La verdadera naturaleza humana

Una mujer que estuvo desaparecida durante más de una década finalmente fue localizada en el sótano de una residencia en el estado vecino. Desgraciadamente, el secuestrador huyó del lugar antes que la policía lo atrapara. Jazmín, que acababa de cumplir 18 años en ese entonces, trabajaba como cajera en un supermercado cuando la raptaron del estacionamiento. La extenuante búsqueda resultó infructuosa y las pistas conducían a callejones sin salida.

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Los reportes de personas que aseguraban ver a Jazmín daban a sus padres falsas esperanzas. Pues uno tras otro resultaba falso. Como si el dolor de que una hija desaparezca repentinamente no fuera suficiente para la familia, se supo que la madre de Jazmín murió con el corazón hecho trizas un día antes de su rescate. La entrevista que le hicieron al padre sirvió para comprender el profundo dolor que experimentaba mientras cuestionaba a Dios con lágrimas en los ojos.

Observé a ese hombre levantarse de la silla, aproximarse a un altar y destrozarlo de un solo golpe. Era verdad que estaba recuperando a su hija, pero al mismo tiempo perdía la fe. Y nadie que no haya estado en sus zapatos podría culparlo.

Tras el examen médico de rutina, se supo que a Jazmín le faltaba un enorme trozo de lengua. El tejido cicatricial tenía entre 4 y 5 años de antigüedad. También sufría un avanzado estado de desnutrición. Evidente por el cabello ralo, la pérdida de músculo y grasa, así como su piel pálida que parecía abrazarle los huesos.

Blanche Monnier, la prisionera de Poitiers.

La falta de vitaminas y atención médica le otorgaron un rostro demacrado y una apariencia pútrida a su dentadura. Mientras tanto, sus uñas tenían tan poco colágeno que se quebraban al más mínimo contacto. Una situación así de trágica haría que te cuestiones la verdadera naturaleza humana, si nuestro destino siempre fue cazar animales y aprovecharnos del más débil.

Justo cuando empezaba a convencerme de que todo el horror había quedado en ese sótano, el próximo incidente en el caso de Jazmín nos revolvió el estómago. Mientras aún estaba en el hospital, un enfermero ingresó a la habitación para darle su primer almuerzo. Al ver el plato de comida, la mujer empezó a temblar y se alejó del enfermero mientras soltaba el llanto.

Jazmín no se tranquilizó hasta que el hombre salió de aquella habitación con la bandeja de comida. Cuando le preguntaron por qué reaccionó de esa forma, la mujer tomó bolígrafo y papel de un pequeño escritorio plegable y escribió:

“Por favor, no hagan que coma a mis bebés nunca más”.

guillardo

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