Maximiliano de Habsburgo: Lo bueno, lo malo y lo feo.

Maximiliano

Maximiliano de Habsburgo (1832-1867).

LO BUENO: Monarquía liberal.

Maximiliano aceptó la corona del segundo imperio mexicano ante la adulación de los monarquistas mexicanos y apoyado por conservadores radicales y el clero. Contrario a lo que éstos esperaban, las políticas de Maximiliano se acentuaron en su contra: ratificó las leyes de Reforma, decretó la libertad de cultos y se negó a devolver los bienes a la iglesia.

A pesar de que nunca ofreció ninguna solución práctica para erradicar la situación de pobreza e ignorancia de la población indígena, ante ellos se mostró paternal, devoto y caritativo, llegó incluso a expresar que eran lo mejor que el país tenía.

LO MALO: Imprudentemente inepto.

Maximiliano entró a la ciudad de México en junio de 1864 mancillando la soberanía del país. Sabiéndose apoyado por las bayonetas francesas, tuvo el atributo de mostrar sin pudor su ineptitud y gobernar sin satisfacer a nadie; despilfarró las escasas rentas del erario y emprendía viajes al interior supuestamente para examinar de cerca la situación del país, o para a cazar mariposas, dejando a Carlota frente al gobierno.

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Agustín de Iturbide: Lo bueno, lo malo y lo feo.

iturbide

Agustín de Iturbide (1783-1824)

LO BUENO: Consumador de la Independencia.

En 1820, Agustín de Iturbide fue comisionado para terminar con la resistencia insurgente de Vicente Guerrero; después de varios reveses militares prefirió elaborar un plan distinto: pactar con los insurgentes, cesar las hostilidades, unir fuerzas y terminar con diez años de guerra.

Iturbide proclamó el plan de Iguala, se convirtió en el jefe del Ejército Trigarante, logró la adhesión de casi todas las tropas realistas e insurgentes y firmó con Juan de O’Donojú los tratados de Córdoba que reconocían la independencia de México. El libertador hizo su entrada triunfal a la capital mexicana el 27 de septiembre de 1821, consumando así la Independencia.

LO MALO: Ferocidad anti insurgente.

Agustín de Iturbide ingresó en su juventud al ejército realista. Durante las primeras etapas de la guerra de Independencia combatió con ferocidad a los insurgentes. La dureza y crueldad que evidenció en los campos de batalla -fusilaba sin empacho a sus enemigos-, se extendió a la población civil que mostraba la más mínima simpatía con la causa independentista.

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