Con cada segundo que marca el reloj nos acercamos a nuestra única y más trágica certeza: la muerte. Es una realidad que no podemos cambiar, y lo mejor que podemos hacer al respecto es aprovechar nuestra breve estancia. Somos un cúmulo de momentos y cambios que suceden extremadamente rápido. Basta con imaginar cómo eran las cosas hace apenas diez años.