Desde hace miles de años las cabezas pensantes han estado tratando de determinar si el hombre es bueno por naturaleza, como creía Rousseau, Sócrates o Montaigne, o se inclina por el mal como argumentaba Hobbes, Maquiavelo o la teología cristiana, mediante el pecado original. El debate continúa fuerte, pero ahora hay una nueva voz a tomarse en consideración: la neurociencia, que está en vías de estimar cuantitativamente la bondad humana.
¿Somos buenos o malos? Hay un pequeño porcentaje (alrededor del 20%) de personas que actúan siempre en un modo compasivo y respetuoso de las reglas. En el otro extremo, otra porción más pequeña (alrededor del 4%) tenemos a los que sistemáticamente actúan en el orden y la conducta antisocial, incluyendo al 1% de los individuos peligrosos. Pero el caso más interesante sucede en tierra de nadie, donde se mueven la mayoría de los mortales, ese 60-80% de las personas que actúan con bondad o maldad dependiendo de cómo sople el viento. Es decir, actúan influenciados por el comportamiento de los demás, quienes están buscando las normas punitivas que prevalecen en el espacio-tiempo donde se encuentran.