Los muñecos de terapia odian que les griten

Clara tenía nueve años recién cumplidos cuando sus padres la trajeron a mi consulta. Según ellos, la pequeña era de carácter fuerte. Al parecer, estalló en cólera durante el recreo después de perder un juego. Y en aquel arrebato de rabia le rompió la nariz a un compañero de clases. Un temperamento complicado.

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Todo lo que hay que perder

“¿Estás segura de que te vas a comer todo eso?”. Aunque me lo preguntó con delicadeza, sus palabras se sintieron como un gancho al hígado. Mi esposo se paró detrás de mí y empezó a masajear mis hombros lentamente mientras yo retiraba las porciones del plato. Como siempre, él tenía toda la razón. Habían pasado varios meses desde el nacimiento de mi pequeña hija y todo ese peso que gané durante el embarazo se mantenía igual.

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La muerte entra a un bar

Todos dejaron lo que estaban haciendo cuando la figura que portaba una guadaña y vestía túnica negra atravesó la entrada del bar. Cada uno de los ojos en aquel recinto la siguieron meticulosamente mientras caminaba hacia la barra. Y con cada paso que daba, el mango de la guadaña golpeaba el suelo de madera produciendo un eco sepulcral.

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Jiko Bukken: las casas embrujadas en Japón

La cultura japonesa es tan peculiar que muchos terminan cautivados. Especialmente cuando hablamos del estilo de vida de los nipones, que a menudo provoca ganas de experimentarlo en primera persona viviendo un tiempo por allá. Aunque la extensión territorial de este país insular es reducida, comparada con países como México, su densidad de población es considerablemente alta.

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No hay nadie en esa puerta

Aquella noche que murió mi hermano, nadie estaba en la puerta. En la puerta tampoco estaba nadie las otras noches, pero esa noche en particular no había nadie en la puerta. Cuando empezaron a tocar, nadie estaba en la puerta. Tampoco estaba nadie en la puerta cuando empezaron los rasguños. Y mucho menos había nadie en la puerta cuando empezaron los golpes, aullidos y lamentos.

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No creas todo lo que dicen de los vampiros

“Así que tú eres un vampiro”.

“Estás en lo correcto”, dijo el extraño con las manos temblorosas mientras daba un sorbo a la taza, que contenía una buena cantidad de sangre tibia. “De nuevo, muchas gracias por dejarme pasar”.

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