Desde tiempos inmemorables el ser humano ha anhelado alcanzar la inmortalidad a través de la fuente de la eterna juventud. Los alquimistas pensaban que la solución se encontraba en una legendaria poción o bebida a la que nombraron el “elixir de la vida”, a pesar de que todo giraba en torno a leyendas y que los argumentos parecían más del ocultismo que de la ciencia, hay que agradecer este periodo tan supersticioso de la humanidad, ya que gracias a esta incansable búsqueda de la inmortalidad se lograron grandes avances en la farmacéutica y en la ciencia médica. Hoy la ciencia, desde una de sus ramas más importantes conocida como Genética, persigue el mismo fin que los alquimistas, buscando la piedra filosofal en nuestro propio genoma.