Este corazón no me pertenece

Mi corazón jamás destacó por su fortaleza, y no sólo físicamente: era capaz de asustarme hasta de mi propia sombra. Así que no fue una sorpresa cuando los médicos me notificaron que mi soplo cardiaco era algo mucho más grave de lo que suponían. Un año en medio de terapias, análisis clínicos y visitas muy regulares al hospital resultaron completamente inútiles.

mujer con el maquillaje corrido

Estimaban que mi pobre y débil corazón probablemente no lograría resistir hasta Navidad. Es una situación muy extraña saber que estás a punto de morir, al principio parecía una pesadilla de la que pretendía despertar. Gasté un montón de dinero en alcohol y otros placeres. El miedo a la muerte me llevó a cometer multitud de actos imprudentes.

Hasta que un día me llamaron para darme la gran noticia. Una joven de nombre Laura fue declarada con muerte cerebral y yo, la mujer más afortunada del mundo, tendría la oportunidad de seguir viviendo gracias al corazón que había donado. Me subí al auto y me dirigí a toda prisa rumbo al hospital, en el camino intentaba mentalizarme para soportar el calvario que me esperaba.

Una noche antes de la intervención, mientras estaba recostada en la cama, no dejaba de pensar en Laura. Su nombre era como un letrero neón que parpadeaba incesantemente en mi mente cada vez que intentaba dormir.

Estaba mal, yo lo sabía perfectamente, pero tenía que ver a la mujer que me donaría su corazón. Me parecía injusto no ponerle un rostro a esa persona que me estaba salvando la vida. Sabía su nombre y su ubicación exacta pues escuché a dos enfermeras hablando sobre el tema. Recorrí aquellos corredores laberinticos del hospital hasta que encontré lo que tanto buscaba, y me tomé mi tiempo, asegurándome de leer cada nombre en las puertas de aquellas habitaciones. Ahora tenía tiempo de sobra.

En la penúltima habitación, finalmente la encontré. Allí estaba Laura, recostada en una cama acompañada por una mujer que le sostenía la mano. Mi pobre corazón se aceleraba.

corazon en una cerca

“Con permiso”, no sabía que más decir. “Me llamo Jenna. Soy la persona que… me harán la cirugía mañana y…”, quien supuse era la madre de Laura se puso de pie y, a juzgar por su mirada, sabía perfectamente quien era yo.

“Gracias por visitarla. Parecerá algo extraño, pero una parte de ella vivirá en ti. Te quería conocer”. Entonces me quedé allí de pie, completamente desamparada y sin palabras. La madre de Laura me extendió su mano.

“Por favor”, me dijo. “No te sientas mal. Esto es lo que ella quería”. Me senté en la silla al lado de Laura.

“¿Cómo se…?”, me detuve a mitad de la frase. Era una pregunta terrible. La madre de Laura me devolvió una leve sonrisa.

“Trabajaba cuidando a mujeres golpeadas y que habían sido ultrajadas. Hace un mes conoció a un chico y… bueno. Ni siquiera todos esos años de entrenamiento pueden ayudarte cuando te enamoras de verdad. Laura ignoró las señales de advertencia. Finalmente él la mató. Dedicó toda su vida a aquellas que la necesitaban”, la madre de Laura bajó la mira. No sé porque, pero extendí mi brazo y la tomé de la mano para darle un leve apretón.

“Lo siento mucho, en serio. Alguna vez tuve un novio… él también era así. Alguien como Laura terminó convenciéndome de abandonarlo”. La madre de Laura me regaló otra sonrisa, aunque no pudo evitar que las lágrimas escaparan de sus ojos.

Entonces, Laura apretó mi mano. Fue un apretón fuerte, tan fuerte que sus uñas se me clavaron en la piel. Retrocedí con el rostro completamente descompuesto. La madre de Laura me vio con total tranquilidad.

“A veces también aprieta mi mano. Creo que los médicos lo llaman espasmos musculares. Como sea, Laura ya no está ahí dentro”, observé los pequeños arcos de sangre coagulada que empezaban a formarse en mi mano.

La cirugía resultó completamente exitosa. Poco tiempo después de la intervención me trasladaron a la habitación para mi recuperación. En ese momento pensé que lo mejor era no ver aquel corte enorme lleno de puntadas en mi pecho. El primer día estuve completamente dopada por la medicación para el dolor, comiendo muy poco y sentándome un par de veces. Me habían advertido que el proceso de recuperación sería largo.

La madre de Laura pasó a visitarme un día antes de que me dieran el alta en el hospital. Su carácter apacible no había desparecido, pero le resultaba imposible disimular su sufrimiento. Parecía diez años más vieja y sus manos temblaban cuando me abrazó.

“¿Cuándo regresas a casa?”.

“Mañana”, le respondí. “Puedes visitarme si así lo deseas”, le hice la invitación y empecé a escribir mi dirección cuando, de reojo, pude ver el destello de una cabellera rubia que desparecía por la puerta de la habitación. El mismo cabello rubio brillante de Laura.

mascara entre los matorrales

“¡Ah!”, exclamé con un pequeño grito. Sentí que alguien apretaba mi mano con fuerza suficiente como para romperme los huesos. La madre de Laura corrió a mi lado con una mirada de profunda preocupación.

“¿Qué pasa… es tu corazón?”, la mujer tropezó en las últimas palabras cuando se dio cuenta de lo que acababa de decir. Intenté convencerla de que todo estaba bien y le dije que haría todo lo que me indicaran los médicos, aunque cuando me dejó todavía guardaba esa expresión de preocupación.

Cuando regresé a ver mi mano, unas nuevas marcas de uñas en forma de arco aparecían justo sobre las que Laura me había hecho. Diez sonrisas sangrientas idénticas.

El viaje a casa fue muy rápido y, antes de que me diera cuenta, estaba de regreso en mi hogar. Me resultaba extraño retomar mi vida desde donde la había pausado, la última vez que estuve en ese apartamento no hacía más que pensar en la muerte. Observé las maletas y las cajas de cartón, los recuerdos de aquel día en que decidí organizar todas mis pertenencias para que mis padres no tuvieran que hacerlo cuando muriera.

El corazón de Laura latía con tal fuerza que parecía querer salir de mi pecho. Lo hacía todo el tiempo y supuse que así de fuerte debía latir un corazón saludable. Pero, por algún extraño motivo no podía abandonar ese sentimiento de incomodidad.

En la noche tuve un sueño en el que Laura descansaba en aquella misma cama del hospital, pero su madre ya la había dejado. Yo podía escuchar mi corazón, el mismo corazón que había sido de Laura, golpeando mis tímpanos con tal fuerza que resultaba doloroso. Intenté taparme los oídos, pero mis manos estaban atadas. Alguna fuerza me llevaba directamente al cuerpo inmóvil de Laura, sus labios estaba azules y el aire que entraba por la ventana mecía su cabello rubio.

Estaba prácticamente encima de ella cuando sus ojos se abrieron. Completamente blancos como la leche, los ojos de alguien sin vida.

“Vete”, murmuró con una voz gutural. Podía escuchar cómo los latidos cardiacos se hacían cada vez más rápidos, golpeando hasta que creí que no aguantaría más.

Entonces desperté. El sonido era real. El corazón de Laura latía tan rápido y fuerte que mis tímpanos estaban a punto de estallar y grité de agonía, buscando cubrirme los oídos. Mis intentos por apaciguar el sufrimiento resultaban inútiles, todo venía de algún lugar en lo más profundo de mí ser, podía sentirlo reverberando en cada rincón de mi cuerpo.

Me levanté de la cama y entre tropezones intenté encontrar mi teléfono. Necesitaba llamar a alguien, quien fuera, a una ambulancia o a mi madre. Cualquiera que pudiera ayudarme.

escultura mujer vestida de negro rustica

“Vete”, escuché un débil susurro entre los golpes provocados por el corazón de Laura. Una voz baja y gutural que parecía de ultratumba, así que me arrastré hasta la puerta y luego por el corredor entre gritos desesperados de auxilio. Mi vecino abrió la puerta, sus ojos se abrieron enormes cuando me vio en el suelo presionando mi pecho.

Me llevó al hospital mientras yo lloraba en el asiento del copiloto.

Tras una serie interminable de exámenes los médicos me dijeron que no había absolutamente nada fuera de lugar con el órgano. El corazón estaba completamente normal, la presión sanguínea también y la recuperación iba según lo esperado. Entonces me quedé en la sala de espera completamente frustrada.

Ese corazón no me pertenecía.

El timbre de mi teléfono sonó, un número desconocido. Genial. Era lo único que me faltaba, situaciones más inexplicables y aterradoras como un completo extraño llamando por teléfono. Respondí con una voz muy baja.

“¿Bueno?”.

“Buen día, habla el departamento de policía de Temisa, nos comunicamos para notificarle de un incidente en su vivienda en torno a las 01:30 de la mañana”, un sentimiento de vergüenza me invadió.

“Disculpe. Hace poco me hice una cirugía y no me estaba sintiendo bien. Tuve que pedirle a mi vecino que me trajera al hospital y creo que entré en pánico en el corredor antes de salir”, se produjo un pequeño silencio al otro lado de la línea.

“Creo que lo mejor es que tome asiento”. Sentí como el corazón de Laura latía fuerte y calmo. “Se produjo un incidente de allanamiento por parte del Sr. Samuel Matthew, y según el informe policial se trata de su ex pareja con quien usted presentó una demanda judicial en septiembre de 2017”. La sangre se me congeló.

“Sí”.

“Actualmente se encuentra detenido. Encontramos un arma automática y sospechamos que tenía la intención de hacerle daño. Hay una patrulla estacionada fuera de su vivienda, los oficiales podrán ayudarla a partir de hoy”.

Le agradecí y colgué el teléfono.

Me recargué un momento en la pared mientras el horror se desvanecía completamente en mí. Si me hubiera quedado diez minutos más en el apartamento, él me hubiera encontrado. Los latidos del corazón de Laura alcanzaron mis tímpanos nuevamente, pero ahora eran amables, tranquilizantes. Su madre me había dicho que ella dedicó cada momento de su existencia a ayudar a quienes lo necesitaban.

Me llevé ambas manos al pecho, oprimida por nada más que gratitud, y escuché a Laura.

Traducción y adaptación al español por Marcianosmx.com

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8 comentarios en «Este corazón no me pertenece»

  1. me gusto el giro , la verdad yo esperaba la tipica donde el donante ”reencarnaria” y tomaba posesion de su nuevo cuerpo , fue bueno que no termino asi

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