La paciencia no es una virtud, depende de factores biológicos

Dicen que “la paciencia es una virtud”. A través de la historia, son tantos los personajes que vincularon esta actitud con la fuerza de voluntad humana que sería difícil reunirlos a todos. Por ejemplo, el poeta italiano Giacomo Leopardi dijo que “la paciencia es la más heroica de las virtudes, precisamente porque carece de toda apariencia de heroísmo”. Sin embargo, para los científicos la paciencia depende más de factores biológicos que de una virtud humana.

hombre paciente pescando en el oceano(1)

La serotonina y la paciencia.

En Japón, un equipo de investigación del Instituto de Ciencia y Tecnología de Okinawa realizó un experimento con serotonina. Cuando los científicos inocularon serotonina en conejillos de Indias, observaron que los animales se volvían más pacientes. Además, el equipo logró identificar dos áreas del cerebro responsables de evaluar los beneficios de esperar pacientemente por una recompensa.

Los neurotransmisores, como la serotonina, son sustancias que se producen en las neuronas, y no sólo del cerebro, sino en otras regiones el organismo. Esencialmente, estas sustancias se encargan de transmitir información entre las células nerviosas y otras células del cuerpo. Dicha mecánica influye directamente en diversos aspectos como la frecuencia cardíaca, sueño, apetito, humor, condición psicológica, angustia, miedo y toda una variedad de otras funciones.

La serotonina es particularmente importante para los humanos pues influye en la capacidad de aprendizaje, estado de ansiedad, falta de apetito, dolores de cabeza, humor y muchas otras funciones. Se ha observado que los individuos con bajas cantidades de serotonina son propensos a desarrollar problemas de salud y profundos cuadros de depresión. Por eso, la mayoría de los antidepresivos se enfoca en regular los niveles de serotonina en el cerebro, de forma que se propicie un “estado de bienestar”.

El experimento de la paciencia.

En el experimento de los japoneses, los conejillos de Indias debían colocar la nariz dentro de un agujero. Y allí esperaban hasta que los investigadores entregaban una porción de comida. Pero, durante las pruebas el equipo sólo recompensaba a tres de cada cuatro animales. A medida que avanzaba el experimento, el equipo observó que el nivel de serotonina inoculado en los roedores (en el núcleo dorsal del rafe), influía directamente en la cantidad de tiempo que los animales estaban dispuestos a esperar la recompensa.

El líder del estudio, Katsuhiko Miyazaki, explicó que “la serotonina figura entre los más populares neuromoduladores del comportamiento. Ayuda a regular el humor, los ciclos de sueño y el apetito”. Por eso, Miyazaki concluyó que la paciencia es uno de los comportamientos más afectados por las variaciones en los niveles de serotonina.

Con los conejillos de Indias, observó que entre más altos eran los niveles de serotonina, más grande era su paciencia. Las investigaciones con roedores son empleadas como punto de partida para casi todos los estudios biológicos en laboratorio. Por eso, es posible suponer un efecto comparativo cuando se habla de humanos.

Los científicos también observaron el efecto de la serotonina en otras áreas del cerebro. Por ejemplo, la liberación de serotonina en la corteza orbitofrontal se traducía en mayores niveles de paciencia. Pero al hacerlo en la corteza prefrontal, observaron que el incremento en el nivel de paciencia dependía de la variabilidad en el tiempo de espera por la recompensa. El equipo determinó que cada área del cerebro calcula la probabilidad de recompensa de forma independiente.

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