Innovar es algo que generalmente sale caro. Muy pocas veces se hacen avances sin algún tipo de sacrificio. La buena noticia es que siempre ha habido personas dispuestas a pagar el precio por el progreso de toda la humanidad, como estos diez científicos que fueron sus propios ratones de laboratorio.
Horace Wells
Curiosidades increíbles de la historia
Tanto “imprimido” como “impreso” son participios pasivos del latín imprimere = grabar. Ambas formas son correctas, aunque la Academia recomienda, por una actitud simplemente caprichosa, “impreso”.
El pergamino se inventó para cubrir una necesidad ya que, en el siglo II a.C. el faraón Ptolomeo, celoso de la reputación de Pérgamo, como centro cultural de la época, dejó de suministrarles papiros para la escritura. Así, los escribanos de Pérgamo aguzaron el ingenio e inventaron un nuevo soporte, el pergamino, a partir de pieles de corderos o cabras. De todas las formas y antes de la invención de la imprenta, el pergamino era un bien escaso y muy preciado, especialmente en los monasterios, lugares en el que se copiaban los libros a mano. Para reducir gasto, un monje inglés del siglo VII de nombre Alcuino, decidió inventar las letras minúsculas que, al ser más pequeñas, permitían incluir más texto en un mismo espacio.