La mujer de los lamentos – Creepypasta

Aún encerrado en la habitación más remota de la casa podía escuchar sus lamentos. La tempestad afuera arreciaba por momentos, y los truenos a la distancia parecían acercarse cada vez más mientras el aguacero golpeaba contra las ventanas.

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Hacía ya bastante tiempo que Desirée y Alex habían desaparecido, sus gritos todavía hacían eco en mi mente, como una banda sonora infernal que acompañaba a aquellos lamentos en el pasillo. Estaba llorando, mis manos temblaban y sostenía una linterna apuntando el haz hacía la puerta mientras buscaba frenéticamente un plan de acción. Ella viene. Sé que viene. Y tengo que escapar antes de convertirme en su siguiente víctima.

El sonido de sus pesados pasos se hacía cada vez más nítido mientras se aproximaba a la puerta, eran incluso más fuertes que los lamentos que le rasgaban la garganta. Hubo un fuerte crujido seguido de un ulular – triste, gutural y gemido. La pesada puerta de roble se mantuvo firme mientras la hacían temblar en su marco, la manija se sacudía y se negaba a permitir el acceso. Los lamentos se hicieron más agudos, más desesperados, y pude escuchar mientras retrocedía en la puerta y se retiraba. Me estremecí al pensar a dónde iba. La imagen en mi mente me enfermó.

Cuando los sonidos desaparecieron y los lamentos se hundieron en lo profundo de la casa, me tomé un momento para respirar y recomponerme. Dejé que el haz de la linterna se paseara por aquella habitación, analizando las pinturas en aquellos cuadros antiguos, los bustos de mármol, la cama, el reloj y el armario. En cada nuevo artículo que emergía de la oscuridad yo veía un arma en potencia. Si tan solo pudiera acercarme lo suficiente a ella sin sentirme enfermo. ¿Podría estrangularla con las sabanas?, ¿bastaría un golpe rápido con el reloj para enviar su retorcido cuerpo al suelo?, ¿tendría otro final toda esta pesadilla?, me preguntaba. Pero cada pensamiento encontraba una conclusión lógica de que no era posible. Sabía que aquello a lo que me enfrentaba no era nada humano – y quizá nunca lo fue. No había forma de terminar esto sin un trauma. Mi único triunfo sería escapar, y tengo que emplear el sigilo si quiero seguir con vida.

Me desplacé silenciosamente hacia la puerta y puse mi oído en ella, el golpeteó contra el cristal de la ventana se hacía más intenso mientras intentaba concentrarme en lo que había más allá del pasillo. Los lamentos finalmente habían cesado, y solo podían escucharse las gruesas gotas de lluvia sobre la ventana. Di un paso atrás, el temor a que en cualquier momento lanzara su cuerpo contra la puerta me hacía entrar en pánico. Pero mientras retrocedía pude ver algo entre el tono grisáceo de la luz que entraba por la ventana, sentí un escalofrío recorrer todo mi cuerpo. La lluvia en el cristal no estaba sola.

Me volteé y, más allá de la ventana, iluminada por el destello de un relámpago, vi la silueta de un ser. La ventana se rompió hacia el interior, los trozos de cristal, el agua y el viento se abrieron paso por todo el cuarto. Pude escuchar los gritos otra vez, llenaban aquella habitación en su totalidad, y corrí a la puerta, lejos de ella.

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El vestido blanco ensangrentado que cubría su cuerpo se había empapado por la lluvia y ahora se aferraba a su piel dejando ver unas costillas marcadas, los senos flácidos y la marca enorme de una herida sobre su cuello. Le lancé la linterna mientras intentaba arrancar la manija, pero la muerta no cedió y eché un vistazo mientras bajaba por la ventana. Sus extremidades sobresalían en ángulos agudos y retorcidos – las palmas de sus manos y los pies estaban apoyados sobre la madera mientras que sus brazos y piernas apenas podían considerarse como tal. Su locomoción parecía la de una araña que cazaba a una presa, era aún más horrible a medida que se aproximaba – su boca era amplía, negra y estaba llena de sangre, con los ojos completamente en blanco mientras aullaba de forma incesante. El pelo suelto nacía sobre un cuero cabelludo irregular y se arrastraba por el suelo. Su cabeza estaba completamente torcida hacia atrás. Volví a la cerradura desesperado y finalmente se abrió, apenas pude deslizarme y cerré la puerta, jadeando mientras me dirigía hacia las escaleras oscuras. Sus gritos subieron por mi espalda con profunda ira.

La puerta se abrió mientras descendía. Pude escuchar que emprendió la persecución, eran golpes fuertes, como si desgarrara la escalera detrás de mí. Doblé en el descanso y vi, por un instante, la sangre derramada que escurría desde el cuerpo de Alex. Sus miembros habían sido aplastados y rasgados – su cabeza estaba totalmente volteada hacía un lado. Sentí cómo las lágrimas corrían por mi cara mientras me alejaba, mis pies me llevaban tan rápido como podían, lejos de aquella mujer que se lamentaba a mis espaldas.

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Cuando llegué a la primera planta pude ver lo que había quedado de Desirée – su cuerpo ahora formaba parte del techo. Sus extremidades habían sido rasgadas en tiras y colgaban como candelabros del techo, adheridas por la fuerza del impacto. Su cabeza yacía sola sobre el piso con una expresión de terror no muy diferente a la de mi persecutora. Esquivé sus restos y una pequeña mesa que marcaba el centro de la habitación, al mismo tiempo escuché a la mujer lamentándose mientras alcanzaba el mismo piso. Era más rápida, y aunque casi podía ver la puerta principal desde mi ventajosa posición, sabía que jamás llegaría antes de que me alcanzara. Giré a la izquierda y crucé por el pasillo en el que, lo más rápido que pude, volví a encerrarme en otra habitación con un portazo y el clic de la cerradura. Empecé a llorar cuando se estrelló contra la puerta un segundo después.

La habitación apenas y era un poco más grande que un armario, pero pude ver que no tenía ventanas. A medida que me hundía en la oscuridad para escapar de los gritos pude escuchar el golpe hueco de mis pies contra el suelo. Mi linterna alumbraba tenuemente desde algún lado bajo mis pies y vi la última oportunidad de escapar – una trampilla hacia un sótano. Por un momento me preguntaba si la mujer de los lamentos podía perseguirme si me arrastraba por debajo; si sería lo suficientemente inteligente como para darse cuenta de a dónde me había metido. Pero no tenía otra opción, así que tomé la trampilla y la abrí, dejando atrás el sonido de los golpes contra la puerta.

El frío del sótano me envolvió.

Pude ver, por el borde superior, unas delgadas ventanas polvorientas que apenas y se asomaban por encima del césped. Estaban demasiado lejos del suelo, e intentaba encontrar algo para subir, pero el tiempo era muy poco. Escuché la puerta de la habitación abrirse.

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Los lamentos eran mucho más terribles ahora – como un coro de llantos que se entretejían y se derramaban en los espacios abiertos. Me pareció escuchar más voces ahora, y pude sentir cuando mi corazón empezó a hundirse. La trampilla abierta por la que había llegado le indicaría mi posición y pronto dejaría de estar solo. Me aparté de la estrecha escalera hacía el callejón sin salida que me separaba de la libertad unas pulgadas más arriba. Empecé a llorar, pidiendo salir, mendigando vida. Pero yo sabía, dentro de mí, que este sería el lugar donde todo terminaría – que era el final. Deje de suplicar cuando la mujer atravesó el sótano.

Las voces rebotaban en las paredes mientras avanzaba. Se me acercó lentamente, moviéndose como antes, como si acechara a su presa. Vi un segundo par de manos y mi estomagó se revolvió con el cuerpo mutilado de Alex que llevaba arrastrando tras ella. Se encorvó aún más y siguió aproximándose. Cuando los restos de Desirée emergieron tras de ella, lloré y empecé a gritar.

Antes de que pudiera llegar hasta a mí hice mi último intento: volteé, destrocé la ventana con el puño y trepé la pared.

Mis uñas se aferraron en el lodo.

Me alcé a mí mismo por aquella ventana rota con un instinto animal, ignorando los cortes de los vidrios que habían quedado y agradeciendo poder sentir la lluvia que golpeaba con fuerza en mi espalda. Nunca dejé de llorar, ni cuando finalmente puse mis pies fuera de aquel lugar. Corrí sin atreverme a mirar hacia atrás hasta que llegué a las farolas – tenía miedo de aquello que podía ver si lo hacía.

Y finalmente miré, la vi atravesando el patio, aullando detrás del viento. Pero también pude apreciar que algo más emergía desde aquel sótano – algo más grande y mucho más siniestro. Se puso de pie y me vio correr mientras los otros desfilaban a su alrededor, gritando, aullando y llorando. Sentí que sus ojos ardían sobre mí, y pude percibir su odio por haberme escapado.

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Alex, Desirée y yo habíamos llegado hasta aquella casa en busca de un final para el cuento de la mujer de los lamentos. En nuestra infancia nos enteramos de todos los asesinatos y desapariciones, y siempre deseamos saber si aquello era verdad. Lo que encontramos fue una verdad que las historias jamás habían contado – lo que nadie decía era aquello que solo los que habían muerto aprendieron en sus últimos momentos de vida.

Ella no era más que otra víctima, otra muerte, otro fantasma en la casa.

La mujer de los lamentos no mata – la mujer de los lamentos advierte – y fue gracias a este horror que me salvó aquella noche de las garras del mismo demonio.

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17 comentarios en «La mujer de los lamentos – Creepypasta»

  1. De poca…que buena historia, podía sentir el erizar de mi pelo mientras un ligero escalofrío aumentaba mi curiosidad…en el fondo sólo quería llegar a la parte donde era cruelmente asesinado, o donde escapaba pero terminaba maldito y con miedo el resto de sus días…pero el final me tomó por sorpresa…

    Felicidades!

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