En los albores del siglo XIX, un hombre llamado Jesse Elliott vivió en Bath, Carolina del Norte, Estados Unidos. Jesse era un sujeto de espíritu libre que disfrutaba emborrachándose y maldiciendo a quien se le ponía enfrente. Tenía muchos vicios, pero su favorito era correr caballos los domingos acompañado de sus compinches. Se hizo famoso por enfrentar a cualquier retador, sin importar el momento y lugar. La vorágine de egoísmo que consumía a este matón lo llevó a creer que su caballo era el más rápido de todo el lugar.
Leer MásLas huellas del caballo del diablo, una leyenda espeluznante