La leyenda de la novia.

De pronto, cuando la señora Juana Ortiz, viuda de Hernández, y su hija Teresa Hernández trapeaban el piso de la vivienda cinco que había quedado desocupada, vieron al ras del piso unos zapatos negros bien boleados y brillantes. Y al levantar más los ojos, perplejas y atemorizadas, observaron a un hombre con traje de novio: de camisa blanquísima, pantalón y saco negros y en la solapa, flores de azahar. ¿Su rostro? Blanco como la cera y una enorme tristeza en los ojos.

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