Masacre del Mary Russell: locura en altamar

La historia sobre la masacre del Mary Russell empieza el 8 de febrero de 1828, fecha en que la goleta irlandesa zarpa del puerto de Cobh, en el condado Cork, Irlanda, con rumbo a Barbados en un viaje completamente rutinario. Aproximadamente cuatro meses después, exactamente el 25 de junio del mismo año, regresaba al puerto irlandés. Aunque, al capitán del puerto y la tripulación le resultó extraño que otra embarcación, el Mary Stubbs, los escoltara.

Masacre del Mary Russell1

Tras recibir la indicación de abordar primero el Mary Stubbs, el capitán de esta embarcación, Robert Callendar, señaló que el Mary Russell llegó hasta ese puerto gracias a la intervención de su propia tripulación. Mientras tanto, no había indicio alguno sobre la presencia del capitán del Mary Russell, William Stewart, y su tripulación. Y cuando el capitán del puerto y su equipo subieron al barco, rápidamente supieron los motivos.

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La masacre del Mary Russell.

A bordo del Mary Russell, en el salón principal de la embarcación, localizaron los cadáveres de siete miembros de la tripulación. Todos los cuerpos estaban atados de manos y pie y anclados al suelo. Una serie de brutales golpes en la cabeza se anticipaba como la causa de su deceso. Además, la sangre coagulada se convirtió en una sustancia pegajosa que cubría una superficie considerable de aquel piso.

Los asesinatos se perpetraron varios días antes, por lo que la descomposición natural de los cuerpos se sumó al horror que experimentaba la tripulación del puerto. El capitán William Stewart, detenido en el Mary Stubbs, confesó abiertamente y sin el mayor remordimiento que era el asesino de los siete miembros de su tripulación, a los que también acusó de conspiración.

Los únicos sobrevivientes en la masacre del Mary Russell eran dos miembros de la tripulación gravemente heridos que lograron ocultarse hasta el momento del rescate. También se encontró con vida a cuatro aprendices y un pequeño de 11 años de edad. Al principio, el capitán Callendar creyó en la historia de Stewart sobre el supuesto amotinamiento de sus hombres.

La locura del capitán William Stewart.

Sin embargo, reculó tras escuchar el testimonio de los sobrevivientes. Su forma de actuar y la extraña historia que contó hacían suponer que el capitán Stewart padecía serios problemas mentales. Llegó a arrojarse por la borda en cierto momento del viaje, pero la tripulación del Mary Stubbs evitó que se suicidara.

William Stewart

Las noticias sobre el horror que se vivió en el Mary Russell se divulgaron rápidamente. La mayoría de los tripulantes muertos vivían en el puerto de Cobh, sus familias estaban devastadas y el lugar se enlutó a causa de la tragedia. Betsy, la esposa del capitán Stewart, no lo podía creer cuando le dijeron que su esposo era un asesino despiadado, sin mencionar que enloqueció por completo.

Tenía cuatro hijos con los que esperaba pacientemente el regreso de su esposo y, al igual que todos en Cobh, se preguntaban: ¿Qué orilló a este capitán de barco tan respetado a asesinar a toda su tripulación? Al Mary Russell lo apodaron «el barco de los siete asesinatos» y rápidamente se esparcieron toda clase de rumores sobre la masacre. Sin embargo, los testimonios de los sobrevivientes proporcionaron hechos claros sobre los acontecimientos.

Sospecha de conspiración.

Tras zarpar del puerto de Cobh a principios de febrero de 1828, el Mary Russell se dirigió a Barbados con un cargamento de mulas. Al capitán Stewart lo acompañaba toda su tripulación, incluidos el primer y segundo oficial, varios marineros experimentados, el carpintero del barco y tres aprendices. A bordo también se encontraban dos mozos de cuadra, encargados del cuidado de los animales, y un pasajero de 11 años llamado Thomas Hammond.

No se esperaba ningún contratiempo, pues además de la experiencia en la tripulación no se pronosticó problema alguno durante el viaje. Mucho menos por parte del capitán William Stewart, un respetado miembro de la comunidad náutica en Cobh y protestante temeroso de la ira de Dios. Por razones desconocidas, la condición mental de este hombre se deterioró rápidamente cuando zarpó de regreso a Irlanda el 9 de mayo.

Como testificarían los sobrevivientes más tarde, en la mente de Steward se arraigó la idea de que su tripulación planeaba asesinarlo y quedarse con el Mary Russell. Aunque en esa época no era raro que una tripulación se amotinara, robara un barco y dedicara a la piratería. Resultaba poco probable que una goleta como la Mary Russell se destinara a este fin. Sin embargo, la paranoia de Stewart se salió tanto de control que decidió tomar acciones contra una amenaza inexistente.

El macabro plan que condujo a la masacre del Mary Russell.

Asimilando que nunca podría contra todos al mismo tiempo, Stewart ideó un plan para eliminar a todos los miembros de la tripulación que supuestamente se sublevarían. Argumentando que discutirían asuntos del viaje, convocó individualmente a cada miembro de la tripulación en el salón principal.

Uno a uno, el capitán Stewart los sometió, ató de manos y pies, amordazó y finalmente los asesinó a golpes con una barra o hacha. Se dio el lujo de utilizar el arpón para arrebatar la vida a varios de sus compañeros. A los aprendices simplemente los maniató, pues no terminaba de convencerse sobre su participación en el supuesto motín.

La locura del capitan William Stewart masacre del Mary Russell

Los dos miembros de la tripulación que lograron sobrevivir a la masacre del Mary Russell se escondieron. Y salieron con vida gracias a la oportuna intervención del Mary Stubb. El capitán Callendar observó cuando el Mary Russell emitió la señal de auxilio y se acercó para ver si necesitaban asistencia.

Las autoridades en Cork iniciaron la investigación forense un día después que el Mary Russell atracara en el puerto de Cobh. Durante el juicio se escucharon todos los testimonios de los sobrevivientes, así como la versión de aquellos que abordaron el barco por primera vez una vez que regresó al puerto.

Los testimonios del terror.

Entre los testimonios más valiosos está el del explorador William Scoresby, que poco después escribiría un libro basado en la historia. El relato de Scoresby es uno de los más conocidos sobre la masacre del Mary Russell, con detalles espeluznantes sobre lo que observó una vez que subió al barco.

Otro testimonio extremadamente gráfico provino de Dr. Thomas Sharpe, el médico forense a cargo de la investigación:

Se encontraron siete seres humanos con los cráneos tan destrozados que apenas quedaban vestigios de ellos para reconocerlos Sobre el piso un espantoso revoltijo de sangre coagulada, los cuerpos esparcidos por la cabina y casi un quintal de cuerda sujetaba los cadáveres a sólidos pernos de hierro. Algunos de los cadáveres estaban atados hasta en seis regiones, con múltiples vueltas de cuerda alrededor del cuello.

Thomas Sharpe.

La condena del capitán.

A partir de la evidencia y la evidente disociación que mostraba Stewart, el jurado dictaminó que su principal sospechoso mató a los siete hombres en un ataque de locura. El 11 de agosto de 1828, al capitán William Stewart se le juzgó en un Tribunal del Almirantazgo organizado en Cork. En esos tiempos, un homicidio en altamar normalmente se clasificaba como delito capital, pero tanto la fiscalía como el abogado defensor de Stewart argumentaron demencia.

Atendiendo la recomendación del juez, a Stewart se le declaró «no culpable por perpetrar el acto bajo un trastorno mental». En Irlanda prevalecía la Ley de Lunáticos Criminales, según la cual lo mantendrían en «total confinamiento durante el resto de su vida, o hasta que su Majestad así lo decidiera». Tras una breve estancia en una prisión de Cork, William Stewart fue trasladado al Cork Lunatic Asylum.

Se convirtió en un recluso violento que murmuraba incoherencias para sí mismo y a menudo rompía la ropa. En sus momentos de lucidez siguió justificando su actuar ante el inminente amotinamiento de su tripulación. En 1850, tras la apertura del Dundrum Asylum for the Criminally Insane, Stewart se convirtió en uno de los primeros reclusos del lugar. Falleció en 1873, tras pasar más de 40 años de su vida confinado en un asilo.

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