SI QUEY: el temible come niños de Bangkok

En la década de 1960, los padres tailandeses solían asustar a sus hijos diciéndoles que si no se comportaban, Si Quey se los comería. Peor aún, si los rebeldes insistían los llevaban ante el monstruo como forma de castigo. Y los niños solían comportarse, pues pocas cosas son más aterradoras para un infante que la amenaza de un demonio de carne y hueso. Puedes escuchar la narración integra del artículo en el siguiente video, o seguir leyendo.

Su verdadero nombre era Ng Lihui, pero pasó a la historia con el mote del Caníbal de Bankok o simplemente Si Quey. En su carrera criminal figuran actos tan atroces, que se convirtió en una especie de leyenda urbana en Tailandia. Varias generaciones crecieron bajo la sombra amenazante de este monstruoso ser humano. Con el paso de los años, la historia de Si Quey adoptó detalles tan surrealistas que muchos la consideraban un invento.

El menos sospechoso.

Aunque no podían estar más equivocados. Si Quey existió y sus crímenes fueron particularmente aterradores y traumáticos para la sociedad tailandesa. De hecho, los tailandeses consideran a Si Quey el peor asesino en serie de su historia.

Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, Si Quey migró de China a Tailandia y recorrió buena parte del país antes de establecerse en la capital, Bangkok. El estilo de vida “nómada” de Si Quey llevó a muchos a suponer que el total de víctimas era mucho mayor. Y es que habitó algunas regiones rurales en las que los asesinatos fácilmente pudieron pasar por misteriosas desapariciones. Oficialmente, Si Quey fue condenado por el asesinato de siete niños, y ni siquiera existen estimaciones de la cifra real.

SI QUEY en los periodicos

De hecho, la propia existencia de este hombre taciturno es un enigma. Trabajaba como jardinero en parques y jardines del centro de Bangkok. Llegaron a describirlo como una persona pacífica y extremadamente tranquila. Muchos creían que ni siquiera hablaba tailandés o que padecía de sus facultades mentales. Ocasionalmente murmuraba algunas palabras en mandarín, sonreía y se alejaba.

Aquel hombrecillo de metro y medio de estatura fue descrito como un individuo educado, totalmente inofensivo y extremadamente afable por quienes llegaron a tratarlo mientras daba mantenimiento a los jardines. Se le veía podando árboles, cortando el pasto y recorriendo los parques con una ropa llena de tierra. Siempre portaba sus herramientas de trabajo: tijeras para podar, pala y rastrillo.

Si Quey: el caníbal de Bangkok.

En agosto de 1958, un par de oficiales que realizaba una ronda de rutina observó una inusual humareda. Como el parque había cerrado hacia varias horas, creyeron que se trataba de un incendio y fueron a verificar. Encontraron a Si Quey quemando un montón de hojas secas. Antes que pudieran cuestionarlo, el hombrecillo salió huyendo como alma que lleva el diablo.

Los oficiales sospechaban que algo no andaban bien y decidieron perseguirlo. Cuando lo atraparon, Si Quey empezó a gritar que no era su culpa, que estaba enfermo. Al buscar entre la montaña de hojas, los policías localizaron el cadáver de un niño de ocho años reportado como desaparecido. La víctima sólo llevaba ropa interior y, aunque no presentaba signos de abuso sexual, sí tenía marcas de estrangulamiento en el cuello.

Otro dato perturbador es que el pecho del pequeño estaba abierto, como si hubieran excavado sobre él. Más tarde supieron que Si Quey le extrajo el corazón, lo cocinó y después comió. Esa era su firma particular: extraer los órganos de sus víctimas con las tijeras de podar. El monstruo buscaba destruir la evidencia de sus crímenes como ya lo había hecho en al menos seis ocasiones.

La terrible confesión de Si Quey.

En el interrogatorio, recuperó la compostura y admitió que ese no era su primer asesinato. Su trabajo le permitía observar a los niños jugando en los parques. Una vez que elegía una víctima, la seguía hasta su casa y empezaba a asecharla. Siempre buscó la mejor oportunidad para secuestrar a los pequeños. Se ganaba la confianza de estos inocentes obsequiándoles juguetes que habían olvidado en el parque. Aunque también los atraía con golosinas.

SI QUEY canibal
“No salgas después que oscurezca o Si Quey te comerá”.

Una vez que ganaba la confianza de su próxima víctima, atacaba. Llevaba a los niños hasta su casa, una choza repleta de herramientas en uno de los parques donde le autorizaron vivir.

Las escasas posesiones materiales del monstruo estaban guardadas en una maleta vieja. Solía dormir entre sacos de tierra y fertilizante, sobre un colchón húmedo y lleno de moho. Poseía algunos utensilios de cocina y una estufa de dos quemadores. Una arrocera servía para hervir los órganos de sus víctimas, que consumía con arroz y papas. Sin embargo, se supo que al principio los comía crudos y frescos. Si Quey era un auténtico caníbal.

Aquel monstruo no titubeó en confesarse frente a las autoridades. Proporcionó detalles escalofriantes y en ningún momento mostró arrepentimiento. De hecho, parecía ansioso de que los investigadores conocieran los pormenores de sus crueles actos.

Caníbal en la guerra.

Al escarbar un poco en su pasado, supieron que sirvió como soldado en la Segunda Guerra Mundial como miembro de las fuerzas de defensa en China que defendían el territorio de la invasión nipona. También relató una ocasión en que lo enviaron a defender un puesto en Hainan, una isla miserable en la que la comida era escaza. Tras haber comido animales domésticos y ratas para evitar morir de inanición, él y otros compañeros capturaron a un niño para convertirlo en alimento.

Sin embargo, Si Quey reconoció que esa no fue la primera vez que degustó carne humana. Lo hacía con su familia desde que era pequeño, por lo que le parecía una dieta completamente natural, un retorno a los viejos hábitos que aprendió en la infancia.

Cuando los japoneses atacaron Hainan, la unidad de Si Quey implementó el canibalismo en la guerra. Solían preparar hígado encebollado con el órgano de los enemigos caídos en batalla. Incluso el oficial responsable de defender la isla promovió la práctica argumentando que era una forma de fortalecerse, principalmente porque los orientales creen que el hígado posee propiedades regenerativas. Como el canibalismo no era mal visto, Si Quey solía hartarse de corazones, pulmones y ocasionalmente intestinos humanos.

Gusto por la carne humana.

Al culminar la guerra se estableció en el sur de China y emigró a Tailandia cuando empezó la Guerra Civil. En este país se volvió vagabundo y apenas se ganaba la vida haciendo pequeños trabajos hasta que lo contrataron como jardinero en los parques. Sus patrones lo veían como una trabajador responsable, tranquilo y pacífico que cumplía con todos los encargos. Cuando su verdadera naturaleza salió a la luz, nadie podía creerlo.

El asesino reveló los sitios donde incineró los restos de sus otras víctimas. Según sus propias palabras, la única razón por la que asesinaba era para satisfacer su deseo de comer carne humana. “La carne humana, especialmente de niños, es exquisita. Ni tan salada ni tan dura, como la carne de cerdo, pero más tierna y blanda”, confesó el monstruo mientras salivaba. Uno de los investigadores no soportó tal descaro y salió de la sala. Según Si Quey, el hígado y corazón de sus víctimas lo mantenían en óptimo estado de salud.

Era evidente, Si Quey padecía un grave desequilibrio mental, pero la justicia tailandesa juzgó al homicida como un individuo capaz de asimilar todas las consecuencias de sus actos. Tras una deliberación de apenas 10 minutos, el jurado lo condenó a la pena capital. Algunas autoridades extranjeras trataron de intervenir argumentando que el criminal era incapaz de asimilar sus actos, pero de nada sirvió. La justicia tailandesa ordenó que lo ejecutaran a la brevedad. A los pocos días, una bala atravesaba el cerebro de este aterrador asesino y ponía fin a su existencia. Sin embargo, Tailandia no quiso que la historia de Si Quey terminará en una tumba.

Si Quey se convierte en momia.

Tras la ejecución, personal del Hospital Siriraj presentó un documento en el que el propio asesinó autorizaba donar sus restos a la ciencia. Los investigadores intentarían descifrar aquella mente tan corrompida y buscar la fuente de esas idean tan espeluznantes. El cerebro de Si Quey quedó seccionado en delgadas capas que permitían su estudio bajo el microscopio.

Cuando todo terminó, los científicos no encontraron un solo dato revelador en el órgano. No existía el dichoso “germen” del mal. Sin embargo, decidieron preservar sus restos para futuras referencias. Volvieron a cerrar, lo embalsamaron con cera de parafina y lo metieron en una caja. Años después, un directivo de la institución creyó que era buena idea meter la momia de Si Quey en una caja de vidrio para alimentar el morbo del público.

Así, el museo del hospital se llenó de visitantes que buscaban saciar su curiosidad por conocer a Si Quey, el caníbal. Junto a los restos del asesino se encontraba una enorme colección de anomalías congénitas, fetos deformes y algunas pruebas de crímenes famosos. Personas de todas partes del mundo vieron al caníbal de Bangkok en la exposición del hospital.

El fin del caníbal de Bangkok.

Muchos consideraban que se trataba de un absurdo, pero la mayoría de los tailandeses veía justicia en exhibir al criminal de esa forma. Y es que, para el budismo, la religión predominante en Tailandia, la correcta disposición de los restos mortales es importantísima. Entonces, que Si Quey ni siquiera recibiera el más mínimo ritual de muerte significaba que su espíritu jamás estaría en paz.

adios al asesino

La horrible momia de Si Quey se mantuvo en exposición durante 60 largos años. En todo ese tiempo generó un amplio debate sobre el castigo, el simbolismo de la exposición pública y, evidentemente, sobre la condición humana. En agosto de 2019 el cadáver del asesino abandonó la exhibición y un año después se cremó en un monasterio budista.

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