue sino hasta después del Black Sunday que el país puso atención al Dust Bowl.

 

La lección del Dust Bowl.

En esa época la miseria y el hambre ya se esparcían por todo el medio oeste de los Estados Unidos, una región que paulatinamente iba siendo abandonada por sus habitantes originales. Muchos periodistas le dieron cobertura al fenómeno y fueron responsables de registros fotográficos maravillosos que mostraban las dimensiones de la catástrofe. Pocos relatos fueron más fieles a la situación que la clásica novela “Las uvas de la ira” de John Steinbeck, donde se aborda la historia de una familia afectada por la ventisca negra.

Franklin Delano Roosevelt instituyó un programa de emergencia para asistir a las familias en la zona de la tragedia. El programa también consideró el traslado de la población a zonas menos críticas y el inicio de un programa pionero para la conservación del suelo.

A comienzos de la década de 1940, las ventiscas negras finalmente empezaron a perder fuerza. Se hizo necesario una década para que la naturaleza reparara los daños sufridos en el suelo. Esa década también fue de superación en otras áreas, como con el fin de la Gran Depresión. El programa New Deal de Roosevelt buscó enseñar a los granjeros las técnicas para prevenir la erosión del suelo a partir de la rotación de los campos y la irrigación adecuada.

La lección que nos dejó el Dust Bowl jamás será olvidada. En palabras de Will Bryce: “fue una época dura, de inseguridad y desesperación. Muchos decían que era el fin del mundo y, ¿cómo no creerles? Cuando el día se convierte en noche, sientes un miedo profundo y crees que la esperanza se fue… en un mar de polvo”.

9 comentarios en «Dust Bowl: las tormentas que azotaron EUA en 1930»

  1. Apenas hace tres días encontré esta página y vaya que no me arrepiento. Hasta ahora esta es la nota que más me ha impactado, qué miedo vivir en esa época y tener que pasar por esos episodios, no imagino el terror y la verdad nunca había escuchado de esto. Muchas gracias por compartirlo.

    Pero me queda una duda ¿por qué las columnas de polvo alcanzaban tales velocidades? Si había corrientes de aire tan fuertes en la región el mismo viento por si mismo no dañaba las casas o plantaciones?

    Responder
  2. Excelente entrada! Mencionas el libro del gran Steinbeck, las uvas de la ira, totalmente recomendable. Si tienen oportunidad léanlo y no se arrepentirán. Saludos desde Mty.

    Responder
  3. La mano del hombre no tuvo nada que ver, si hubieran talado miles de hectáreas de bosques y luego sembrado, sí hubiera sido intervención humana.
    Si embargo fue una gran sequía que afectó la región y produjo esa gran catástrofe.
    El autor del artículo se perdió en el camino y armó un enredo de cosas incongruentes.

    Responder
    • Anda, algo así pensé. Opino que el papel de los humanos aquí fue generar una capa de suelo que se fue acumulando, pero de no haber habido una sequía ese suelo fértil no se habría convertido en esas toneladas de polvo. Y como mencionaron más arriba habría sido una buena estrategia el sembrar árboles para disminuir la erosión del suelo.

      Responder
  4. Hery, tengo que decirlo. Pero tu página es la mejor de todas, en serio, es la única página dónde desactivo el AdBlocker jajajaj para asegurarme que recibas los centavos por mi visita. Suerte, siga siempre así genio. Saludos desde Paraguay

    Responder
  5. Mi ciudad nació al final de los años 30’s con una vocación hacia la agricultura, el desierto fue transformado en campos fértiles gracias a un sistema de riego, y se plantaron cientos de sauces y álamos en los perímetros de las labores precisamente para evitar la erosión por los vientos.

    Responder

Deja un comentario