Cada año una enorme cantidad de superdeportivos van desde el Golfo Pérsico hasta Londres, es un deleite de sus millonarios propietarios, curiosos y turistas… pero una total locura para los vecinos de Londres. Muy probablemente los que somos aficionados a los autos disfrutemos del rugido de un motor poderoso, pero hay que confesar que todo tiene sus limites. Y es que despertar e ir adormir con el ensordecedor rugido de un deportivo se ha vuelto un calvario para algunos londinenses, y un verdadero problema para las autoridades.