Una manta de seguridad

“¿Una manta?”, me resultó imposible ocultar el tono de decepción cuando observé a mamá entrando a la habitación con aquella deteriorada manta de retazos. “¿Y cómo se supone que esto me ayudará?”.

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“Es una manta de seguridad”, dijo mi madre. No pudo evitar que sus ojos se llenaran de lágrimas cuando apreció los nuevos moretones sobre mi rostro. “A mí me ayudó mucho, y espero que haga lo mismo por ti”.

Protesté nuevamente mientras ella extendía la manta hacia mis brazos. “Lo único que debes hacer es descansar bien con esto puesto, a veces los problemas ya no parecen tan malos después de una buena noche de sueño”.

Se despidió con un suave beso en la mejilla y salió de mi habitación. Mientras analizaba aquella manta suspiré antes de extenderla sobre mi cama. Era la prenda más extraña que había visto en mi vida: los retazos no venían en un patrón definido y realmente parecían elegidos al azar. Recuerdo un elegante cuadro de terciopelo rojo que se encontraba justo al lado de un trozo de mezclilla extremadamente desgastada. De hecho, uno de los retazos en la manta parecía pelo de algún tipo. Eso sí, la manta tenía un delicioso aroma a lavanda combinado con el olor corporal de mamá.

Cerré los ojos y analicé mi penosa situación.

Valentín Vázquez. Empezó como el típico bully que molestaba a todos en la escuela. Pero conmigo se ensañó de una forma particular, empujándome y tirándome al suelo cuantas veces le daba la gana. Eventualmente, la situación escaló hasta una golpiza que me dejó lleno de hematomas y completamente aterrado. Mamá se presentó en la escuela para hablar con el director, pero minimizaron el problema. La policía tampoco tomó cartas en el asunto.

Mientras pensaba en mi agresor, no pude evitar estremecerme y me arropé con la manta, acurrucándome lentamente hasta quedarme completamente dormido.

Al abrir los ojos me di cuenta que posiblemente estaba soñando. Empecé a flotar sobre mi cama y me vi a mí mismo dormido en la habitación. Entonces, observé cuando aquella manta de retazos empezaba a moverse. Mi curiosidad se convirtió en terror cuando la vi escapar por la ventana y bajar por la calle directo a la casa de Valentín. Y lentamente entrar por la ventana.

Lo observé roncando, vestido con nada más que unos pantalones de pijama a cuadros. La manta se posó lentamente sobre su cuerpo inerte. Después de unos minutos, empezó a retorcerse y forcejear bajo la manta. Sin embargo, aquella prenda lo mantuvo inmovilizado hasta que simplemente se quedó quieto. Después, la manta se deslizó por la ventana de Valentín y regresó hasta mi habitación.

De vuelta en mi casa, la manta se arrastró hasta mi cama y se acurrucó junto a mí.

A la mañana siguiente, cuando desperté, me llevé una gran sorpresa al encontrar un nuevo retazo en la colcha. Sobre todo, porque tenía el mismo patrón que los pantalones de pijama de Valentín Vázquez.

En el desayuno, miré a mamá, tratando de ver si podía explicarme lo que sucedió. Repentinamente, ambos escuchamos cuando la ambulancia bajó por la calle a toda velocidad. Después del desayuno, me preguntó si todavía necesitaba la manta. Gentilmente negué con la cabeza.

La doblamos y llevamos hasta una maleta en el ático donde solía almacenarla. Cuando abrió aquella maleta, inhale bruscamente al observar una bata con el mismo estampado de terciopelo rojo brillante que estaba en la manta. Extendí la mano para tocar la tela y miré a mamá. Ella me devolvió una sonrisa triste.

“Era de tu padre”.

J_Leigh13

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