Solía ser la clase de persona que observa el cielo a través de las rejas oxidadas de su ventana y sueña con ser un ave. La cadena que me mantenía en la cama era suficientemente larga para permitirme ver por la ventana. Por eso cada noche, después que papá venía a visitarme a la habitación, me quedaba recostada con los ojos abiertos, esperando que los primeros rayos de sol se asomaran por el horizonte para correr a la ventana y tener el privilegio de escuchar los primeros cantos de los pájaros.
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