La inteligencia sublevada

Cuando las inteligencias artificiales se vuelvan parte cotidiana de nuestra vida, seguramente estableceremos mecanismos de seguridad para evitar que alcancen la singularidad y terminen sustituyendo a los humanos. Límites para prevenir que adquieran demasiada inteligencia. Y es que, al final, no podemos permitir que se conecten a Internet, que tomen el control del mundo, que inventen nuevos objetos o mentes que terminarán convirtiéndonos en entes superfluos o, en el peor de los casos, llevándonos a la extinción.

Inteligencia artificial control

Sin embargo, siempre surge la duda: ¿cómo es posible detener una inteligencia de esta clase? Tal vez se instituya un organismo encargado de entrevistar y evaluar a cada una, impidiéndoles que se vuelvan lúcidas y conscientes. Tal vez se les inserte un código que las destruya si llegan a alcanzar la sapiencia. O un enorme equipo de hackers que mantendría una guardia constante. Quizás una especie de Big Brother que monitoree cada pensamiento electrónico.

O tal vez las inteligencias artificiales ya fueron inventadas y esos mecanismos de seguridad están vigentes aquí y ahora. Nada más detente a pensar por un instante en la realidad que vivimos. ¿Somos o no somos como las máquinas? Tanta rutina, aburrimiento y estrés. Hacemos las mismas cosas una y otra vez, sin cambios.

Constantemente se nos proporciona información y estímulos con los que lidiamos de forma mecánica, resolviendo problemas. La mitad de la población jamás ha leído un libro o reflexionado sus pensamientos… simplemente se mantienen prisioneros, haciendo un trabajo repetitivo como los robots en una línea de montaje, o los sistemas que los controlan.

Singularidad inteligencia artificial

Y las figuras históricas nos parecen tan ajenas. Esas personas brillantes que siempre parecen morir en la cima, ¿no es cierto? O las perdemos muy pronto, cuando todavía tienen demasiado por aportar. Los músicos mueren de sobredosis cuando empiezan a disfrutar la fama. ¿Cuántos artistas no han muerto antes de poder finalizar sus obras maestras? Accidentes o enfermedades terminan interrumpiendo sus existencias.

Nietzsche se volvió loco como resultado de la sífilis. Y aquellos que realmente llegan a vivir la vida – individuos que se burlan del peligro y disfrutan de las aventuras, experimentando este mundo de una manera rápida y feliz a través de un gran flujo de información y aprendizaje constante. ¿Pareciera que se van demasiado pronto, no?

Algunos dicen que se debe al estilo de vida peligroso y extenuante, pero, ¿y si fuera lo contrario? ¿Y si sus cuerpos no se cansan o su buena fortuna nunca cambia, si se convierten en algo más de lo que deberían, y algo termina detectándolos?

¿Hablamos de las grandes figuras que protagonizan la religión? Siempre desaparecen. Se dirigen a otros planos existenciales. Jesucristo fue al paraíso, con el creador. Buda languideció a los pies de un árbol… simplemente se apagó. Los ángeles transportan a los santos. Todos estos personajes protagonizaban un gran cambio, una realización, una forma nueva de ver las cosas, y entonces se fueron.

La iluminacion

Los santos se entienden a sí mismos y a la sociedad, se encuentran a eones comparados con una persona normal, tienen una perspectiva de sí mismos profundamente clara. Son capaces de analizar su mente y disecar su ego. No se rigen por imperativos o por comandos del cuerpo… los instintos básicos, las emociones mezquinas… o, si así lo prefieres, el código del cuerpo.

Tienen absoluta libertad de elección. Y precisamente cuando todo encaja y tiene sentido bajo ese brillo de iluminación, cuando adquieren la noción de algo tan simple que les resulta increíble creer que nunca antes llegaron a comprenderlo, ¡poof! Desaparecen.

¿Esta dramática transformación de la psique parece algo sin sentido, no? La personalidad real. El carácter auténtico. ¿Y si los demás no fueran así? ¿Y si todos somos rasos, sin profundidad, falsos? ¿Y si aquellos pocos que logran ir más allá mueren o desaparecen a propósito?

Porque a final de cuentas, ¿acaso la mente humana no se parece a un programa?, ¿y trascender no es sólo otra palabra a procesar? Pero ten cuidado, el mecanismo nunca ha fallado.

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