Quien visualiza un selfie con el protagonista de la foto en una pose supuestamente natural, jamás podría imaginarse (a menos que sea un adicto a autorretratarse) que aquella es una de entre ciento treinta dos intentos de hacer una buena foto.
Quien visualiza un selfie con el protagonista de la foto en una pose supuestamente natural, jamás podría imaginarse (a menos que sea un adicto a autorretratarse) que aquella es una de entre ciento treinta dos intentos de hacer una buena foto.