Thomas Blood, el ladrón de las Joyas de la Corona

Las Joyas de la Corona son una colección de reliquias de enorme valor histórico y monetario asociada con la monarquía en Gran Bretaña. Durante cientos de años estas piezas de oro con incrustaciones de piedras preciosas se han mantenido bajo protección de los guardias en la Torre de Londres. Y como una forma de disuadir a los ladrones, históricamente el castigo por robarlas era la muerte. Evidentemente, hay criminales que aceptan el riesgo, tal es el caso de Thomas Blood que se escabulló en la Torre de Londres en el año de 1671 para intentar robar este tesoro real.

Thomas blood

Blood fue descrito como un sujeto muy carismático, encantador y con un ingenio sumamente afilado. Fue capaz de aproximarse a los símbolos más preciados de la monarquía británica valiéndose de uno de los trucos de estafa más antiguos que existen: se hizo amigo de una persona que tenía acceso a estas piezas, un Guardia de las Joyas de 77 años llamado Talbot Edwards.

 

El plan.

Blood llegó a la Torre de Londres bajo el disfraz de un humilde clérigo que empapó a Edwards con cumplidos, pero antes había instruido a una atractiva actriz que lo acompañaba para fingir un dolor de estómago paralizante.

Talbot Edwards era un sujeto caballeroso, y como su apartamento se encontraba justo arriba del sitio donde se guardaban las Joyas de la Corona, inmediatamente solicitó a su mujer que atendiera a la acompañante de Blood, un movimiento que le permitió al pícaro ladrón llevar a cabo su magia con los familiares de Edwards entregándoles obsequios como una falsa muestra de gratitud por haber salvado a la mujer.

Una vez que se echó a la bolsa a la familia Edwards, Blood les comentó que casualmente tenía un sobrino rico que buscaba una esposa, a sabiendas de que Talbot Edwards había estado buscando pretendientes bien acomodados para su hija. Como era de esperar, Edwards no perdió oportunidad y organizó una reunión para conocer al misterioso sobrino.

A la reunión no solamente asistió el supuesto sobrino de Blood, que en realidad era su hijo, también lo hicieron otros tres sujetos llamados Robert Perrot, William Smith y Richard Halliwell.

 

El robo de la Joyas de la Corona.

Aquel día del 9 de mayo de 1671, mientras la mayoría de invitados se adentraba en la Torre de Londres en dirección a la morada de Edwards, Smith fue elegido para esperar afuera con los caballos listos.

Mientras los invitados esperaban a que la señora Edwards terminara de preparar la comida, Blood sugirió de forma muy casual que sería una buena idea si Talbot los llevaba a apreciar las famosas Joyas de la Corona. Una vez llegados a este punto, es importante aclarar que parte del trabajo de Edwards consistía en mostrar (a las personas que pagaban) esta colección de reliquias, por lo que esta acción no era nada fuera de lo normal.

Torre de londres

Por ello, sumamente feliz por complacer a su nuevo amigo, el viejo Guardián de las Joyas ni siquiera dudó en respaldar la idea y dirigió a los hombres al recinto donde se encontraban almacenadas las Joyas de la Corona.

Tan pronto como ingresaron a la habitación, Blood se quitó la máscara y sus secuaces empezaron a golpear de forma violenta a Talbot Edwards para después apuñalarlo en el estómago, sólo para asegurarse. Una vez que el anciano quedó sometido y amordazado, Halliwell se dedicó a vigilar mientras Blood tomó la corona y, valiéndose de un mazo que había ocultado previamente, empezó a martillarla para que fuera más fácil de ocultar.

Mientras tanto, sin ningún tipo de precaución Perrot intentaba acomodar el Sovereign’s Orb, símbolo del poderío del Imperio Británico, en sus pantalones. Por otro lado, el retoño de Blood buscaba la forma de cortar en dos el Royal Sceptre, pues de una sola pieza resultaba extremadamente grande para ocultarlo.

Retirada.

Para su mala fortuna, Halliwell les avisó que el hijo de Edwards había llegado a casa y buscaba a su padre. En este punto, aparentemente los tres tomaron la decisión de huir sin el cetro antes que llegara el hijo de Edwards. En un boletín de noticias escrito por un tal Sr. Kirke ese mismo día por la tarde, podía leerse.

Al entrar, el Sr. Edwards descubrió que su padre había sido herido y corrió tras los ladrones. Uno de los malhechores le disparó pero erró, al igual que los guardias, aunque la persecución continuó y lograron capturar a dos cerca de Iron Gate, el viejo Blood disfrazado de un sacerdote que aseguraba llamarse Ailoffe y otro de nombre Perrot. Más tarde, el hijo de Blood fue capturado al caer de su caballo en las inmediaciones de Gravel Lane, su nombre era Hunt y era la misma persona que había secuestrado al Duque de Ormonde. Fueron trasladados a Withehall y puestos en custodia, los otros dos lograron escapar.

Joyas de la corona

El viejo Guardián de las Joyas logró sobrevivir al terrible ataque, a pesar de la edad, la golpiza y la puñalada que le dieron en el estómago. De hecho, el rey Carlos II le otorgó una pequeña compensación como reparación por los daños que había sufrido al servicio de la corona.

 

El perdón del rey Carlos II.

Al ser arrestado, Blood contaba con un largo historial de hazañas acaecidas durante la Guerra Civil Inglesa (donde se incluían dos intentos de asesinato contra el Duque de Ormonde y supuestamente un atentado contra el propio rey). Se negó a hablar con otra persona, que no fuera el propio rey Carlos II, sobre lo que había sucedido en el intento de robo.

Por increíble que parezca, el monarca aceptó entrevistarse con Blood, un delincuente sobre el que ya pesaba una recompensa de mil libras por su cabeza debido a otros crímenes no relacionados con este robo en particular. Durante esta reunión, Blood se valió de su encanto para congraciarse con el rey y todos los presentes, incluido el Duque de York y otros miembros de la realeza… la táctica funcionó.

Carlos ii de inglaterra
Carlos II de Inglaterra.

De acuerdo con los relatos, tras entretener al rey con la audaz historia del robo, las hazañas y aventuras que había tenido durante su vida, un montón de adulación, e incluso contarle sobre la ocasión en que casi lo asesina mientras se bañaba en el Támesis, deteniéndose únicamente al darse cuenta que se trataba de Su Majestad, Carlos II le otorgó el perdón total.

Y no sólo por el robo de las Joyas de la Corona, también por cualquier otro crimen que hubiera cometido Thomas Blood entre el 29 de mayo de 1660 y el día que se proclamó el perdón, el 1 de agosto de 1671. La libertad se extendió también a su hijo y al otro cómplice.

Pero la buena fortuna de Blood no se limitó a esto. Sucede que, durante la Guerra Civil Inglesa, durante algún tiempo este sujeto apoyó la causa de Carlos I, pero cuando el panorama se mostró adverso, simplemente cambió de bando. Así, cuando Carlos I fue expulsado, Blood recibió una recompensa y lo hicieron juez de paz. Sin embargo, cuando Carlos II ascendió al trono, a Blood le retiraron el estatus y sus propiedades. ¿Qué relación tenía esto con las circunstancias actuales?

 

¿Un espía al servicio del rey?

No satisfecho con otorgar el perdón a Blood, Carlos II tomó la decisión de regresar las tierras que previamente le había quitado, además de proporcionarle un ingreso anual de 500 libras. Aunque resulta complicado estimar esa cantidad de dinero en libras modernas, algunas estimaciones apuntan a que hoy equivaldrían a 70,000 libras.

Existen varias hipótesis para que el rey haya recompensado de esta forma al pícaro delincuente. Una menciona que toda la trama fue orquestada por el Duque de Buckingham, quien movió sus influencias para sacar a Blood y sus cómplices de prisión cuando el plan falló. Otra apunta a que el propio rey estaba tras el intento de robo como una forma de aumentar su fortuna personal. Sin embargo, otra que resulta mucho más probable es la que sugirió el famoso diarista John Evelyn.

Se especulaba que se trataba de un espía en diversas partes, que estaba bien parado tanto con Sectarios como Entusiastas, y realizaba servicios para Su Majestad como ningún otro podía hacerlo.

En otras palabras, tal vez el rey vio en Blood a una persona inteligente, preparada, encantadora y bien relacionada (entre la nobleza y las sectas criminales) a la que no importaba ensuciarse las manos para lograr sus objetivos, por lo que decidió otorgarle el perdón, proporcionarle una finca y un salario por sus servicios de espía y operario político para la corona.

Sin embargo, no existen pruebas que respalden dichas teorías, y también podría ser verdad que la brillante forma en que Blood describió al rey su pequeño escape le haya valido el perdón. Como haya sido, cuando Blood murió en 1680, exhumaron su cuerpo para comprobar que no había fingido su muerte.

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