Rostros manchados y pintarrajeados, ropas socias, tierra por debajo de las uñas… esa es la clásica imagen de un niño que pasó la tarde entera en un parque, trepado en los árboles, jugando en el lodo, corriendo en el pasto o jugando al fútbol y, tristemente, es una imagen cada vez más escasa.
Y aunque encuestas recientes indican que a las madres les gustaría ver a sus hijos jugando en espacios libres, la verdad es que la inseguridad, la falta de tiempo y sobre todo el uso desmedido de las nuevas tecnologías hacen que ese deseo sea muy difícil de concretarse en una realidad.