Las huellas del caballo del diablo, una leyenda espeluznante

En los albores del siglo XIX, un hombre llamado Jesse Elliott vivió en Bath, Carolina del Norte, Estados Unidos. Jesse era un sujeto de espíritu libre que disfrutaba emborrachándose y maldiciendo a quien se le ponía enfrente. Tenía muchos vicios, pero su favorito era correr caballos los domingos acompañado de sus compinches. Se hizo famoso por enfrentar a cualquier retador, sin importar el momento y lugar. La vorágine de egoísmo que consumía a este matón lo llevó a creer que su caballo era el más rápido de todo el lugar.

caballo solitario en un corral

El caballo del diablo.

En agosto de 1802 durante un apacible domingo, un extraño montado en un caballo negro se acercó a Jesse Elliott en la plaza de Bath. Sin más, el extraño jinete le dijo a Jesse que su semental no era rival para su caballo y le apostaba tres centenarios. La confianza de Jesse no tenía límites: “en una hora nos vemos en la pista”, respondió con tono burlón. Momentos después, Jesse se apresuraba a llegar a casa para hacer los preparativos de la próxima carrera.

Al llegar, se puso las botas de montar y bebió dos vasos de licor puro que resbalaron por su garganta como agua. Cuando estaba a punto de irse, la esposa de Jesse le advirtió sobre las consecuencias de correr en domingo. El furioso jinete se limitó a maldecir a la mujer y salió de casa. Mientras Elliott se alejaba montado en su semental, como una forma de advertencia final su mujer le gritó: “¡Ojalá que hoy mismo te vayas al infierno!”.

Un jinete al infierno.

Sobre la pista en las afueras de Bath, Jesse Elliott encontró al misterioso jinete que lo retó. El hombre mulato se mostró tranquilo y serio cuando ambos acordaron los términos de la carrera. Algo inusual en este desconocido inquietaba a Jesse, pero lo ignoró ante las ansias por terminar la carrera y tomar los centenarios del hombre.

Rápidamente la carrera comenzó y los caballos saltaron a la pista. Jesse se posicionó al frente, y el extraño jinete lentamente retrocedía atrás de él. Totalmente confiado, Jesse gritó al caballo: “¡Dame la victoria o llévame al infierno!”.

En ese instante, mientras el semental libraba una curva en la pista, el caballo de Jesse Elliott giró la cabeza y relinchó. El animal se alzó y clavó los cascos en el suelo, con un movimiento tan brusco y violento que Jesse terminó separándose de la silla de montar. El desobligado jinete terminó impactándose contra un gran árbol y muriendo al instante.

caballos en el campo

Las huellas del caballo del diablo en Bath.

Muchos creen que en ese mismo instante Jesse Elliott terminó en el infierno, llevado por el extraño que montaba el caballo negro. El extraño jinete desapareció sin dejar rastro, y el caballo de Jesse nunca más fue visto. Sin embargo, las huellas que el caballo dejó en aquel suelo arcilloso aún son visibles después de más de dos siglos.

Mientras la tragedia se divulgaba, los locales tomaron esto como una advertencia de Dios sobre las consecuencias de violar los días de descanso. El párroco de la localidad que criticaba abiertamente el comportamiento de los rufianes en la zona, mencionó que esas huellas fueron dejadas por “un hombre camino al infierno”. La leyenda afirma que las huellas del caballo perduran como un recordatorio del destino que espera a los jóvenes pecadores.

Varios amigos de Elliot, que se reunieron para observar la carrera, atestiguaron el accidente en primera persona. También se encargaron de transmitir la historia de una generación a otra.

Un enigma sin resolver.

En la actualidad, aproximadamente a dos kilómetros al oeste de Bath todavía se encuentran las infames huellas en el suelo, tan redondas y poco profundas como siempre. Ciertas cualidades de este fenómeno generan desconcierto desde hace generaciones.

Sin ninguna clase de protección, las huellas que dejaron los cascos del caballo se mantienen libres de vegetación, hojas o escombros de cualquier tipo. Lo más inquietante es que cuando alguien ha intentado taparlas con tierra o cualquier otra cosa, al poco tiempo aparecen limpias y vacías. En cuestión de horas, a la mañana siguiente o quizá en una semana, las huellas vuelven a estar vacías tras cualquier intento de borrarlas.

Huellas imborrables.

Durante muchos años, a pocos metros de las huellas se observó un viejo tocón de pino. La leyenda dice que los restos podridos de este árbol dieron muerte a Jesse Elliot.

En la década de 1950, el reportero Earl Harrell supo de la leyenda y acudió al lugar a tomar fotografías de las extrañas marcas en el suelo. Mediante testimonios de los locales, supo que las gallinas comían maíz en este suelo, pero jamás se atrevían a tocar un grano que estuviera dentro de las huellas.

las huellas del caballo del diablo

Harrell decidió experimentar para corroborar la historia. Tomó algunas gallinas y maíz, y el resultado fue el mismo. Las aves comieron todo el alimento alrededor de las huellas, ignorando el maíz que estaba dentro, incluso después que todo el suelo circundante quedó limpio.

El reportero llevó a cabo otro experimento más interesante: tomó algunas hojas, rocas y tierra para cubrir las huellas. Después, tendió una red de hilos negros sobre el suelo. A la mañana siguiente regresó para observar el resultado y, aunque la red estaba intacta, las huellas estaban limpias y claras como siempre. Los lugareños dicen que nada las cubre demasiado tiempo.

Folclore y leyendas.

Desde hace décadas, estas curiosas huellas en el suelo son tema de fascinación para personas de todas las edades. Los niños acostumbran a llenar las huellas camino a la escuela, sólo para encontrarlas limpias cuando regresan a casa.

La leyenda de las misteriosas huellas en Bath es una de las historias más populares en el folclore de la región. De alguna forma ha sobrevivido durante todo este tiempo, y como suele suceder con estos temas, hay muchas versiones y variantes de la misma historia.

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