Las desventuras de 7 cadáveres de personalidades históricas

Por lo general, cuando una persona muere, después de hacer los trámites necesarios, su cuerpo es enterrado o cremado y listo, se termina la historia. Sin embargo, esto no fue lo que sucedió con los siete personajes que reseñamos a continuación. Antes de que finalmente se fueran a descansar en paz, los cadáveres de las personalidades sobre las que hablaremos fueron hurtados, mutilados, destrozados y enviados de un lugar a otro. Aunque suene lamentable, sus historias son fascinantes.

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Lord Byron.

Para el mundo de la poesía, Lord Byron fue una figura fundamental en la corriente del romanticismo. Murió a la temprana edad de 36 años en Mesolongi, una ciudad griega, y en aquel entonces sugirieron que su cuerpo fuera sepultado en el Partenón, uno de los monumentos más famosos de la cultura griega. Pero no, Byron terminó siendo trasladado a su tierra natal, no sin antes pasar por una necropsia, momento en que sus intestinos, pulmones y cerebro fueron removidos y conservados en alcohol sin un motivo aparente.

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El cadáver del poeta fue trasladado hasta la Abadía de Westminster, en Londres. Sin embargo, dado que Byron no había llevado una existencia nada retacada, no lo admitieron en la Poets’ Corner propiedad de la Iglesia, y sus restos fueron llevados a la tumba familiar, que se encuentra en la iglesia de Santa María Magdalena de Hucknall, situada en el condado de Nottingham.

En la década de los 30 empezó a circular un rumor sobre que el difunto sepultado en aquella tumba no correspondía con el cadáver de Lord Byron. Así, una exhumación dirigida por un grupo de 40 individuos – entre los que se encontraba un historiador, un médico y varios miembros del clero – dieron fe de que el cadáver realmente era del poeta.

 

Napoleón Bonaparte.

Desde el momento en que Napoleón murió en 1821, cuando se encontraba exiliado en Santa Helena, hasta que regresó a Francia pasaron veinte años. Cuando finalmente llegó a tierras francesas, lo sometieron a una necropsia que terminó removiendo – y desapareciendo – el órgano viril del emperador.

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El miembro de Napoleón terminó reapareciendo entre múltiples artículos que formaban parte de una colección de objetos que habían pertenecido al francés y que fue subastada en 1916. Pero las ofertas por las “joyas de la familia” de Napoleón no llegaron al precio de reserva en la subasta.

En 1927, el falo formaba parte de una exposición en el Museo de Arte Francesa de Nueva York y, después, pasó por las manos – disculpen el juego de palabras – de varios coleccionistas. En la década del 70, el órgano de Napoleón fue comprado por un urólogo estadounidense, que guardaba el miembro en una maleta que mantenía bajo su cama. Este médico y su extraña fascinación por los genitales disecados perecieron en 2007, por lo que la hija del doctor pasó a tomar posesión del pilin de Bonaparte.

 

Galileo Galilei.

Como debes saber, a Galileo lo acusaron de herejía por su creencia en la teoría del heliocentrismo. Por esto, el funeral del italiano no fue el adecuado cuando murió en 1642. Cien años después de su fallecimiento, un grupo de científicos decidió exhumar al genio para sepultarlo en una hermosa tumba de mármol en la Basílica de la Santa Cruz, en Florencia.

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Pero, antes de colocar los restos mortales de Galileo en su nueva tumba, los encargados del entierro decidieron quedarse con algunos objetos – como un diente, una vértebra y varios dedos de Galilei. Tiempo después el dedo medio del astrónomo apareció en una colección de reliquias, mientras que la vértebra fue ubicada en la Universidad de Padua. Los demás huesos robados fueron localizados en 1905 y actualmente están en exposición en el Museo Galileo.

 

Alejandro Magno.

Aunque el paradero del cadáver de Alejandro Magno sea un completo misterio hasta nuestros días, la mayoría de los historiadores deduce que el rey macedonio fue sepultado en algún sitio de Alejandría, en Egipto, la ciudad que él mismo fundó. Alejandro Magno murió a los 32 años – posiblemente víctima de envenenamiento – en Babilonia en el 323 a.C., y su cadáver habría sido conducido a la antigua ciudad egipcia de Menfis, donde lo mantuvieron durante veinte años.

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Después, el cadáver fue trasladado a Alejandría y sepultado allí hasta que, en torno al siglo III a.C., Alejandro Magno fue dispuesto en una nueva tumba. En este sitio recibió la visita de nada más y nada menos que Julio César, Pompeyo, Calígula y César Augusto. Se dice que en una de las visitas, César Augusto se agachó para besar el rostro del difunto con tan mala fortuna que terminó rompiendo la nariz momificada de Alejandro. Calígula habría hecho algo mucho peor, pues se cuenta que robó la armadura pectoral del difunto para su uso particular.

 

Abraham Lincoln.

Lincoln murió en 1865 y su cuerpo fue embalsamado para hacer un recorrido por diferentes lugares del país, para después sepultarlo en una imponente tumba de mármol en la ciudad de Springfield, Illinois. Años después, en 1876, un grupo de bandidos decidió hurtar el cadáver del presidente para usarlo como moneda de cambio, pretendiendo que a cambio de devolver los restos se liberara al famoso falsificador de dinero Benjamin Boyd.

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Por suerte, ese mismo día en que lo asesinaron, Lincoln creó el Servicio Secreto de los Estados Unidos – fueron los agentes de este organismo quienes descubrieron los planes para desenterrar al presidente. Después de esto, el ataúd fue puesto bajo una tumba de mármol y, en 1901, lo volvieron a desenterrar para sellarlo en una caja de acero bajo un bloque de concreto.

 

Charlie Chaplin.

Chaplin murió en Suiza el día 25 de diciembre de 1977, y tan solo dos meses después de su entierro su ataúd había sido robado, desencadenando una gigantesca operación policial que se extendió durante cinco semanas. Los ladrones – el polaco Roman Wardas y el búlgaro Gantcho Ganev – pretendían extorsionar con US$600 mil a la viuda del comediante a cambio de su cuerpo, pero los atraparon antes de que pudieran recibir el rescate.

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Este par de inmigrantes desenterraron el cuerpo de Chaplin y lo ocultaron en una tumba improvisada sobre un campo de maíz a poco más de un kilómetro de la casa del actor. Al final, Wardas y Ganev fueron acusados de robar tumbas y puestos en prisión, y el comediante volvió a su lugar de descanso original – aunque esta vez bajo una cubierta de concreto de 1.8 metros de espesor para evitar que el cajón volviera a ser hurtado.

 

Ludwig van Beethoven.

El pobre de Beethoven además de perder la audición, experimentó un deterioro crónico de su salud durante varios años antes de finalmente morir en 1827. El compositor habría solicitado que la causa de su muerte fuera revelada al público, y en complimiento de sus deseos se solicitó una necropsia – ejecutada por el médico Johann Wagner.

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La causa de muerte de Beethoven se concluyó en un edema, pero Wagner quizá no puso mucha atención cuando utilizó sus herramientas, pues una exhumación – realizada en 1863 – se reveló que el médico abrió el cráneo del compositor de una forma tan descuidada que los fragmentos no pudieron volver a encajarse correctamente para el entierro.

Además, Wagner removió los osículos auditivos del compositor – probablemente en un intento por descubrir qué le provocaba la sordera –, y jamás fueron recuperados. Tras la exhumación, el cuerpo de Beethoven fue dispuesto en una nueva tumba, pero diversos fragmentos de su esqueleto terminaron convertidos en “recuerdos”, algunos de estas piezas fueron encontradas entre las pertenencias de un antropólogo en 1945.

Referencias:

Top Ten Afterlife Journeys of Notable People / Marina Koren.

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