Algunos humanos detectan (inconscientemente) el campo magnético de la Tierra

Durante un experimento, voluntarios expuestos a un campo magnético similar al de la Tierra presentaron variaciones perceptibles en las ondas cerebrales alfa. Pero no es algo novedoso, pues algunos animales (e incluso bacterias) disponen de la habilidad para determinar su ubicación en el planeta a partir del campo magnético. Nos referimos a la magnetorrecepción, que permite a las aves, tortugas, peces y otros animales guiarse durante sus largos viajes migratorios como si tuvieran integrado un GPS biológico.

humano atardecer

Y, además de servir como punto de referencia para la ubicación, el campo magnético se aprovecha para otros fines. Por ejemplo, la rata topo (Heterocephalus glaber) lo utiliza para construir sus madrigueras y se cree que también sirve de guía a los perros para posicionarse a la hora de orinar y defecar.

Se creía que los humanos no podían influenciarse por el campo magnético de la Tierra. Pero, gracias a un estudio realizado por la Universidad de Princeton y la Universidad de Tokio hoy sabemos que algunos seres humanos podrían tener la capacidad de “orientarse” a partir del campo magnético terrestre, aunque lo hacen de forma inconsciente.

El tema resultó de particular interés cuando el neurólogo Shin Shimojo y el geofísico Joseph Kirschvink encontraron que la magnetorrecepción de los animales no sólo resultaba útil para migrar, construir madrigueras, defecar u otras actividades puramente prácticas. Y es que la presencia del campo magnético terrestre también es capaz de impulsar cambios perceptibles en la actividad cerebral de estos animales, fenómeno que no necesariamente está vinculado al uso que le dan a este “sexto sentido”.

Entonces, los científicos empezaron a especular que tal vez afectaría de cierta forma al cerebro humano, y que las personas desestiman dicha capacidad simplemente porque podemos prescindir de la magnetorrecepción para sobrevivir.

La habitación oscura.

Para determinar si esto era posible, los científicos diseñaron un experimento con una habitación cubica cuyas paredes fueron diseñadas especialmente para proteger el interior de cualquier interferencia externa.

planetario

Dentro de esta cámara aislada, los investigadores emularon el campo magnético de la Tierra mientras monitoreaban las ondas cerebrales de los participantes a través de un electroencefalograma (EEG). El grupo de voluntarios se integró con 34 hombres y mujeres cuyas edades iban de los 18 a 68 años y los datos fueron recolectados por 64 electrodos del EEG. Durante las pruebas, realizadas en oscuridad absoluta, los científicos cambiaban la posición del campo magnético para observar si los participantes reaccionaban de alguna forma.

Los resultados.

Ninguno de los voluntarios informó haber experimentado algún tipo de alteración durante el experimento. En otras palabras, los humanos no tenemos la capacidad de detectar conscientemente el campo magnético terrestre que nos rodea. Sin embargo, en cuatro encefalogramas se observaron cambios inconscientes.

En estos cuatro individuos, los cambios en el campo magnético provocaron una caída de las ondas alfa. Las obras cerebrales alfa no son más que un patrón de activación de las neuronas que se repite en promedio 10 veces por segundo, común cuando cerramos los ojos pero nos mantenemos despiertos. Esta caída de las ondas alfa durante el experimento sugiere que, para esos cerebros, el campo magnético generó cierto estimulo, aunque desconozcamos su utilidad, si es que realmente tiene alguna.

“Estoy completamente convencido de que algo en nuestro cerebro responde al campo magnético de una forma muy interesante”, apuntó la neuróloga Mary MacLean, que no tuvo participación en el estudio. “Lo único que no entendemos es lo que verdaderamente representa dicho mecanismo”.

aurora boreal

Otros especialistas, que se mantienen más escépticos en torno al resultado, dicen que no les parece relevante. Por ejemplo, el biofísico Thorsten Ritz dice: “si metiera mi cabeza en un horno de microondas y lo encendiera, también se vería el efecto en mis ondas cerebrales. Esto no quiere decir que tenga un sexto sentido para detectar microondas”.

Independientemente de la polémica, los autores del estudio concluyeron de esta forma: “dada la existencia conocida de sistemas de navegación geomagnética presentes en especies altamente evolucionadas del reino animal, no es de sorprender que hayamos conservado al menos algunos de estos componente neuronales funcionales,  especialmente si tomamos en cuenta el estilo de vida nómada de nuestros ancestros no tan distantes. La extensión total de esta herencia aún debe revelarse”.

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