Los presentes párrafos presentan el sazón de la historia, lo poco común y extraordinario que en ocasiones nos manda a volar la imaginación. Son hechos que por increíbles que parezcan alguna vez surgieron en la cabeza de alguna persona y ocurrieron en un tiempo y lugar.
Al regreso de sus batallas en Oriente, el victorioso Julio César ofreció el banquete más grande del que se tenga registro. Hay constancia de que comieron más de 260 mil personas en 22 mil mesas durante varias jornadas.
Plinio el Viejo cuenta que Apeles un pintor de Alejandro Magno mostraba entre la gente un retrato, cuando escuchó entre la multitud la crítica que uno hacía de los zapatos que había pintado. A Apeles le pareció razonable y rectificó el detalle. Entonces el critico, que era zapatero, se envalentonó y comenzó a criticar otros aspectos del cuadro, a lo que Apeles contestó: Hipodematurgós, eistá hipodémata su (zapatero a tus zapatos).
El primer prototipo de pantalla de plasma apareció en 1964 creado por Donald L. Bitzer y H. Gene Slotow, de la universidad de Illinois (EE.UU.), pero tenía un problema: era monocromo (verde o naranja). Tuvimos que esperar casi 40 años para que Larry Weber creara una pantalla capaz de reproducir 16,77 millones de colores.
El célebre dramaturgo Oscar Wilde nunca tuvo en cuenta las críticas. Tanto es así que cuentan que, en cierta ocasión, y tras acudir al fracasado estreno de una de sus obras, alguien le preguntó: «¿Cómo ha ido el estreno, Oscar?». «La obra ha sido un enorme éxito» -respondió él sin inmutarse-.« Lo que ha sido un fracaso ha sido el público».
Las diapositivas las ideó, en 1671, el jesuita alemán Athanasius Kircher. Empezaron siendo dibujos realizados sobre vidrio que se veían a 150 metros desde una caja metálica que hacía las veces de proyector.