Los ataques terroristas suscitados en Paris hace unas semanas levantaron la polémica sobre los límites éticos del humor y de la tolerancia religiosa.
Es importante recordar que la intolerancia es una actitud mental caracterizada por la falta de habilidad o voluntad de reconocer y respetar las diferencias en creencias y opiniones y que puede estar basada en el prejuicio, pudiendo conducir a la discriminación. El propio énfasis en figuras estereotipadas de humor puede denigrar la imagen de todo un pueblo o de una creencia. Las formas comunes de intolerancia incluyen discriminación del control social, como el racismo, el sexismo, antisemitismo, la homofobia, el heterosexismo, edaísmo (discriminación por edad), intolerancia religiosa e intolerancias política. Sin embargo, no se limita a estas: alguien puede ser intolerante a cualquier idea de cualquier persona.
El precio de la intolerancia religiosa y la pérdida del sentido real de la fe pueden ser vistos claramente en el cortometraje animado “Tolerantia”, del director serbobosnio Ivan Radaman.
Es tan triste y más que nada trágico, el como la gente se mata entre sí por cuestiones de corte religioso. Si ya sabemos que no somos capaces de comprender las creencias de los demás, al menos deberíamos limitarnos a respetarlas. Siempre he creído que las religiones solo causan más problemas, pero cuando se trata de tolerancia, también opino que es uno de los temas que más respeto merece por el simple hecho de ser tan complicado y controvertido.