Tengo miedo a las personas – Creepypasta

Me considero una persona reservada y no es que me desagraden las personas, simplemente me gusta estar sola. Bueno, siendo sincera es poco más que un gusto. Hace tres semanas que no salgo de casa. La última vez que estuve fuera pasé por una tienda de abarrotes, y los clientes no dejaban de observarme. Podía sentirlos juzgándome en silencio. Por poco y salgo corriendo de ese lugar.

casa solitaria(1)

Justo ahora estoy en medio de la sala de mi casa, tirada sobre un colchón porque me resulta imposible acercarme a las ventanas. Las personas podrían verme desde fuera… y juzgarme. Incluso pinté los vidrios de las ventanas con un poco de pintura que me sobraba. Seguramente el casero se enojará, pero no tuve opción.

Desde hace dos semanas, mi vecino no deja de tocar la misma canción. Una y otra vez. Te confieso que las dos semanas son una suposición, pues desde hace tiempo me deshice de todos los dispositivos electrónicos. La computadora, televisión, teléfono celular, reloj inteligente, etc. Y es que las personas pueden juzgarte a través de esos medios. Ya perdí la noción del tiempo.

Ya casi no me queda de la comida que compré la última vez que salí de casa y los ahorros se están terminando. No sé qué haré cuando me quede sin alimentos. Salir a comprar ni siquiera es una opción, no puedo arriesgarme a que me vean. Tengo tres bolsas de basura junto a la puerta esperando a que las saque. El hedor empieza a incomodarme, pero tendrán que quedarse allí durante mucho tiempo más.

En los primeros días de mi confinamiento, escuché a las personas hablar, caminar y hacer sus actividades cotidianas en el exterior. Pero, hace días que los sonidos se fueron. Con excepción de la incesante y repetitiva canción del vecino, no escucho nada más allá afuera. Me preocupa el alquiler de la casa y las cuentas que no dejan de amontonarse. De hecho, hace varios días que el agua caliente se terminó.

No soy la persona que conoce a todo el vecindario, pero cualquiera supondría que alguien intentaría contactarme. Pues no, nadie ha tocado a la puerta o llamado para preguntar si sigo aquí. Me encantaría abrir la ventana. Imagino que allá afuera hace un día espectacular. Pienso que sería agradable volver a escuchar los sonidos de la ciudad. Los pájaros, el viento, los automóviles, cualquier cosa.

Ahora que lo pienso, además de no escuchar casi ningún ruido en el vecindario, no recuerdo escuchar nada en mi propia casa. Es extraño, pues en primavera siempre puedo escuchar la lluvia. La música. Debo detenerla. Si esta soledad no termina por enloquecerme, esa canción definitivamente lo hará.

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Me estoy preparando desde hace varios días. Tengo que abrir la puerta, caminar quince metros hasta la puerta del vecino y exigirle que apague esa música horrenda. Perdí la cuenta del tiempo exacto, pero me quedé dormida en tres ocasiones antes de decidir hacer algo al respecto.

mujer camina en las penumbras

Ahora no puedo ignorar esta agonía revoloteando en mi estómago. ¿Qué encontraré cuando abra la puerta? ¿Y si alguien me ve? ¿Qué pensarán de una mujer de 22 años que, a juzgar por cómo se ve, no se ha bañado en semanas? No permitiré que eso pase. Pero la música debe parar. No puedo concebir un día más de vida teniendo que escuchar esa infernal canción por millonésima vez. Me voy a desquiciar si no hago algo. Tengo que actuar.

Sucedió algo lamentable. Esta mañana simplemente no pude seguir escuchando la canción. Me levanté del colchón y, por primera vez en mucho tiempo, abrí la puerta. Fui directo a la casa del vecino y golpeé la puerta. Sin embargo, nadie respondió. Quizá estaba dormido, aunque no me explico cómo alguien puede concebir el sueño con semejante escándalo. Jamás me perdonaría tener que regresar a mi casa y vivir con el ruido por el resto de mi vida. Si renunciaba en aquel instante, no tendría el valor para hacerlo de nuevo. Así que decidí irrumpir.

Tanto como «irrumpir», pues no. Y es que la puerta, por alguna razón, ni siquiera tenía seguro. Su casa era del mismo tamaño que la mía, una residencia de tres habitaciones con una pequeña sala de estar. No me tomó mucho tiempo inspeccionar la propiedad entera, solo para encontrar que allí no había nadie. Quizás se fueron de vacaciones y con las prisas se olvidaron de apagar la música. Pero eso no explica que dejaran la puerta sin seguro. O que sus artículos personales, incluidas llaves y teléfonos, estén en la casa.

ciudad fantasma

Así que me dispuse a localizar la fuente de la música, y la encontré. Provenía de unos altavoces enormes instalados en cada esquina de la habitación del vecino, conectados directamente a la computadora. Sin titubear, hice clic en el botón de Stop. Incluso para mí, volver a casa sin más resultaba muy extraño. Así que caminé por el corredor trasero hasta el lobby de un edificio cercano.

No había nadie en ese lugar. Absolutamente nadie. Entonces salí a la calle. Y no encontré a nadie. Ni siquiera un animal. Regresé a mi casa, aseguré la puerta y corrí a la seguridad que me proporcionaba mi colchón. ¿Qué rayos está pasando?

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Después de permanecer en completo silencio por 24 horas, los 7 días de la semana, aquella música ya no parece tan mala. Al menos esa canción repetitiva hacía que mi mente se ocupara en algo. Ahora solo estoy yo. No tengo más cosas en qué pensar. Estoy a punto de terminar mis últimas raciones de comida. ¿Qué haré cuando se acaben? No sé durante cuánto tiempo pueda seguir sobreviviendo. Quizá algunos días. O incluso semanas si como lo mínimo.

También sucedió lo que más temía: me cortaron el agua. Como no pagaba la factura desde hacía un mes, hace algunos días se me ocurrió llenar unas botellas y ponerlas en el refrigerador. Supongo que solo me queda esperar a que algo cambie. Cualquier cosa.

 

 

Hoy cortaron la energía eléctrica. Estoy en penumbras. La poca luz que entra es la del Sol que brilla sobre la puerta principal. Eso también significa que la poca comida que queda terminará echándose a perder. Desde hace una semana se me acabaron los alimentos no perecederos. Lo único que me queda son sobras y algunas cosas que dejé por la casa. No sé lo que haré a partir de este instante.

hombres caminando en la oscuridad

Escucho algo del otro lado de la ventana. Es un sonido tenue, pero contrasta con el absoluto silencio. Parecen pequeños golpecitos. Suceden con la misma cadencia. Creo que son pasos. Ahora son más fuertes, ya puedo distinguir un paso del otro. Parecen provenir de algo pesado, tal vez unas botas. Lo que quiera que sea, ya abrió la puerta frente a mi casa, y los pasos cambiaron en cuanto pisaron el interior.

No sé qué hacer, ¿debería salir a ver o esperar a que me encuentre? Creo que haré lo último. Los pasos se escuchan cada vez más cerca. Por favor, no me encuentres. Te lo ruego. Está justo frente a mi puerta. Tal vez a 15 o 20 pasos. Está parado del otro lado de la puerta. Puedo ver la luz bloqueada por la sombra de los zapatos bajo el marco. Por favor, ayúdame.

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5 comentarios en «Tengo miedo a las personas – Creepypasta»

  1. Me gustan los relatos misteriosos y sugerentes, pero no tan dispersos como para que ni tú sepas qué está pasando, francamente quedan muchas cosas al aire que jamás se explican pero tampoco se insinúan. ¿Qué tiene que ver con el desenlace, la soledad de la protagonista? ¿qué tuvo que ver la música repetitiva? ¿qué tiene que ver su miedo a las personas si nunca se encontró a ninguna?
    Muy pero muy al aire para mi gusto.

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    • Imagínatelo. Quizá está en el Infierno, tal vez ignoró un éxodo masivo (¿Chernóbil?) o simplemente está alucinando a causa de una esquizofrenia. Hay estructuras narrativas que se disfrutan no por el final, sino por la propia trama.

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  2. Esperen ¿Qué?, me quede en shock viendo el monitor, es decir por no levantase de su colchón se salvo de lo que sea que haya pasado afuera hasta ese momento…
    Gracias por el jueves de Creepypasta 🙂

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