Leyenda del usurero del Baratillo

Trata de un hombre que vivió en tiempos de la Revolución de 1910. Dos o tres veces al día, cuando el hambre lo acosaba, bajaba la escalera de su casa y se abría el pesado zaguán, hermético por el resto del día.

El baratillo, Guanajuato

Rápidamente cambiaba unos centavos por atole y tamales o bien por nopales y tortillas, según la hora, y sin cruzar palabra con nadie, volvía otra vez a su encierro. La gran puerta de madera dejaba oír el crujido de sus goznes herrumbrosos, para continuar irremediablemente cerrada.

Era el «usurero del Baratillo«, como dio en llamarle la gente del pueblo. Hombre enjuto, de mirada extraviada, blanco, estatura regular, bigote y piocha que dejaban ver evidentemente un rostro sin afeitarse. Vestía pantalón negro y camisa que se suponía blanca en otros tiempos.

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