Gaby, el infierno de Carolina

Historia de terror: Gaby (2)

—Señor, por favor, ayúdeme.
Esto fue lo primero que salió de los labios de la pálida joven que, con lágrimas en los ojos, me suplicaba auxilio.
—Por favor, cuéntame qué te pasa, Carolina.
Era una chica de estatura pequeña, con una delgadez extrema y un color de piel casi verdoso. Sus manos temblaban y pude percibir en su voz débil la conjunción de angustia y miedo.
—Señor, tal vez piense que estoy mal de la cabeza, pero le juro que esto es verdad. Hasta ahora no me había atrevido a contarlo a nadie por temor a las burlas, pero ya no puedo más. No sé si estoy loca o estoy viviendo constantemente la misma pesadilla. A veces preferiría morir a seguir viviendo lo que he vivido hasta ahora. Hace unos meses fui a un deportivo a practicar natación, pues los médicos me diagnosticaron una rara enfermedad que me debilita los huesos y los músculos, y practicar ese deporte me ayudaría a fortalecerlos.

El que sigue es el relato de Carolina.
Nunca fui una persona sociable, y al saber de mis problemas de salud me sumergí en una depresión constante, llena de amargura y tristeza. La primera mañana me levanté con desgano, como si algo más fuerte que la depresión quisiera impedirme ir a la sesión inicial en el agua. Había elegido ir temprano para no encontrar mucha gente en la alberca. Con sorpresa vi que aún no llegaba nadie y me dirigí a los fríos vestidores pensando que era mejor nadar sola, así estaría más cómoda.
No habían pasado diez minutos cuando una chica de rostro infantil y amplia sonrisa se sumergió de un salto en la alberca, nadó unos cuantos metros y se me acercó.
—¡Hola! Eres nueva aquí, ¿verdad?
—Sí, hoy es mi primer día.
—Me llamo Gaby y he venido a nadar todas las mañanas de los últimos meses sin faltar una sola. Es que tengo algo importante que hacer aquí.

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