Una noche de guardia convertida en pesadilla

Durante mi tiempo como soldado en la ciudad de Puebla, me enviaron a realizar una guardia a una casa abandonada dentro de las instalaciones militares. Era de noche, pero iba acompañado de otro elemento. La casa estaba muy alejada de las otras instalaciones, lo que la hacía un blanco fácil para posibles amenazas. Nos encomendaron cubrir dos turnos de cuatro horas cada uno. Entonces, decidimos que mi compañero haría la primera guardia mientras yo descansaba.

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El lugar estaba rodeado por una pequeña barda de un metro y un enrejado de metro y medio. Por culpa del calor que hacía, decidí dormir en el jardín que estaba entre la puerta de la propiedad y la entrada principal. Extendí mi manga (una especie de capa para la lluvia) sobre el pasto y me dispuse a dormir.

Lo próximo que recuerdo es estar soñando que alguien dentro de la casa me llamaba por mi grado militar y mi nombre. Esto a pesar de que la propiedad estaba cerrada y clausurada. También distinguí una serie de luces el interior y escuché como si tuvieran una fiesta. Las cortinas estaban cerradas, por lo que sólo veía extrañas siluetas de figuras humanoides.

Supuestamente desperté sobresaltado y busqué a mi compañero para investigar la situación, pero no lo localicé. En ese momento, alguien me llamó por mi nombre desde el exterior de la barda que rodeaba la propiedad. Me acercaba con cautela cuando unos brazos descarnados, como si los hubieran desollado, me tomaron fuertemente por las muñecas.

Logré liberarme y al intentar tomar mi arma, noté que estaba muy pesada y ni siquiera podía moverla. Traté de reconocer al ser que intentó agarrarme, pero en ese momento oí a mis espaldas que alguien abría una puerta. Inmediatamente después, un grito que no era humano, una especie de mezcla entre un sonido gutural y un graznido.

De repente, sentí que alguien me sujetaba de los hombros. En ese momento, desperté y todo a mi alrededor estaba en perfecta calma. Me levanté y me dirigí con mi compañero, quien se mostró sorprendido de que estuviera allí.

No le comenté nada sobre el sueño, solo le dije que no podía dormir y que lo mejor era que yo hiciera la primera guardia. A lo cual me respondió que en tres minutos nadie se duerme. ¿Tres minutos? Para mí pasó más de una hora.

A pesar de la respuesta, le insistí en que fuera a descansar. Se acostó en mi manga para dormir y yo me quedé pensando en aquella pesadilla. En ese momento, descubrí que mis muñecas y hombros tenían una marca de agarre. Aquellos brazos descarnados del sueño me dejaron marcas físicas en la realidad.

Empezaba a salir de la enorme impresión cuando vi a mi compañero parado junto a mí. Al preguntarle qué pasaba, me dijo que tuvo una horrible pesadilla. Solo transcurrieron tres minutos desde que se fue. Me contó exactamente el mismo sueño que tuve, hasta en el más mínimo detalle, incluidas las marcas en las muñecas y hombros.

Decidimos nunca contárselo a nadie en el cuartel. En ese momento, nadie nos creería y seríamos la burla de todo el escuadrón. De hecho, inexplicablemente, jamás volvieron a hacer guardia en aquella casa. Poco después demolieron la construcción y construyeron nuevas instalaciones militares.

Esta es otra historia que nos comparte el buen LEONARDO CARRASCO.

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