Hace tres décadas, en 1985, una madre compró para su primogénito dos osos de peluche idénticos – uno fue destinado a servir como juguete del pequeño, y el otro fue guardado para, en un futuro incierto, ser entregado a su nieto. Ahora que el bebé de la tercera generación por fin vino al mundo, su tío decidió comparar los dos ositos y el resultado es digno de apreciar.