El auto-servicio de Starbucks – Creepypasta

Soy de una ciudad pequeña, pero muy pequeña. Nada más sucede en este lugar que “el día de llevar el tractor al trabajo”. Me encontraba en el tercer grado de educación secundaria en un grupo de 42 personas. Todos nos conocemos desde que usábamos pañales. Puedo decirte perfectamente el nombre de todas esas personas.

auto servicio o drive thru

La cosa más emocionante que sucedió en esta ciudad fue la inauguración de un Starbucks. La única razón por la que levantaron una sucursal aquí fue que la ciudad es atravesada por una autopista, por lo que las personas que circulan en su automóvil compensan el pequeño número de habitantes. Ni siquiera tengo que decir lo mucho que nos animó la noticia. La cafetería no tenía una gran variedad de productos, pero al menos contaba con auto-servicio.

El edificio se encontraba al lado de un conjunto comercial, por lo que contaba con un pequeño estacionamiento. Pero la zona del auto-servicio estaba cercada por una pared de ladrillos. Una vez que entrabas a la fila, era imposible salirse. Esto resultaba especialmente molesto cuando la persona que iba al frente hacia un pedido gigantesco, pues era imposible desistir si ya había otro carro atrás de ti. En aquella fila cabían aproximadamente 6 carros muy juntos. Y siempre estaba lleno.

Bueno, les voy aclarando que el Starbucks no duró mucho tiempo. Tras 6 meses en servicio lo cerraron. Y yo tuve la oportunidad de ver porque.

Sucedió en las vacaciones de primavera. Mamá y yo nos encontrábamos en el conjunto comercial, que estaba a casi una hora de donde vivíamos. Hacía bastante calor. Fui yo quien le sugirió que pasáramos por Starbucks antes de regresar a casa. Mamá no quería, me dijo que era un desperdicio de dinero. Pero le insistí hasta que finalmente accedió.

Fuimos al auto-servicio y había 4 autos delante de nosotros. Mamá suspiró, pero entramos en la fila. Otros tres autos estacionaron atrás de nosotros. Estábamos todos atrapados como guisantes en un empaque, sudando por el calor de ese día.

“Quiero algo frío”, le dije a mi madre.

Ella volteó los ojos. “¿Fresas con crema?”.

“Sí, por favor” tomé mi celular del bolso y saqué algunas fotos para Snapchat. ‘Tomando café helado con mamá‘, escribí en una foto de las dos. Mi madre soltó la carcajada.

De repente escuchamos un fuerte estallido. Nos miramos una a la otra, totalmente sorprendidas. “Parece un disparo”, le dije en voz baja.

“No puede ser”, respondió negando con la cabeza. “Debió ser el ruido de alguna motocicleta”.

Nos quedamos sentadas en silencio durante algunos instantes. Creo que las dos percibimos un repentino cambio en la atmósfera.

Entonces escuchamos el grito. Era de un hombre. Por instinto, saqué la cabeza por la ventana para ver lo que estaba sucediendo. Debido a que estábamos tan cerca de la pared, era imposible abrir la puerta del carro. Pero como soy pequeña, logré sacar la mitad de mi cuerpo por la ventana y ver lo que estaba sucediendo.

Había una persona de pie sobre el capó de un auto. Se encontraba a unos cuatro autos adelante de nosotros. Usaba una máscara de gorila. Apuntaba directamente al parabrisas. Alguien en el interior del auto estaba gritando, implorando que lo ayudaran. Mi madre me jaló al interior del auto antes de escuchar el estruendo que perturbaría el silencio. El parabrisas estalló y nos dejó a todos cubiertos de miedo.

mascaras de gorila

“Tenemos que salir de aquí”, dijo mi madre con un susurro. Miró a su alrededor desesperadamente, a sabiendas de que estábamos atrapadas. Los automóviles de atrás no se estaban moviendo y, evidentemente, los de adelante tampoco.

“Maldita sea”, me lamenté.

“Todo va a estar bien”, dijo mi madre mientras ponía el carro en reversa y pisaba el acelerador a fondo. No nos movíamos, no había espacio suficiente. Ella golpeó el carro de atrás, y no se movió, después hizo lo mismo con el que estaba delante. El pánico no hacía más que aumentar. Podíamos ver a las personas en los otros autos también aterradas, la mujer en el auto blanco de enfrente azotaba la puerta frenéticamente contra la pared de ladrillos, logró sacar la mitad del cuerpo, pero rápidamente retrocedió.

Con toda tranquilidad, el sujeto de la máscara escaló por encima del auto al que acababa de disparar en dirección al siguiente. Observé con absoluto terror mientras golpeaba su parabrisas. Había una pareja al interior, y pude ver que estaban abrazados mientras clamaban por sus vidas.

“Baja la ventana”, gritó el hombre de la máscara.

Pasaron unos pocos segundos. Las personas del auto estaban gritando. Mi madre y yo nos quedamos quietas.

“Baja la ventana, ahora”.

La ventana del conductor bajó lentamente. Podíamos escuchar la voz del hombre en el interior. “Por favor, tenemos niños en el auto. No nos lastimes. Somos buenas personas, por favor”.

El hombre se inclinó en dirección a la ventana y disparó a la pareja en dos ocasiones. Los cristales se llenaron sangre. Las ventanas estaban pintadas de rojo. Ahora podíamos escuchar el grito de los niños. Mi madre me tomó de la mano.

ventanas auto con sangre

“Agáchate”, me dijo.

“¿Qué?”, apenas podía entender lo que estaba sucediendo.

“Agáchate lo más que puedas. Quizá no te vea”.

“Pero ma…”.

Mis palabras fueron interrumpidas por varias detonaciones. Los gritos de los niños fueron callados.

Sin hacer preguntas, me contorsioné en el espacio abajo de la guantera. Me encogí lo más que pude. Mi madre puso una bolsa encima de mí logrando cubrirme casi por completo. A ella le costaba respirar.

La voz de una mujer podía escucharse por todo el auto-servicio. “¿Por qué haces esto?”.

Imaginé que probablemente se trataba de la mujer que intentaba salir del auto. Había quedado atrapada entre la pared y el auto. Cerré los ojos, intentando imaginármela atrapada en ese lugar, esperando para recibir un disparo. Incluso mi madre volvió el rostro cuando dispararon. La sangre se esparció por todos lados.

Mi madre se preparó. Miró fijamente hacia el frente como si estuviera en un trance. Yo lloraba en silencio. Pude sentir al hombre saltando sobre nuestro capó. Miré en dirección a mi madre, ella no me devolvió la mirada.

La máscara de gorila aparecía en la ventana del conductor. El arma estaba apuntada directamente a la sien de mi madre. No podía verle el rostro, pero sabía que estaba sonriendo.

Mi madre, con un rápido movimiento, tomó el arma. Casi golpeo mí cabeza con la guantera por la sorpresa. El hombre también debió haberse sorprendido, pues el arma salió con mucha facilidad de su mano. Ella apuntó y apretó el gatillo. Disparó diversas ocasiones hasta que el arma quedó vacía. Había sangre en su rostro y ropa. La máscara del sujeto estaba llena de agujeros. Ella seguía jalando del gatillo incluso cuando no disparaba más.

Un suspiro de alivio se escapó de mí. No podía creer que mi madre acabara de hacer eso. Una madre, ama de casa de una pequeña ciudad, acababa de aniquilar a un asesino.

Pero antes que pudiera salir de mi escondrijo se escuchó otro estruendo. Venía de la ventana trasera. Observé aterrada la cabeza de mi madre explotando. Caía de lleno sobre el volante, con la cabeza en el claxon.

Volteé la cabeza lentamente hacia la ventana trasera, donde una persona con una máscara de Barbie miraba hacia abajo. Asomó la cabeza hacia un costado, admirando su trabajo. Seguramente no me vio, pues desapareció de mi vista. Pude sentir cuando se alejaba de nuestro carro e iba al siguiente. No podía respirar.

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Me quedé en esa posición y en ese lugar durante más de una hora. La policía llegó 20 minutos después del primer disparo, pero no podía moverme. Me encontraron una vez que remolcaron los carros y retiraron todos los cuerpos para llevarse el de mi madre. Cuando el oficial de policía me vio, su rostro hizo una mueca. Pudo ver el terror que se quedaría marcado para siempre en mí.

Yo fui la sobreviviente del auto-servicio. En total, 30 personas fueron asesinadas ese día, incluyendo 3 niños menores de 10 años.

El hombre con la máscara de gorila fue posteriormente relacionado con una organización terrorista radical. Se supone que planearon aquel “evento” como una forma de protesta contra el impacto de Starbucks en el medio ambiente. Ningún empleado del lugar resultó herido.

La policía jamás logró identificar a la persona con la máscara de Barbie.

Mi madre murió valientemente y yo me aferro a esa idea. Jamás en la vida me imaginé que le quitaría el arma a un asesino demente. Hizo aquello por mí. Para salvarme.

Pero hay algo que no me deja dormir. A pesar de sus terribles acciones, las muertes y vidas destruidas por los asesinos en el “evento” cumplieron su cometido final. Por lo menos para mí. Yo sé que nunca más en mi vida consumiré algo en el Starbucks.

Un texto de EZmisery, traducido y adaptado para Marcianosmx.com

5 comentarios en «El auto-servicio de Starbucks – Creepypasta»

  1. chafon, no me queda claro porque no podian salir, ok de un lado esta el auto y la pared del local , y del otro? yo e hido a muchos auto servicios y del lado del copiloto siempre hay mucho espacio, en fin, le doy un 7

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