En un intento por trascender después de la muerte, algunos individuos encomiendan la creación de ciertos epitafios, frases que quedarán gravadas sobre el lugar de descanso eterno. Tradicionalmente, la costumbre dicta que los “muertos descansen en paz”, aunque algunos ven en los epitafios la oportunidad para extender su personalidad más allá de la muerte.
Cada tumba es una historia esperando a ser contada. La mayoría de las historias son prosaicas, y a menudo representadas por los grabados en las mismas lápidas: madre, padre, hermano, hija, esposa. Sin embargo, ciertas tumbas guardan historias más inusuales, y algunas representan un auténtico misterio esperando a ser resuelto.
Grabados sobre una lápida o una placa, los epitafios generalmente son pequeños textos que describen y honran a una persona fallecida. En estos se resume información sobre la familia, la carrera y a veces algunos logros importantes. Pero no siempre es así.
Bajo las ruinas del templo budista Bao’en, en Nankín, China, miembros del Instituto Municipal de Arqueología encontraron dentro de una cripta subterránea lo que suponen es un trozo del cráneo de Buda – muy bien resguardado al interior de una urna con más de un milenio de antigüedad.
Antes que nada quiero precisar que la brujería, la magia negra y los rituales satánicos no son algo en lo que sea un especialista, mucho menos son de mi más mínimo interés. Pero el video que presentamos a continuación, me hizo cuestionarme muchas cosas, principalmente la salud mental de las personas que hacen este tipo de rituales. El contenido podría ser incómodo para las personas sensibles, por lo que pedimos discreción, recuerden que hoy es jueves y están en Marcianos.
Highgate es un cementerio ubicado en el distrito del mismo nombre, está situado al norte de Londres en Inglaterra. Actualmente es considerado patrimonio cultural ingles de Grado I.
Se inauguro el 20 de mayo de 1839, Stephen Geary fue el arquitecto encargado de su diseño, su construcción fue parte de un plan para abrir una serie de siete cementerios privados en la ciudad de Londres, a los que denominaban los Siete Magnificos, y respondían a al problema de los camposantos tradicionales controlados por las iglesias quienes no se daban a basto con la enorme demanda.