Contabilizar el tiempo antes de Cristo era un tema complicado. Generalmente, las comunidades “reiniciaban” el conteo del tiempo cada vez que un líder comenzaba su mandato. Una costumbre extendida tanto en Occidente como en Oriente. Contaban los años a partir de que un faraón llegaba al trono, en el caso de los egipcios. Los romanos con los cónsules o césares, los espartanos con reyes, los atenienses con magistrados, y emperadores en el caso de los chinos y japoneses.
Las personas rara vez tocaban un tema que iba más allá de los recuerdos presentes en las generaciones más longevas. Los historiadores se las veían negras cuando elaboraban las cronologías de los eventos. Para determinar el tiempo transcurrido entre un evento histórico y su presente, consultaban largas tablas de reyes y sumaban los años.
Contando el tiempo a partir de eventos históricos.
Estas soluciones eran exclusivas de los historiadores, pues el público en general las ignoraba. Los griegos empleaban la primera Olimpiada (776 a.C.) como referencia, fechando los años entre cada evento deportivo como si se tratara de un reinado. Por ejemplo, gracias a Dionisio de Halicarnaso sabemos que la fundación de Roma aconteció a “un año de la séptima Olimpiada”.
Entre los romanos se popularizó la costumbre de escribir las fechas en anno urbis conditae (año desde la fundación de Roma en 753 a.C.). El problema es que no todos los historiadores concordaban en la fecha de esa fundación.
Los propios cristianos se involucraron en tremendos líos temporales hasta que les llovió sobre mojado en el 284. En noviembre de ese año el emperador Diocleciano ascendió al trono y los persiguió como nunca antes. Eventualmente, alguien propuso contar los años a partir de este traumático evento. Era una forma de olvidar a los césares, que tanto daño hicieron a los cristianos. A los clérigos les pareció buena idea y así surgió la Edad de los Mártires.
El tiempo a partir del nacimiento de Cristo.
Pero ahí no acaba la cosa, y siglos después volverían a meterse con la forma de contabilizar el tiempo. Dionisio el Exiguo, un monje que vivía en la actual Rumanía, externó su insatisfacción por contar el tiempo a partir de alguien tan nefasto como Diocleciano. Ese religioso propuso inaugurar una nueva era a partir del nacimiento de Jesús. Según las cuentas del monje, hasta entonces transcurrieron 525 años. Nadie sabe cómo contó los años, pero se equivocó terriblemente.
Hasta la fecha no se sabe a ciencia cierta la fecha de nacimiento de Jesús, pero la evidencia histórica sugiere que sucedió el 25 de diciembre del año 1. Pero, nadie reparó sobre el tremendo error en la época. Acuérdate de lo difícil que era contabilizar el tiempo a partir de las interminables tablas de los reyes.
Sin embargo, cuando llegó el año 1000 se desató un terrible pánico en la Edad Media. En el año 2000, muchos celebraron los “dos milenios de Jesús”. Pero, el cumpleaños del profeta ya había pasado.
La propuesta de Dionisio el Exiguo demoró algún tiempo para que se tomara en cuenta. Hasta el año 731, gracias a la predicación de san Beda el Venerable, Inglaterra fue el primer país en adoptar la datación. Portugal sería el último de los países cristianos en sumarse la propuesta. En aquel momento se utilizó la Era hispánica, iniciada en el 38 a.C. Increíblemente, esta fecha guarda relación con la conquista romana de Hispania.