El DVD no existe más (FINAL)

Sentía un terror indescriptible de mirar hacia atrás. Después de ser testigo de las cosas horrendas que habían sucedido en los DVDs tenía miedo de lo que fuera que estuviera detrás de mí. Pero tuve una sensación extraña como si muchas arañas caminaran sobre mi piel. Mi cabeza se giró sin mi consentimiento. Me di la vuelta lentamente, aterrada por lo que pudiera encontrar a mis espaldas. Cerré los ojos. Quizá si no lo veía, no me podría hacer daño. Intenté tanto como me fue posible mantener los parpados juntos, pero fueron deliberadamente abiertos. Fueron mis propios dedos quienes los forzaron a abrirse. Ni siquiera había sentido el momento en que mis brazos se movieron.

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Cuando finalmente pude ver casi sentí alivio. No había nadie atrás de mí. Me había convencido de que John, completamente demente, estaría parado a mis espaldas, listo para reinterpretar su tortura conmigo. Afortunadamente solo fue mi imaginación.

Me levanté. Era imposible no sentir todo aquel miedo. Estaba cansada. Después de ver aquellos videos tan perturbadores, sentía como si hubiera sido yo la que pasó por todo eso. Quizá un bocadillo o un poco de agua serían de ayuda. Pero antes que pudiera marcharme noté algo diferente.

En un estante atrás de la mesa había una cámara. La habían dejado cuidadosamente posicionada entre dos de mis libros favoritos. No recordaba ser dueña de una cámara. Había una pequeña luz roja parpadeando en la parte superior. En algún lugar de mis recuerdos reconocí que aquello era una señal de que necesitaba batería. Me acerqué a la cámara como si se tratara de un animal salvaje. Cuando la levanté, su peso me tomó por sorpresa. Era de un color negro opaco. La habían utilizado bastante y tenía algunos golpes. Pero funcionaba. Le quedaba poca batería, pero aún estaba filmando.

Había sido enfocada perfectamente hacia mi espalda, la mesa y la computadora. Acerqué la cámara a mi pecho y la batería murió al instante. La pantalla tenía un negro profundo que nunca había visto antes. Pude verme en la oscuridad. Tenía que seguir adelante. Debía deshacerme de la cámara e irme cuanto antes de allí. Pero me resultó imposible. No estaba lista. ¿O simplemente no era capaz de hacerlo?

Regresé a la mesa. Yo sabía cómo retirar la tarjeta de memoria de la cámara. La tarjeta salió y quedó en la palma de mi mano. En ese momento ignoraba por completo que se trataba del tercer video. Tenía que verlo. No era un DVD, y tampoco me lo habían entregado directamente a mí, pero era algo que debía ver inmediatamente.

Puse la tarjeta de memoria en el puerto de mi computadora. Apareció una carpeta en la pantalla. Hice clic para abrirla, pero en lugar de eso una interfaz extraña se apoderó del área de trabajo. Se titulaba “Ka” y mostraba tres subcarpetas. “Prisionero”, “Suerte” y “Muerte”, en ese orden. Intenté hacer clic sobre la carpeta Prisionero, pero no abrió. Lo mismo pasó con Suerte. La subcarpeta Muerte abrió sin ningún problema. Contenía tres archivos de video. “Hombre de negro”, “La puerta” y “Margot no es Margot”.

“Hombre de negro” empieza con una carrera. Margot corre por una habitación. Grita con una voz casi inhumana. La persona que lleva la cámara intenta atraparla. La persigue entre una habitación y otra, acercándose cada vez más. En una escena verdaderamente enferma ella regresa a ver por sobre su hombro y su rostro es de terror puro. Esa fue la primera vez que realmente vi el miedo apoderándose de Margot.

Finalmente Margot tropieza en la alfombra. La persona que filma se abalanza sobre ella inmediatamente. Ella llora y pelea, pero la persona la mantiene inmóvil. No pasa mucho tiempo antes que la cámara caiga a un costado. Como lo esperaba, John es la persona que está sobre Margot. Aún lleva su máscara de esquí y los guantes.

Se hace más evidente que John solo está sujetándola. No intenta lastimarla o hacer algo más perverso. Margot pelea como si su vida dependiera de salir de allí. Lucha durante casi tres minutos. Como en los otros videos, no pude dejar de observar. Era difícil de ver, pero yo también era una prisionera. Era como si tuviera a mi propio John manteniéndome en la silla.

Finalmente Margot se tranquiliza. Ella busca en el rostro de John, se encaran como dos completos extraños. Entonces Margot se suelta a reír. Se priva por unas carcajadas de la misma forma que la privaba el llanto minutos antes. Su cuerpo vibra con los sonidos que emite.

John no la suelta. Él dice, “haz olvidado el rostro de tu padre”.

Ella se dobla hacia arriba, empujando su rostro en dirección al de él. “Él no tiene rostro, John. Ya lo sabes”.

John se ve claramente irritado con las palabras de Margot. “Él tiene un rostro. Un rostro fuerte. Un lugar de rostro. El lugar donde fue encarado”.

“Muéstrame entonces”. Ella regresa a su posición en el suelo. “Muéstrame el rostro de mi padre, John”.

John se sienta con los brazos cruzados. Otra vez está balbuceando palabras, pero ninguna tiene sentido. Margot no parece sorprendida por su extraño comportamiento. Quizá ya hizo eso anteriormente. Quizá sea común que balbucee palabras ininteligibles en su presencia como si estuvieran teniendo una conversación.

Margot lo deja hacer esto durante algunos minutos mientras lo observa con una mirada de satisfacción y rabia. Entonces se da cuenta que sus brazos están libres. John la ha soltado. Levanta una mano y sujeta la máscara de esquí. Antes que John reaccionara, Margot le ha quitado la máscara y la ha lanzado al otro lado de la habitación.

Entonces comprendí que las palabras de Margot eran verdad. John no tenía rostro.

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Claro, ahí estaba su cabeza. Tenía algo sosteniéndole los ojos, podía distinguirse algo parecido a unas fosas nasales y un agujero donde se suponía que debía estar la boca. Pero toda su cabeza estaba cubierta por horribles quemaduras. Se apreciaba un rostro construido por tejido cicatrizado y amasado con venas rojas. No tenía cejas o labios. Simplemente montículos horrendos de carne rodeándole los dientes (de los cuales tenían pocos).

Aterrado, John deja a Margot y corre para tomar la máscara. Margot se pone de pie de inmediato. Toma la cámara y empieza a correr. Corre por la casa y se dirige a la puerta principal. Trata de abrir la manija, pero no puede. Margot grita frente a la puerta y se voltea para buscar otro lugar. Pero de repente aparece John, bloqueándole el paso.

Margot deja escapar un pequeño grito y tira la cámara. La pantalla se pone amarilla antes de terminar.

Quería detenerme. Cualquier persona normal llamaría a la policía, saldría de casa o al menos eliminaría los archivos. Pero mi alma estaba atrapada en estos videos. Inexplicablemente me sentía prisionera del sufrimiento de Helen y Margot. Asquerosamente, también estaba inmersa en la demencia de John. Quizá yo también estaba loca. Mi mano tocó el mouse para iniciar el próximo video.

“La Puerta” inicia con una fotografía de la estatua del primer video. La escena parpadea y se distorsiona, cambiando rápidamente a John hablando para la cámara. Se encuentra en casa con Helen. La barriga de Helen es gigantesca, queda claro que está embarazada. Hay algo extraño sobre su vientre. Parece un hueso de mandíbula.

John rodea a Helen, que se limita a mirar al suelo. La mujer ha perdido completamente la esperanza. La furia y rabia que presencié en el video anterior han sido sustituidas por una total desesperanza. John hace un acercamiento al vientre y a la mandíbula. Los muñones de sus piernas también quedan visibles. Parece que John quiere exhibir a Helen.

John dice, “dilo”.

Helen se remoja los labios. “Da-da”, le responde.

“No, dilo todo”.

Las lágrimas escurren por sus mejillas pero no emite llanto alguno. “Da-da-chum”, dice con tristeza.

John emite una serie de pequeños sonidos de felicidad. “Ahora levanta tus garras”.

Helen levanta lentamente sus brazos. Por primera vez la parte inferior de sus brazos se encuentra visible. Ambos tienen tatuajes idénticos de una llave. La llave es gruesa, con una forma de S al final. Ella mantiene los brazos arriba hasta que John empieza a gruñir. Finalmente deja caer los brazos a sus costados. En una voz débil y triste ella pregunta, “¿por qué no me matas?”.

John ahora encuadra toda la escena. Margot se arrastra en el fondo, pero ninguno de los adultos parece notarla. “Yo no mato con mi arma”, responde.

“Por favor, Johnny. No puedo hacerlo”. Le implora Helen.

“Simplemente no te has dado cuenta”, le responde. Está tranquilo, la desesperación de la mujer parece no ejercer ningún efecto sobre él.

Helen toma la mandíbula y la observa. Entonces, como un relámpago, la mujer golpea su cuello. John grita y arroja la cámara. El hueso cuelga del cuello de Helen como un trozo más de cabello. Intenta hablar escupiendo sangre mientras se le llena la tráquea. John entra en pánico. Retira el hueso lo más rápido que puede, pero solo provoca que pierda más sangre.

John grita, “Niña, ven aquí. ¡Ayúdame!”.

Creo que se refería a Margot. Pero Margot no se presenta. John se bloquea durante un segundo antes de llamarla nuevamente. Incluso así, no acude. De mala gana, John deja a Helen para buscar a Margot.

En la pantalla queda Helen sangrando profusamente. Se ahoga en su propia sangre. Pero parece feliz. Helen mira directamente a la cámara. Intenta decir algo. Es difícil de comprender, después de todo tenía liquido llenando su boca y garganta. Pero quizá haya dicho, “la broma es a costa tuya”.

Margot se arrastra por la habitación atrás de Helen. Ella toca su cabello brevemente. Es una muestra de profundo amor. El rostro de Margot está repleto de arrepentimiento. Ella toma la cámara y susurra, “Buenas noches”, antes de abandonar la habitación.

Camina silenciosamente por la casa hasta llegar a la puerta principal. Está abierta. John se encuentra en la calle gritando, soltando alaridos mientras llama a la niña. Ella se cuela por la solera de la puerta. Agachada, recorre la parte trasera de la casa. Entonces se echa a correr. La escena se mueve mientras ella corre. Un grito de John puede escucharse en el fondo.

Margot respira con pesadez. La escena es cortada entre la imagen de la pequeña casa y la niña corriendo. El Sol se mueve en el cielo. Margot corre con la energía de alguien que quizá jamás pueda volver a correr. Finalmente la escena cambia al metraje del primer video, “Origen”. Ahora queda claro que Margot es quien lleva la cámara, caminando en torno a la estructura con la estatua en el interior. Escucha el ruido de hojas secas trituradas con los pies y se esconde. Tras algunos instantes la escena se corta de forma abrupta.

El video ha terminado.

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En lugar de alivio, el pánico inundó mi cuerpo. Intentaba comprender qué había sucedido. ¿Margot huyó? ¿De ser así, dónde estaba? ¿Qué eran Helen y John para ella? ¿Cómo llegó allí? Mis manos temblaban. ¿Dónde está ahora?

Lo descubriría apenas el siguiente video empezara a reproducirse. “Margot no es Margot” es un video completamente diferente al resto. No es filmado por una cámara de mano ni en una casa aterradora. En lugar de eso, es un fragmento de un talk show. Parece que lo filmaron a inicios de los años 2000. El presentador es un hombre mayor que cierra los ojos mientras habla.

Una ronda de aplausos inicia el video. Este hombre se encuentra sentado en una cómoda silla con otra silla menos confortable frente a él. Sonríe. Mientras los aplausos cesan, hace una reverencia con las manos juntas. “Hoy conoceremos a una niña muy especial”, dice con tono solemne. “Una niña que ha pasado por muchas más cosas que cualquier otra persona, por cosas que nadie jamás debería experimentar. Su identidad se mantuvo desconocida durante muchos años para protegerla de su atacante. Sin embargo, ahora que cumplió los 18 años, quiere relatar su parte de la historia”. El hombre se mantuvo de pie. “Por favor, ayúdenme a recibir a Tabitha”.

Todas las personas en el foro aplauden. Lentamente alguien entra en escena. Es una mujer pequeña con el cabello corto. Mientras camina cojea un poco. Su vestido es sencillo. Si pasas a un lado de ella, jamás te parecería especial. Pero con las enormes luces apuntando a su rostro, está completamente expuesta. Gira el rostro instintivamente hacia la cámara. Demora mucho tiempo en atravesar el set y se sienta en la silla.

Llevé mi mano a la pantalla y la toqué. La mujer me parecía tan familiar. Tenía los mismos ojos que Margot. De hecho, mientras más la veía menos dudas tenía. Esa era Margot crecida. Pero quedaba algo más por reconocer. Algo muy familiar para admitir.

El presentador se desplaza para abrazar a Tabitha, pero ella se encoge. Él se recompone rápidamente y se sienta en su silla. Los aplausos se detienen. El sujeto mira con pena a Tabitha. “Bienvenida, querida”.

Ella asiente con la cabeza, pero no dice palabra alguna.

El hombre compensa la falta de palabras. “Estamos tan felices de tenerte hoy aquí para que nos compartas tu historia. Todos recordamos al maniático de Indian Lake. Tuvo un enorme impacto en Wisconsin, y en el país entero. El hombre llamado John, identidad que jamás fue confirmada, torturó y aterrorizó a tu madre y a ti durante años. Cuéntanos, ¿cómo sobreviviste a eso?”.

Tabitha levanta la cabeza. Su voz no muestra timidez. Sonaba como la voz de Margot. “Me aislé de todo lo que sucedía a mi alrededor”. “¿Qué quieres decir con eso?”, indaga el presentador.

“Seguía siendo yo, pero me encontraba muy lejos. Quizá caminando sobre la playa o durmiendo en las estrellas. Pero yo sabía que mi cuerpo estaba allí y que mi cerebro realmente estaba en ese lugar”. Ella toma aire. “Estaba atrapada en aquella casa, pero mi imaginación me podía llevar a cualquier lugar que quisiera”.

“Eso es tan valiente”, responde el hombre. Algunas personas de la audiencia empiezan a llorar. Otros se abrazan. Tabitha los observa, pero no parece comprender su comportamiento.

El presentador sigue, “¿Qué exactamente te hizo John a ti?”.

Tabitha se pone rígida. “¿Por qué quieres hablar de eso?”.

“Uhm…”, evidentemente el presentador no está preparado para la extraña mujer. “Quizá una mejor pregunta sería, ¿cómo escapaste?”.

Finalmente Tabitha sonríe. “Él la llamaba Helen. No era su nombre real. No recuerdo su verdadero nombre. Las cosas siguieron su curso, pero antes nosotras tramamos un plan. Ella estaba embarazada de mi segundo hermano. Al primero lo mató John. Pero al segundo lo mató mi madre. Ella me dijo, ‘cuando escuches a John gritar te escondes. Encuentras un escondrijo y te ocultas de él. Entonces, cuando abra la puerta detrás de ti, corres y escapas. Sigue corriendo. Corre hasta que no sientas las piernas’. Eso fue lo que me dijo. Y eso fue lo que hice”.

El presentador empezó a hablar, pero Tabitha lo interrumpió. “Logré llegar hasta la puerta y corrí. Corrí hasta donde había dejado a Jake. Así era como lo llamaba, Jake. No recuerdo su verdadero nombre. Su cuerpo ya no estaba allí, pero yo podía sentir su olor. Se convirtió en algo diferente. Ahora estaba en la tierra. Me oculté detrás de la capilla hasta que John se fue. Me quedé allí durante días. Un hombre y una mujer me encontraron. Estaba casi muerta, como mi hermanito. Me dijeron que tuve suerte de que me hubieran encontrado. Me hicieron decir todo lo que había sucedido a detalle. Tocaron mi cuerpo en los mismos lugares que él. Y entonces se olvidaron de mí. Como dije, las cosas siguieron su curso”.

El presentador se quedó mudo. A Tabitha no le importó. “Él me llamaba Margot. Pero no dejaré que me dé un nombre. Nombrar alguna cosa, te da poder sobre esa cosa. Yo tenía un nombre antes que las cosas siguieran su curso, pero esa tampoco soy yo. Entonces, yo misma me di un nombre. Margot murió en Indian Lake. Murió de la misma forma que mi madre, mi hermano, como Shardik el oso. Y todos los demás”.

El presentador esperó algunos instantes para poner una falsa sonrisa. Volteó a la cámara. “Regresamos con Tabitha, la única sobreviviente del maniático de Indian Lake”.

El video termina con un acercamiento al rostro de Tabitha. Si mirabas de cerca, podías apreciar un extraño ojo tatuado en su clavícula. El video queda completamente negro. Apenas puedo respirar. Toqué mi propia clavícula. Allí, bajo la yema de mis dedos, está mi propio tatuaje. Era el mismo extraño ojo en tinta roja. El que vino hasta mí en un sueño. O al menos así lo creía.

Parpadeé y sentí un mareo. No había comido nada en todo el día. Era algo normal, estaba acostumbrada a pasar muchas horas sin comer. Pero en ese momento sentí que me desvanecía. Mi pequeño apartamento se encogió. Por primera vez noté la confusión. El pecho me dolía.

De la nada la tarjeta de memoria se activó. Había un archivo allí. Se abrió sin que yo tocara nada. El video me hizo gemir.

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Era yo. La parte trasera de mi cabeza. Estaba haciendo algo en la computadora. Había un paquete envuelto en papel marrón cerca de mí, un poco de cinta adhesiva y un enorme marcador negro. Tras algunos minutos saco algo de la computadora. Es un DVD. Tranquilamente saqué un pequeño oso tallado en madera de mi bolso, y empaqué ambos en el papel marrón. Con mucho cuidado escribí mi nombre al frente TABITHA.

Puse otro DVD para grabar. Mientras tanto empecé a dibujar. Torpemente dibujé una rosa en un trozo de papel. Cuando el DVD quedó listo puse ambas cosas al interior de un bolso de plástico negro. Puse la bolsa de basura bajo la mesa y el paquete en mis brazos. Entonces me levanté y me dirigí a la cámara. Sonreí a la lente. Inclinándome hacia el frente, con los labios casi cerrados, susurré “buenos días y buenas noches”. Entonces apagué la cámara.

Una extraña sensación se apoderó de mí. Sentí como si hubiera visto aquella filmación antes. ¿Hacia cuánto tiempo había estado sentada en la mesa? Mi apartamento parecía extraño. Quería salir de allí. Pero antes de que pudiera hacer algo, tomé la cámara y puse la tarjeta de memoria de vuelta. Busqué en mis bolsillos, pero no encontré el oso, y sí algunas baterías. Las puse en la cámara, la encendí y la puse de vuelta entre mis dos libros favoritos – Sobre la Escritura y Canción de Susannah. Me dirigí a la puerta, ansiosa por respirar algo de aire fresco. Tenía que salir de allí. Corrí por el suelo.

Cuando abrí la puerta, encontré un pequeño paquete en el porche. Me detuve un instante. En primer lugar, había olvidado por qué me dirigí a la puerta. ¿Qué tan extraño puede ser abrir una caja que encuentras en la puerta de tu casa? Tenía mi dirección, eso significaba que era mía. Por supuesto que la iba a abrir.

Parte 3 de 3 de un texto obra de EZmisery, traducido y adaptado por Marcianosmx.com (Leer parte 1 / Leer parte 2)

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