El huevo, por Andy Weir

Andy Weir es el autor de este relato corto al que tituló “The Egg” (El Huevo), debo decir que es un relato muy curioso que involucra aspectos puros de existencialismo teísta, temas religiosos como la reencarnación y otros tan profundamente científicos como los multiversos y el concepto del tiempo. Más allá de que comience como una típica cadena religiosa de Email, el relato invita a reflexionar de forma profunda sobre la existencia y al final ofrece un mensaje bastante poderoso.

The Song of the White Deer
“The Song of the White Deer” Dibujo de Kris Davidson Ink, Graphite y Walnut ink.

Si alguna vez leyeron algo de Isaac Asimov, seguro que este cuento les traerá gratos recuerdos.

Ibas camino a casa cuando moriste.

Fue un accidente de autos. No hubo nada particularmente notable, pero no obstante fue fatal. Dejaste una esposa y dos hijos. Fue una muerte sin dolor. Los paramédicos hicieron todo lo posible para salvarte, pero fue en vano. Tu cuerpo estaba tan destrozado que fue lo mejor, confía en mí.

Y fue entonces cuando me conociste.

“¿Qué … qué pasó?”, Preguntaste. “¿Dónde estoy?”

“Haz muerto”, te dije, con la mayor naturalidad posible. No tiene sentido tener pelos en la lengua.

“Había un … un camión y estaba derrapando …”

“Sí”, contesté.

“Yo … yo estoy muerto?”

“Así es. Pero no te sientas mal por ello. Todo el mundo muere “, te dije.

“Si. Pero no te sientas mal al respecto. Todos mueren”.

Miraste alrededor. No había nada. Solo tu y yo. “¿Qué es este lugar?” Preguntaste. ¿Es el más allá?

“Más o menos”.

“¿Usted es Dios?”

“Soy Dios”.

“Mis hijos… mi esposa”. Preguntaste.

“¿Qué hay con ellos?”

“¿Estarán bien?”

“Eso me gusta. Acabas de morir y tu principal preocupación es tu familia. Eso es muy bueno”.

Me miraste con fascinación. Para ti, no me veía como tu Dios. Sólo me veía como un tipo común y corriente. O posiblemente una mujer. Una vaga figura de autoridad, quizás. Más como una maestra de gramática, que como el Todopoderoso.

“No te preocupes. Ellos estarán bien. Tus hijos te recordarán como alguien perfecto en todo aspecto. No tuvieron tiempo para llegar a despreciarte por algo en particular. Tu esposa llorará por fuera, pero sentirá alivio por dentro. A decir verdad, tu matrimonio se estaba cayendo en pedazos. Si te sirve de consuelo, se sentirá culpable al sentir alivio”.

“Oh”, dijiste. “Entonces, ¿Qué pasa ahora? ¿Me voy al Cielo, o al Infierno, o algo así?

“Ninguno. Serás reencarnado”.

“Ah, entonces los hindúes tenían razón”.

“Todas las religiones están en lo cierto, a su manera”, contesté. “Camina conmigo”.

Me seguiste mientras cruzábamos el vacío. “¿Adonde vamos?”

“A ningún lugar en particular. Se siente bien caminar mientras hablamos”.

“¿Y cuál es el punto entonces? Preguntaste. “Cuando renazca, seré solamente una pizarra en blanco, ¿Verdad? Un bebé. Todas mis experiencias y todo lo que hecho en esta vida no importará”.

“No exactamente. Llevas contigo todo el conocimiento y las experiencias de todas tus vidas pasadas. Sólo que no lo recuerdas ahora mismo”.

Paré de caminar y te tomé por los hombros. “Tu alma es mucho más magnífica, bella, y gigantesca de lo que puedas imaginar. Una mente humana solo puede contener una pequeña fracción de lo que eres. Es como apoyar tu dedo en un vaso con agua para sentir su temperatura. Pones una pequeña parte de ti contra el recipiente, y para cuando la quitas, habrás obtenido el conocimiento que poseía”.

“Has estado dentro de un humano por los últimos 48 años, por lo que aún no te has extendido, para sentir tu inmensa consciencia. Si pasáramos el suficiente tiempo aquí, comenzarías a recordarlo todo. Pero no tiene sentido hacer eso entre cada vida”.

“¿Cuántas veces he reencarnado?”

“Oh, muchas. Muchísimas. Y en muchísimas vidas diferentes”. Dije. “Esta vez serás una campesina china, en el año 540 AC”.

“Espera, ¿Qué?”. Tartamudeaste. “¿Me enviarás de vuelta en el tiempo?”

“Bueno, técnicamente, sí. El tiempo como lo conoces, solo existe en tu universo. Las cosas son algo distintas de donde yo vengo”.

“¿De dónde vienes?”

“Mmm… Yo vengo de un lugar. Un lugar distinto. Y allí hay otros como yo. Se que querrías saber como es este lugar, pero honestamente, no entenderías”.

“Oh,” Dijiste algo desilusionado. “Un momento… Si soy reencarnado en distintos lugares en el tiempo, en algún punto podría haber interactuado conmigo mismo”.

“Seguro. Pasa todo el tiempo. Y con ambas vidas conscientes únicamente de sí mismas, tu nunca sabes que este encuentro está sucediendo”.

“¿Cuál es el punto de todo esto, entonces?”

“¿Enserio?” Pregunté. ¿Me estás preguntando cuál es el sentido de la vida? ¿No está un poco estereotipado?”

“Bueno, es una pregunta razonable”. Persististe.

Te miré a los ojos. “El significado de la vida, la razón por la que creé este universo, es para que madures”.

“¿Querrás decir la humanidad? ¿Quieres que maduremos?”

“No, solo tú. Creé este universo para ti. Con cada vida creces, maduras, y te vuelves un intelecto mayor”.

“¿Solo yo? ¿Qué hay de los demás?”

“No hay nadie más”. Dije. “En este universo solo estamos tú y yo”.

Me miraste fija, e inexpresivamente. “Pero toda la gente en la Tierra…”

“Todos son tú. Diferentes encarnaciones de ti mismo”.

“O sea que, ¿Yo soy todos?”

“Ahora lo estás entendiendo”, te dije palmeándote la espalda a manera de congratulación.

“¿Yo soy cada humano que ha vivido?”

“Y cada humano que vivirá. Exactamente”.

“¿Soy Abraham Lincoln?”

“Y eres John Wilkes Booth, también”. Agregué.

“¿Soy Hitler?”. Preguntaste apaleado.

“Y los millones que asesinó”.

“¿Soy Jesús?”

“Y todos sus seguidores”.

Te quedaste en silencio.

“Cada vez que trataste injustamente a alguien”, dije “te lo estabas haciendo a ti mismo. Cada acto de amabilidad que has hecho, te lo has hecho a ti mismo. Cada momento feliz y cada momento triste experimentado por un ser humano fue, o será, experimentado por ti”.

Lo pensaste por un largo tiempo.

Luego me preguntaste, “¿Por qué? ¿Por qué hacer todo esto?”

“Porque algún día, te volverás como yo. Porque eso es lo que eres. Eres uno de los míos. Eres mi hijo”.

“Whoa,” exclamaste incrédulo. “¿Dices que soy un dios?”.

“No. No todavía. Eres un feto. Aún estás creciendo. Una vez que hayas vivido cada vida humana a través de los tiempos, habrás crecido lo suficiente como para nacer”.

“Entonces, el universo entero es solo…”

“Un huevo”. Respondí. “Ahora es momento de que continúes hacía tu próxima vida”.

Y te envié hacía ella.

 

GALACTANET

 

Quizá te interesa:

14 comentarios en «El huevo, por Andy Weir»

  1. Pocas veces he comentado en este blog, a pesar de ser de mis favoritos si no que el único que queda que me gusta, en verdad gracias por compartir esta historia demasiado buena para reflexionar, si encuentras mas historias de este tipo has un post por favor de ellas :). Saludos excelente blog.

    Responder
  2. hola….hace tiempo llegue a una conclusion parecida al menos en una parte, pero primero explico al ser seres tridimensionales que se mueven en el tiempo, estamos acostumbrados a ver toda nuestra vida como si fuera una caberna o tubo, en un extremo esta la entrada (nacimiento) y en el otro extremo la salida, (muerte)debido a esto creemos que si reencarnamos, reencarnaremos en el futuro si mueren en el 2022, crees que rencarnaras en el 2060 por ejemplo. pero eso es una ilucion, un ser de 4 dimensiones seria capaz de estar en varios lugares al mismo tiempo, no es se copie asi mismo es que puede estar en 3 o 4 lugares y ser el mismo, algo parecido a lo que hace el doctor manhathan de watchmen, bien, la ilucion de tubo que tenemos sobre la vida nos ciega, el caso que este problema no lo tiene un ser de mas dimenciones, el caso es que en resumen nada nos garantiza que si reencarnamos sea en el futuro, bien se podria reencarnar en el pasado, en el año 1000 antes de cristo….

    Responder

Deja un comentario