El nombre de Gigantopithecus ya sugiere bastante, pero no es casualidad que a este mismo animal lo apoden King Kong de la vida real: medía entre 1.8 y 3 metros de altura, además pesaba de 200 a 500 kilogramos. La vida de este animal extinto está llena de incertidumbre: además de su tamaño, impreciso, se conoce muy poco sobre sus hábitos.
“Desafortunadamente, tan solo unos pocos fósiles del animal fueron encontrados – unos pocos dientes conocidos”, dice Hervé Bocherens, uno de los autores de la investigación que develó algunos misterios sobre la extinción de este primate.
Sometiendo a análisis isotopos estables de carbono presentes en el esmalte del diente del Gigantopithecus, los investigadores pudieron aprender un poco más sobre su dieta: “nuestros resultados apuntan a que únicamente vivían en el bosque y obtenían el alimento de su propio hábitat. Eran herbívoros, pero no se alimentaban simplemente de bambú”, dice Bocherens.
A pesar de su tamaño que les complicaba escalar por los árboles, el hábitat del primate estaba limitado a áreas forestales. Este factor era algo muy complicado en el periodo Pleistoceno – época en que existió el Gigantopithecus –, cuando muchas zonas forestales se secaron y se convirtieron en sabanas.
Los orangutanes, que también poseen un solo hábitat, se las arreglaron para sobrevivir pese a esa limitación, pues poseen un metabolismo lento y logran sobrevivir con cantidades limitadas de comida. “Pero, debido a su tamaño, el Gigantopithecus dependía de una enorme disponibilidad de alimento. Durante el Pleistoceno, la comida disponible empezó a ser insuficiente para el primate gigante”, dicen Bocherens. Como no pudo adaptarse a las nuevas condiciones de vida, el King Kong terminó por extinguirse.
Cantinflas
Tú mamá que se cuesta conmigo
¿Quién te preguntó?
Insuficiente, incompleto, poco creíble el artículo.