No hay nadie en esa puerta

Aquella noche que murió mi hermano, nadie estaba en la puerta. En la puerta tampoco estaba nadie las otras noches, pero esa noche en particular no había nadie en la puerta. Cuando empezaron a tocar, nadie estaba en la puerta. Tampoco estaba nadie en la puerta cuando empezaron los rasguños. Y mucho menos había nadie en la puerta cuando empezaron los golpes, aullidos y lamentos.

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No creas todo lo que dicen de los vampiros

“Así que tú eres un vampiro”.

“Estás en lo correcto”, dijo el extraño con las manos temblorosas mientras daba un sorbo a la taza, que contenía una buena cantidad de sangre tibia. “De nuevo, muchas gracias por dejarme pasar”.

lo que dicen de los vampiros

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Te pareces tanto a mí

El fantasma que me acechaba no era del tipo que escuchas en las clásicas historias de terror. No arrastraba cadenas por el piso, movía cosas en la habitación o atravesaba paredes. Nada que ver. De hecho, cuando termines de leer esta historia tal vez ni siquiera lo encuentres aterrador en absoluto. Pero, logró aterrorizarme de una forma especial.

Te pareces tanto a mi fantasma1

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La hipnótica carretera

Cuando recorres durante tanto tiempo la carretera, terminas acostumbrándote a ella. Además de las luces difuminadas de los faros, todo se reduce a un montón de líneas blancas y amarillas sobre un interminable camino negro. Es raro que alguien se detenga, y considero que es a lo que más cuesta acostumbrarse. No los estoy culpando. Cada una de esas personas tiene un destino y una vida.

carretera de noche(1)

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Mi novia no es ni la mitad de la mujer que solía ser

No tengo el más mínimo pudor al afirmar que mi novia es una de las chicas más afortunadas del mundoatuyibnmbvvc. Discúlpame por eso. Como iba diciendo, probablemente mi novia es una de las chicas más afortunadas de este planeta. Se sacó el premio mayor el día que me conoció. Y es que soy todo un partido, un partidazo diría yo.

hombre sonrisa varonial(2)

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El último golpe de un estafador

Alejandro llega a casa y encuentra a un extraño esperándolo en la entrada. Era un hombre bien vestido de saco y corbata, cabello arreglado, zapatos recién boleados y unos dientes tan blancos que casi destellaban en el rostro.

– No me conoces, pero yo te conozco a la perfección. Me llamo Samael y pertenezco al departamento de inteligencia de la Policía Federal.

hombre saludando

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