¿Cómo sobrevivir a una caída de gran altura?

Aunque resulte difícil de creer, es perfectamente posible caer desde una aeronave en vuelo y vivir para contarlo. A continuación, te presentamos algunos casos de individuos a los que sonrió la suerte en plena caída libre. Además, podrás tomar nota de algunas recomendaciones de mamá física por si algún día llegas a estar en una situación similar.

caida libre

Sobrevivientes a caídas de gran altura.

Nicholas Alkemade.

Entre los registros más antiguos de supervivientes a caídas de grandes alturas tenemos varios provenientes de la Segunda Guerra Mundial. Uno de los más famosos tuvo lugar en marzo de 1944, cuando un bombardero pesado Avro Lancaster de bandera británica intentaba salir a toda prisa de territorio alemán tras desplegar un ataque en la región del Ruhr. La aeronave de cuatro motores y 30 metros de envergadura transportaba, entre otros, a tres tripulantes situados estratégicamente a lo largo del fuselaje en cúpulas de acrílico giratorias con ametralladoras.

A pesar de la admirable artillería, el Avro Lancaster terminó seriamente damnificado por fuego enemigo y empezó a caer. En la cola del avión se encontraba el sargento Nicholas Alkemade completamente atrapado después que su paracaídas fuera envuelto por las llamas. Tenía dos opciones: morir quemado o saltar del avión e iniciar una caída libre de 5.5 kilómetros hasta el suelo. El instinto por sobrevivir, aunque fuera unos segundos más, lo llevó a saltar. Afortunadamente, ese mismo instinto primitivo terminó salvándolo: a unos cuantos metros del suelo, Alkemade impactó contra las ramas de una conífera que terminaron desacelerando la Velocidad Terminal que había alcanzado. Después, los astros se alinearon y cayó sobre una gruesa y suave cama de nieve.

Nicholas Alkemade
Nicholas Alkemade

Se le torció un tobillo, tenía varios cortes y rasguños pero estaba vivito y coleando. Cuando el equipo de captura alemán llegó al sitio del impacto para aprehenderlo, quedó boquiabierto. Sin embargo, una vez que llevaron a cabo las investigaciones pertinentes supieron que no había otra explicación y le dieron crédito por tremenda hazaña.

Vesna Vulović.

Otro caso interesante fue el de Vesna Vulović, una azafata yugoslava que, en 1972, se encontraba laborando en un avión de pasajeros cuando, repentinamente, la aeronave estalló a 10 mil metros de altura (probablemente por un ataque de terroristas croatas, aunque las causas del accidente jamás quedaron completamente claras). Según algunas versiones, Vulović logró quedarse dentro del fuselaje gracias a uno de los carritos de servicio, mientras el resto de pasajeros fue, literalmente, succionado por la terrible despresurización del avión.

Los restos del avión se precipitaron sobre una pendiente cubierta de nieve y, a pesar de las graves lesiones sufridas, Vesna Vulović logró salir del coma varias semanas después.

Vesna Vulovic

George Bushor.

Otro caso particularmente sorprendente es el de George Bushor, un entusiasta de las alturas que, en 1909, se valió de un globo aerostático para ascender 600 metros y, a continuación, saltar con paracaídas. El paracaídas no se desplegó correctamente y Bushor, que solo tenía un brazo, terminó impactándose contra un pequeño lago en el parque Pine Island, en New Hampshire, Estados Unidos.

En la época, la noticia fue reseñada por el periódico Manchester Union: “Bushor se impactó contra la superficie del lago como una estampida y, al principio, se creyó que había perdido la vida o resultado gravemente herido. Sin embargo, los rescatistas quedaron sorprendidos al examinarlo y no encontrar secuela alguna. Ayer por la tarde, en una demostración de gran valor, Bushor repitió el ascenso de forma exitosa”. Y es que YOLO.

Estos y otros casos pueden leerse en el sitio (en inglés) Free Fall, una reliquia del Internet que compila esta clase de historias sorprendentes. Por si fuera poco, ofrecen una especie de guía para que logres sobrevivir en caso de que seas disparado de un avión a altitud de crucero.

Física contra las caídas de grandes alturas.

Si pretendes ingresar a esta exclusiva lista de sobrevivientes, debes recordar algunos conceptos básicos de física que seguramente te enseñaron en la escuela. Atención: en Marcianos no incitamos a nadie a que salte de las alturas para llevar a práctica la siguiente teoría.

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Empecemos por recordar que la aceleración de la gravedad se define como la fuerza gravitatoria específica que actúa sobre un cuerpo en el campo gravitatorio de otra, y en la superficie de nuestro planeta equivale a 9.8 m/s2, más o menos. En palabras más llanas, esto quiere decir que cualquier cuerpo (por ejemplo tú) que experimenta la atracción gravitacional de otro cuerpo (por ejemplo la Tierra) se desplaza en dirección a él con una aceleración constante: tu velocidad, a medida que te aproximas al centro de la Tierra, incrementa 10 m/s por cada segundo que transcurre. No importa si tienes las dimensiones de un luchador de sumo o estás en los puros huesos.

Bueno, esto solo aplica en la teoría. En la vida real tenemos una atmósfera agregando diversas variables que, irremediablemente, influyen en los números expuestos anteriormente. Durante una caída libre, el roce de nuestro cuerpo con el aire genera resistencia y se establece una velocidad máxima (Velocidad Terminal) que podemos alcanzar antes de hacernos pedazos contra el suelo.

Un paracaidista que cae de bruces alcanza una Velocidad Terminal de, más o menos, 55 m/s o 198 km/h. Y, aunque el aire nos haga un enorme favor intentando frenar nuestra caída, impactar una superficie sólida a esta velocidad es brutal y letal, olvídate de rezarle únicamente a San Velocidad Terminal, necesitas más ayuda para el milagro.

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Ligero y alto es mejor.

¿Recuerdas esa pregunta engañosa que pretende conocer si pesa más un kilogramo de algodón o uno de plomo? En una caída libre, a pesar de que poseen pesos equivalentes, el algodón ocupa una superficie mayor por lo que el trozo de atmósfera con el que hace contacto es más grande, esto provoca que la fricción sea mayor y la caída mucho más suave.

Pequeños anti-gravedad.

Los más afectados son los cuerpos pequeños y pesados. Después de todo, la fuerza se calcula multiplicando masa por aceleración. Entre más masa posee un cuerpo, mayor es la fuerza que debe imprimir el aire para sostenerlo. Y si tenemos una superficie expuesta reducida, la fricción no puede hacer mucho. En estos casos la velocidad del impacto es mayor. Mucho mayor. J.B.S. Haldane, un biólogo inglés, hizo un sesudo análisis al respecto en un artículo titulado “On Being the Right Size” (Sobre ser del tamaño correcto).

“Para un ratón o cualquier animal más pequeño, la gravedad es inocua. Puedes soltar un ratón sobre un pozo de minería de un kilómetro de profundidad. Cuando llegue al fondo, experimentará un ligero choque y entonces saldrá caminando (siempre que el suelo sea razonablemente blando). Una rata muere, un hombre se despedaza y un caballo explota.

Esto se debe a que la resistencia del aire al movimiento es proporcional a la superficie del objeto que se desplaza. Si dividimos la altura, el largo y ancho de un animal entre diez, tenemos que su peso se hará mil veces menor, pero su superficie tan sólo cien veces menor. Entonces, la resistencia manifestada a la caída cuando hablamos de un animal pequeño es diez veces mayor (…) Por lo tanto, un insecto no teme a la gravedad y puede caer sin peligro”.

En resumen, aunque la diferencia sea extremadamente sutil, ser más ligero y alto (como un modelo) ayuda.

Recomendaciones finales.

Otro factor importante es la resistencia de tu cuerpo a los cambios drásticos de velocidad, la infame fuerza G. Una caída implica pasar de 195 a 0 km/h, y entre mayor sea el tiempo de esta desaceleración más suave y cómoda es, como podrá atestiguar cualquier pasajero del transporte público. Cuando se cae de las alturas, esto marca la diferencia entre vivir y morir.

Sería preferible aterrizar sobre las ramas de un árbol, de esta forma lograríamos incrementar ese tiempo de frenado disminuyendo la aceleración. Claro, tiene que ser el árbol indicado con ramas suaves y preferiblemente cubierto de nieve, pues si te estrellas contra la rama gruesa de un roble tendrían que recogerte con aspiradora.

Otras recomendaciones son no caer de cabeza y tampoco de panza sobre el agua pero, la más importante, no lo intentes en casa.

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