Disney será una de las empresas más grandes de entretenimiento. En sus estudios se producen grandes títulos del cine mundial y se apoderó de poderosas franquicias como Star Wars y Marvel. Sin embargo, nadie olvida que todo ese éxito empezó con las películas de cuentos de hadas. Ese monstruo del entretenimiento inició con personajes como Blancanieves y La Cenicienta. Con historias que marcaron la infancia de varias generaciones y siguen siendo veneradas por los fanáticos.
Cuando se habla de una princesa, solemos remitir la imagen que Disney nos ha formado de estos personajes: mujeres inocentes, delicadas y en ocasiones sumisas que deben atravesar una serie de vicisitudes para alcanzar la felicidad junto al hombre amado. Sin embargo, quizá no sepas que existe una serie de princesas que, debido a su comportamiento problemático y a sus polémicas acciones, jamás podrás encontrar en el universo de Disney.
Durante prácticamente toda nuestra infancia solemos estar en contacto con las princesas de los cuentos de hadas, mismas que en los últimos años han sido rescatadas por las producciones de Hollywood para el disfrute de las nuevas generaciones. Sin embargo, llega un punto donde los cambios hormonales nos piden otro tipo de princesas, esas que viven en el mundo real.
Las reinterpretaciones de las princesas de Disney con diferencias visuales se han hecho algo de todos los días. Varios artistas hacen las adaptaciones con la intención de que el público adquiera otro tipo de visión de estos personajes tan clásicos y populares que estuvieron presentes en la infancia de incontables personas alrededor de todo el mundo.
Es conocido que la pérdida del pelo es una de las partes más difíciles para las mujeres y niñas que enfrentan quimioterapia como tratamiento para el cáncer. Mientras unas amigas se rapan para solidarizase con su compañera, las princesas de Disney se quedan calvas para inspirar a las niñas.
¿Han notado ya casi nadie habla de los metrosexuales? Y no se debe precisamente a que hayan desaparecido como tendencia, sino a algo mucho peor. Esa tendencia terminó por asimilarse como un estándar y, desgraciadamente, hoy podemos ver a lo que antes era catalogado como un hombre metrosexual convertido en la imagen esperada o ideal de un hombre moderno, con clase, pulcro y “bello”.
