La historia de las Chicas Radio

Esta historia comienza en el año de 1917, cuando las “chicas radiactivas” pintaban sus uñas con un líquido brillante para adaptarse a la moda de la época e impregnaban sus labios y dientes con un pigmento radiactivo para besar a sus encantados novios.

Chicas Radio
Las Chicas Radio laborando en la fábrica de United States Radium Corporation

Inconscientes de sus actos, las mujeres terminaron por perder dientes, uñas e incluso la vida, antes de denunciar y procesar a la fábrica de relojes donde trabajaban por usar pintura venenosa. Y no sólo eso, lograron, por primera vez, que se instaurara el derecho de un trabajador a demandar por condiciones laborales abusivas. Esta es su historia.

En 1898, Marie Curie – la eterna científica del vestido negro – lograba aislar en Radio (Ra) en estado puro, estableciendo de forma definitiva su condición de elemento y plasmándolo en la tabla periódica. La manipulación y experimentación de la primera “chica radiactiva” de la historia trajeron como consecuencia dos premios Nobel y una anemia aplásica que terminó con su vida. Incluso en nuestros días, sus anotaciones y documentos de investigación no pueden manipularse sin protección debido a la radiactividad de su isotopo más estable.

Las propiedades de fosforescencia del radio –cuando se mezcla con el sulfuro de zinc– fueron inmediatamente adoptadas por la omnipresente industria militar norteamericana de la época para sus dispositivos e instrumentos de navegación nocturna, como relojes y velocímetros de vehículos militares. Para esto depuraron la extracción del radio de un mineral llamado carnotita y así producían la mayor patente de pintura luminosa, radiactiva y venenosa de la historia: Undark.

Undark

En Europa, especialmente en Suiza, existían tantos pintores de radio que era bastante común reconocerlos por las calles. Todos brillaban en la oscuridad como si un halo mágico los persiguiera.

La United States Radium Corporation en Orange, Nueva Jersey, fue la empresa responsable por la producción y distribución del peligroso pigmento y de varias de sus técnicas para la pintura de componentes militares. La más avanzada de todas ellas era la aplicación del producto mediante la “tecnología manual aplicada de primera generación” esto quería decir, a pincel y mano sin protección alguna… y si esas manos eran delicadas y femeninas mucho que mejor.

Mientras que los responsables sospechaban y se protegían con mascarillas y guantes de plomo, las 70 mujeres contratadas en la fábrica para las tareas de manipulación y pintura lo hacían con el uniforme corporativo y como si pintaran un cuadro. Nadie les informó del peligro de la manipulación de Undark. Todo por la buena imagen de la empresa. Cerca de 4,000 empleados pasaron por la fábrica venenosa.

Con finos pinceles de pelo de camello aplicaban el producto a las agujas en los marcadores de los días y contadores de relojes; a veces lamiendo entre una y otra – por indicación del contratista – para ajustar la precisión de los pequeños pinceles. Como en un divertido juego de coqueteo y capricho, estas mujeres empleaban la pintura luminosa para teñirse las uñas, los dientes o para espolvorearse el cabello en las escasas aventuras laborales que tenían con la ingenuidad de su peligrosísima ignorancia. Cobraban un centavo y medio de dólar por cada marcador pintado, pero además llevaban a casa una forma única y curiosa de envenenarse con material radiactivo y luminiscente.

madibula radio
Pruebas presentadas durante el juicio: puesto de trabajo y las estragos del radio en las mujeres.

Poco a poco las mujeres fuero enfermando: anemia, neoplasia, necrosis y lo que más tarde fue bautizado como “Radium jaw” (Mandíbula Radio). En 1925 un dentista de Nueva York atribuyó las patologías encontradas en 80% de las mujeres de la fábrica a la toxicidad del material fosforescente. Mientras que varias publicaciones, pagadas por los propietarios de la empresa, envenenaron la opinión pública achacando los síntomas a enfermedades de trasmisión sexual como la sífilis; en un intento de ensuciar la reputación de las trabajadoras.

Hasta que una de ellas logró procesar a la empresa y consiguió movilizar la opinión pública en lo que pasó a ser considerada la primer demanda por daños ocasionados en condiciones laborales abusivas; creando la jurisprudencia y los antecedes legales para erigir las primeras leyes modernas sobre seguridad y salud en el trabajo.

A Grace Fryer le costó dos años y 9 dientes encontrar al abogado Raymond Berry; el único letrado valiente que aceptó llevar una demanda contra la United States Radium Corporation. Con el apoyo de otras cinco mujeres de la fábrica y la complicidad de algunos medios sensibilizados por la historia, llevaron el litigio a los tribunales en 1928. Tuvieron que enfrentar varios obstáculos como a los médicos tramposos sobornados por la empresa. Afortunadamente las secuelas de las mujeres se habían hecho incuestionables.

Finalmente la empresa fue condenada por el pago de 100,000 dólares – de los 250,000 que había pedido el fiscal – y una pensión mensual vitalicia a cada una de las “chicas radiactivas”, aunque muchas de ellas nunca llegaron a recibir una sola mensualidad. Algunos meses después, la fábrica cerró debido a las dificultadas en el modelo de negocio de un producto peligroso y a las críticas públicas sobre una administración delictiva y humillante para con sus trabajadores. Nadie más quería trabajar para la United States Radium Corporation.

La última de las “chicas radiactivas” murió de cáncer en 1930. Pero su peligrosa ignorancia no fue en vano, ellas despertaron el movimiento sindical para la defensa de los derechos civiles del trabajador, ratificado en 1948. Y modificaron, además, todos los procedimiento para la manipulación de pigmentos y sustancias radiactivas.

A día de hoy, aún es posible medir la radiación emitida por muchas de las tumbas de las “Chicas Radio”.

Si tienes algún reloj fabricado antes de 1968, cuyos accesorios puedan ser vistos en la oscuridad, es muy probable que utilice compuestos radiactivos como el Undark.

Radium girls, women and industrial health reform: 1910-1935

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