Thierry Mariani, el Ministro del Transporte en Francia, hizo pública una sorprendente iniciativa para fomentar el uso de la bicicleta en el país: pagar a los ciudadanos 21 centavos de euro (unos 3.5 pesos mexicanos) por cada kilómetro de recorrido entre su hogar y su lugar de trabajo.
Hace unos días me preguntaba hasta qué punto el automóvil es útil en zonas atestadas de tráfico. Un recurso que supuestamente debería beneficiarnos, ha venido a convertirse en una pesadilla en las grandes ciudades. El típico habitante de la Ciudad de México termina invirtiendo un mes de su vida al año en el tránsito vehicular. Algunas ciudades ya se dieron cuenta que el automóvil no es la mejor opción para los grandes centros urbanos. Los automóviles contaminan el medio ambiente, causan accidentes, muertes y además se están convirtiendo en un medio de transporte lento y estresante.
La propia Agencia de Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en inglés) de los Estados Unidos asegura que al aire que respiramos al interior de nuestro hogar puede resultar hasta cinco veces más contaminado que el aire del exterior. ¿Cómo es posible?
Los efectos del cambio climático ya pueden sentirse en el mundo entero, y naturalmente hacen surgir una pregunta importante: ¿cuáles son los países más vulnerables a las amenazas naturales que deben intensificarse a lo largo de este siglo?
Es un hecho que uno de los mayores, si no es que el mayor, enemigo para la naturaleza es el plástico. Otro hecho es que, a pesar de que nos bombardean de forma incesante con advertencias sobre los daños a la naturaleza que éste causa, no parece que las personas ni las grandes industrias tengan la intención de hacer algo para resolver el problema. Pero existe un grupo de personas que está actuando.
El mundo, o mejor dicho, los humanos tenemos un problema enorme con la basura. Se estima que los mexicanos producimos en promedio 1 kilogramo de basura al día, aunque resulta un tanto esperanzador sin nos comparamos con nuestros vecinos del norte quienes producen 4 kg de desechos a diario. Eso es más del doble de lo que se producía en la década del 60, y gracias a la explosión demográfica y al consumismo desmesurado estos números no hacen más que aumentar año con año.
