En Estados Unidos, la cadena de comida rápida Burger King inició las primeras pruebas de su Impossible Burger, una hamburguesa donde se utilizan sustitutos de origen vegetal para reproducir a detalle el sabor de la carne presente en una hamburguesa tradicional, incluso el característico sabor de la “sangre”. El pasado 31 de marzo, Burger King anunció que probaría, en algunos establecimientos, la “Impossible Whopper” como sustituta de la Whopper tradicional, su hamburguesa más popular.
Muy malas noticias para los amantes del tocino: existe evidencia irrefutable de la relación entre el cáncer y este alimento. Esto lo confirma un estudio exhaustivo de reciente publicación que dio continuidad a la bomba que estalló allá por 2015 sobre la peligrosidad de las carnes procesadas para la salud humana.
Stephania Potakis se había mantenido, durante 22 años, libre del consumo de carne y aceptó experimentar este tipo de proteína una vez más en su vida para formar parte del desafío The A.V. Club. En una steak house la mujer experimentó con platillos diferentes: pierna de pollo crocante, tuétano y después con una variedad de carnes.
Antes que todo, una advertencia: el contenido de este artículo (especialmente el video) puede herir la sensibilidad de algunas personas, por lo que se recomienda discreción. Ahora vayamos a los hechos: ¿será verdad eso de que todo se vale en el nombre de la ciencia? Para el presentador Greg Foot, la respuesta es un rotundo sí.
Clear Foods, una empresa con sede en los Estados Unidos, llevó a cabo una serie de experimentos con 345 perros calientes fabricados a partir de 75 diferentes marcas que circulan en el mercado estadounidense y, de una forma bastante inesperada y asquerosa, concluyó que quizá no estamos comiendo lo que creemos.
El lunes, la semana inició de una forma bastante compulsiva tras el anuncio por parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de que la carne procesada es “cancerígena”, situando a este tipo de producto en el mismo grupo que sustancias bien conocidas como el tabaco. La decisión provino de la Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer (IARC), y estuvo basada en una extenuante revisión de más de 800 estudios en los que se encontraron “evidencias suficientes” de que el consumo de embutidos tiene relación con el cáncer colorrectal.
