El hombre, el niño y el burro

Cierto día, un padre y su hijo llevaban a su borrico al mercado, tirando del animal con una cuerda. Durante el recorrido, las personas que pasaban a su lado soltaban carcajadas y comentaban: “¡Si serán bobos! ¿Acaso no saben que pueden montar el burro en lugar de caminar?”.

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Entonces, padre e hijo decidieron montar el animal. Un poco más adelante, se cruzaron con otro grupo de personas que se mostró sumamente indignado. “¡Pero que inconscientes! ¿Cómo tienen el valor de cargar al pobre animal de esa forma? Miren su lengua de fuera, apenas y puede respirar, ¡pobre!”.

Entonces, el padre decidió bajar del burro y dejar a su hijo. Unos metros adelante, después de recorrer la curva de un río, un anciano que venía en sentido contrario les gritó: “¡Escuincle! Mira nada más, en la flor de la juventud… y va montado cual príncipe en el burro mientras su viejo padre empuja a su majestad. ¿No te da vergüenza?”.

Al niño no le hace gracia el discurso del anciano e inmediatamente cambiar el lugar con su padre, pero rápidamente fueron interrumpidos por una mujer que salía de la iglesia y que los detuvo para darles un sermón: “¡Este señor es un aprovechado! Debería denunciarlo con las autoridades, pobre niño, empujando al hombre bajo el rayo del sol”.

Sin saber que más hacer, padre e hijo pensaron un poco y decidieron tomar medidas drásticas: usando un largo tronco, ambos decidieron cargar al burro.

La absurda escena pronto causó un alboroto en el puente de la entrada del mercado y una multitud se congregó en torno a los tres personajes. Asustado, el animal empezó a patalear con tan mala suerte que alcanzó la mano del niño, que soltó el tronco y dejó al burro caer por un lado del puente, directo a la corriente del río donde el animal murió ahogado.

Tras un silencio absoluto, todas las miradas se dirigieron lentamente al padre y al hijo.

Moraleja de la historia: intentar complacer a todo mundo es la forma más efectiva de no complacer a nadie.

Aunque tengas un plan previamente trazado, para aquellos que presencian solo los momentos aislados, la lectura es parcial, pero los juicios que emiten casi siempre son de una certeza absoluta. Por eso, mantente abierto a las observaciones ajenas, pero nunca olvides que tú tienes el timón y que el destino lo construyes tú.

Por eso, pidiendo disculpas por la falta de elegancia, pero en favor de la elocuencia de los hechos:

no puedes imaginar

El hombre, el niño y el burro” es una de las fábulas de Esopo.

 

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