El Eclipse de Cristóbal Colón

En un pasado no muy lejano los eclipses eran considerados fenómenos aterradores e incomprensibles. Eran interpretados como presagios de catástrofes o mal augurio. Los pueblos de la antigüedad observaban el cielo con horror y fascinación al mismo tiempo. Hay una teoría que dice que la avanzada astronomía desarrollada por los incas y los mayas se debió a que los gobernantes querían saber con antelación cuándo sucedería un fenómeno celeste a fin de mantener a sus súbditos tranquilos.

Eclipse Lunar

Pero no todos los pueblos de la antigüedad poseían este conocimiento y para estos, un eclipse representaba un completo misterio contemplado con un terror indescriptible.  Fue gracias a su conocimiento de la astronomía que el gran navegante genovés Cristóbal Colón se salvó de una muerte segura.

El día 12 de octubre de 1492, como todos los estudiantes de educación básica deberían saber, Colón atracaba en una isla al noreste de Cuba, hecho que marcaba el descubrimiento de América. Más tarde le daría el nombre de San Salvador. Lo que no todos saben es que durante los próximos diez años, Colón continuó realizando otros viajes al “Nuevo Mundo”, tratando de demostrar su convicción de que había llegado a Oriente navegando hacia el Oeste.

Fue en su cuarto y último viaje, mientras exploraba la costa de Centroamérica, que Colón se vio en problemas. Su flota zarpó del puerto de Cádiz, en España, el 11 de mayo de 1502, estaba integrada por lo navíos Capitana, Gallega, Vizcaya y Santiago de Palos. Infelizmente, y debido a una plaga de termitas que infestaron las naves, Colón se vio obligado a abandonar dos de los navíos para finalmente quedar varado con sus dos últimas carabelas en la costa norte de Jamaica el 25 de junio de 1503.

En principio, los nativos de Jamaica recibieron a los náufragos con los brazos abiertos, ofreciéndoles comida y refugio, pero conforme los días se fueron convirtiendo en semanas, la tensión empezaba a aumentar. Finalmente, luego de haber estado varado durante más de seis meses, la mitad de la tripulación de Colón se amotinó. Los rebeldes saquearon un almacén de alimentos, asesinaron a algunos hombres y secuestraron mujeres. Rebasándolos en número y llenos de furia, los nativos mataron a los rebeldes y capturaron a los otros españoles que no habían tenido nada que ver en la rebelión.

Las explicaciones de Colón fueron en vano, los llevaron a una tienda a la espera de la decisión del jefe de la tribu, quien indicaría como serían ejecutados.

Colón, en medio de la desesperación, formuló un ingenioso plan.

Quién vino en su ayuda fue Johannes Müller von Königsberg (1436-1476), un destacado matemático, astrólogo y astrónomo de origen alemán mejor conocido con el nombre latino Regiomontanus. Antes de morir, Regiomontanus publicó un almanaque que contenía tablas astronómicas que cubrían los años desde 1475 a 1506. El almanaque de Regiomontanus resultó una verdadera bendición para Colón ya que sus tablas astronómicas contenían información sobre el Sol, la Luna y los planetas conocidos, así como de las más importantes estrellas y constelaciones esenciales para la navegación. Luego de su publicación, ningún marinero se hacía a la mar sin una copia del almanaque. Con su ayuda, los exploradores fueron capaces de trazar rutas comerciales y de aventurarse en mares inexplorados en busca de Nuevos Mundos.

Colón, por supuesto, tenía una copia con él cuando fue preso en Jamaica. Estudiando las tablas, descubrió que la tarde del jueves 29 de febrero 1504, un eclipse total tendría lugar poco después del nacimiento de la Luna.

Eclipse de Colón Cuarto Viaje

Armado con nada más que este conocimiento, a tres días del eclipse, Colón pidió una reunión con el jefe de los nativos y le dijo que su Dios estaba enojado con los nativos por mantener a los marineros cautivos. La rabia de este ser supremo era tal que no tardaba en mostrar un claro signo de su desagrado: de allí a tres noches, borraría la luna naciente, volviéndola “rojo sangre”. El líder debió haber mirado con aprensión a sus hechiceros – La Luna de Sangre (eclipse total lunar) era considerada como uno de los presagios más temidos. A pesar de esto, el jefe ordenó que los marineros permanecieran encarcelados hasta que tomara una decisión final.

La noche prevista, a medida que el Sol se ponía en el Oeste y la Luna comenzaba a surgir en el horizonte por el Este, era obvio para todos que algo andaba terriblemente mal. Cuando la luna se ubicó completamente por encima de la línea del horizonte, estaba incompleta.

Y, apenas una hora más tarde, mientras era tragada por las tinieblas, la Luna fue adquiriendo una apariencia incendiaria y “sangrienta”: en lugar de la brillante Luna Llena de invierno, los cielos eran dominados por una tenue esfera roja.

Según el hijo de Colón, Hernando, los nativos se vieron aterrorizado por tal evento y “… con gritos vociferantes y lamentaciones corrían en todas direcciones, arrojándose al suelo y gritando de pavor”. Aprovechando la situación, Colón ordenó que todos fueran liberados, los barcos reparados y cargados con provisiones. Rezando al Almirante para que intercediera por ellos ante su Poderoso Dios, el líder prometió que la tribu cooperaría con Colón y sus hombres si restauraba la luna a su estado normal. El explorador le dijo que tendría que retirarse a una conversación privada con la deidad a rogarle que se tranquilizara. Luego, se encerró en su camarote durante unos cincuenta minutos.

El “Dios” al que tenía que apaciguar en realidad era un reloj de arena que Colón volteaba cada media hora para medir las diferentes etapas del eclipse, con base en cálculos proporcionados por el Almanaque de Regiomontanus.

Momentos antes del fin de la fase total del Eclipse, Colón reapareció para anunciar a los nativos que había persuadido a su Dios de castigarlos y que permitiría el retorno gradual de la Luna a su estado original. Momentos después, conforme a las palabras de Colón, lentamente la luna comenzó a reaparecer llenando a la tribu de alivio. A partir de ese momento, trataron a Colón y a sus hombres como reyes, mientras reparaban los navíos dañados. El 29 de junio de 1504, una carabela aparecía en el horizonte para rescatar a los marineros desaparecidos. Colón y su tripulación regresaron a España el 7 de noviembre con una increíble historia que contar.

En una interesante escrito posterior a esta historia, en 1889, Mark Twain, probablemente inspirado por el truco del eclipse, escribió la novela “Un yanqui en la corte del rey Arturo.” En la ficción, el personaje principal, Hank Morgan, utiliza un truco similar al de Colón para ganar un concurso de magia a Merlín.

Eclipse solar total

Morgan “predice” un eclipse solar que sabe sucederá. En el proceso, reclama el poder sobre el Sol. Ofrece de buena manera regresar la estrella al cielo a cambio de su libertad y una posición como “ministro ejecutivo perpetuo” en la Corte de Arturo.

El único problema con esta historia es que en la fecha citada por Mark Twain – el 21 de junio del año 528 – no tuvo lugar ningún eclipse. De hecho, hacía tres días que la Luna había completado su fase de Llena, una configuración que no puede generar un eclipse.

Pero esta no fue la única ocasión en que mantenerse al tanto de la astronomía demostró ser un recurso ventajoso para los exploradores en peligro. Años más tarde, el 18 de febrero de 1905, el capitán belga Albert Paulis y veinte de sus hombres fueron capturados en una zona de África Central por los Mangbettu, una tribu hostil conocida entre otras cosas por sus hábitos caníbales.

El grupo de Paulis fue torturado terriblemente, mientras los nativos los preparaban para ofrecerlos en un banquete en honor al Rey Yembio. Esperando una inminente ejecución, Paulis comenzó a hojear un Almanaque Astronómico donde encontró un eclipse lunar que estaba a punto de suceder. Recordando el truco empleado por Colón, exigió ser llevado ante el Rey

Los Mangbettu le permitirían que hablara abiertamente. El explorador pidió un cuchillo y se cortó la mano afirmando que cualquier herida sobre su cuerpo tendría repercusiones directas en la Luna, así que si mataban a cualquiera de los exploradores, estaban “matando a la Luna.” Los nativos le miraron con incredulidad, los hechiceros echaron a reír y dijeron que estaba loco, pero el rey se preocupó y envió al explorador de regreso a la cárcel. Horas más tarde, Paulis y sus hombres oyeron una gran conmoción y el rey lo mandó a llamar inmediatamente.

Cuando llegaron escoltados a la sala del trono, vieron que las cabezas de los hechiceros estaban apiladas a un lado de la silla ocupada por el rey Yembio. El monarca rogó a Paulis restaurar la luna a su estado original, porque “si ella continuaba sangrando de esa manera, inundaría el mundo con sangre y todos perecerían ahogados”.

Aprovechando la situación, Paulis exigió al rey su promesa de liberarlos y posteriormente tratar bien a sus exploradores. El rey caníbal aceptó de inmediato. Sólo entonces, fuera de la sala, Paulis gritó a pulmón abierto pidiendo que el eclipse terminara. Minutos después, la luna perdió su aureola roja que tanto terror despertó en los nativos, volviendo a la normalidad. Paulis y sus hombres fueron liberados.

Así que si viajas a tierra hostil no sería mala idea llevar contigo una Manual de Astronomía, podría salvar tu vida.

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6 comentarios en «El Eclipse de Cristóbal Colón»

  1. Me recuerda el caso de un fraile que fué capturado por un grupo de americanos en la selva (no recuerdo que tipo de nativos ni el nombre del fraile, hace ya como 15 años que lo leí)y al enterarse de que iba a ser sacrificado, recurrió a sus conocimientos de astronomía e intentó alegar que el tenía poder sobre el sol y podía hacer que palideciera si le causaban daño… minutos más tarde su sangre recorría la piedra de sacrificio al tiempo que se producía un eclipse solar, los nativos no le creyeron por que ellos conocían el dato y ese era el motivo de la propia ejecución, jaja.

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  2. Es extraño q lo miren de esa, forma la moyoria de las culturas americanas precolombinas, tenian calendarios exactos y precisos, desde los aztecas hasta los incas, conocian muy bien los ciclos de los astros, conocimiento adquirido desde los inicios de sus civilizaciones, un marinero europeo poco letrado no creo q pudiera convencer a basa de palabras a una enfurecida tribu de indigenas

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