Las empresas en todos los rubros tienden a presentar nuevos productos e invenciones constantemente, siguiendo la máxima de “innovar o morir”, y siendo sinceros algunas de estas propuestas resultan un auténtico fiasco mientras que otras podrían tener mucha utilidad en nuestro día a día y merecen una atención especial. A continuación, te presentamos algunos productos que, a pesar de su simplicidad y tamaño, podrían ayudar a las personas en situaciones de emergencia e incluso salvar una vida.
En asuntos de genialidad no hay quien supere a estos maestros de la chapuza, son los auténticos campeones del “haiga sido como haiga sido”. Estas imágenes son la prueba irrefutable de que vivimos rodeados de mentes brillantes que prefieren vivir en el anonimato y la tacañería.
Nos hemos acostumbrado tanto al galopante avance de la tecnología en determinados ámbitos que algunos productos nos resultaban de mucha utilidad hace apenas una década, hoy están completamente fuera del mercado y se venden más como piezas de colección y reliquias. Sin embargo, incluso aquellos inventos más básicos que parecen haber estado ahí todo el tiempo tuvieron versiones primitivas que nuestros padres y abuelos utilizaban con peculiar forma.
Cuando se es el ejército de los Estados Unidos, matar es una de las tareas más simples. Con un presupuesto que excede los US$ 600,000 millones anuales, existen recursos para adquirir toda clase de armamento letal. Sin embargo, las situaciones no siempre ameritan medidas tan drásticas o poco viables. Cuando esto sucede, hacer frente al enemigo sin exterminarlo se convierte en una tarea más compleja.
Una vida resulta insuficiente para terminar de conocer todos aquellos inventos que ha producido la humanidad. El surgimiento de estos artículos atiende a la pura necesidad, y una vez que aparecen formas más prácticas de satisfacer estas necesidades, aquellos objetos alguna vez útiles van siendo olvidados poco a poco hasta que la gran mayoría termina ignorando el fin para el que fueron creados.
Los humanos han masticado goma de mascar (y sustancias parecidas) desde tiempos inmemoriales. Entre los registros más antiguos de esta práctica tenemos a la civilización griega, que masticaba almáciga obtenida a partir de la resina del árbol Pistacia lentiscus. La antigua cultura maya también consumió chicle, nombre con el que se denominaba a la savia del árbol chicozapote (Manilkara zapota), hace alrededor de un milenio.
